domingo, 31 de mayo de 2009

Yuria 50



HA MUERTO UN ESCRITOR: MARIO BENEDETTI

La presencia de Mario Benedetti en las letras hispanoamericanas se formó a través de las luchas socio-políticas en América Latina. Su obra poética, crítica, novelística y cuentística es considerada de manera diversa y polémica. Este número de Yuria rinde homenaje al escritor uruguayo recientemente desaparecido.



MARIO BENEDETTI
Jorge Ruffinelli


Universidad de Stanford


MUCHO AGRADEZCO ESTA oportunidad que brinda la Universidad de Alicante para decir aquí algunas cosas sobre la obra y la figura pública de Mario Benedetti. Durante las últimas semanas he reflexionado especialmente sobre aquello que Benedetti representó, representa y seguramente continuará representando, no sólo para mí sino para mi generación. De tal modo, si algún título hubiera de tener esta comunicación, él sería: «Mario Benedetti y mi generación».
Comencé por preguntarme quién ha sido Mario Benedetti para nosotros, y quién es, tras los cambios históricos compartidos con él, más allá de distancias geográficas, y diferencias generacionales. ¿Qué lectura de su obra hizo mi generación, cómo vio al escritor al surgir (nosotros) hacia los años sesenta, qué lugar ocupaba él ya entonces en la plaza pública de la cultura? Éstas fueron las primeras preguntas y, al formularlas, ellas mismas comenzaron a trazar el perfil de Benedetti, ayudándonos a encontrar sus señas de identidad así como la índole de su influencia sobre nosotros.
Cuando mi generación accedió a la vida pública en los años sesenta, Mario Benedetti era ya una figura conocida y polémica. Había nacido en 1920 lejos del centro urbano y centralista que ha sido Montevideo, nació en Paso de los Toros, y sin embargo nunca tuvo problemas para constituirse en un escritor «nacional», urbano, cosmopolita. Ha sido en todo momento un escritor prolífico y ha cultivado muchos géneros: novela, cuento, poesía, teatro, periodismo, el ensayo político y el literario, los discursos, las entrevistas, los artículos de humor y las letras de canciones. Al comienzo desenvolvió una perspectiva centrada en el Uruguay y en los problemas de la sociedad oriental, que en una etapa posterior comenzó a ampliarse y a internacionalizarse. Su apoyo a la Revolución cubana ha sido inalterable, y él mismo residió durante una etapa importante en la Isla. Del mismo modo, no ha dejado de enfilar sus dardos contra la política exterior de los Estados Unidos, y contra rasgos internos negativos de esa civilización -como el racismo, el consumismo, el individualismo-, todos ellos consustanciales al capitalismo económico llámeselo capitalismo a la vieja usanza, o bien neoliberalismo a la nueva manera.
Vimos la obra de Benedetti dividirse en dos fases: una que comenzaba hacia 1945 con la poesía: La víspera indeleble; y se expandía hacia la narrativa con Quién de nosotros, 1953, los cuentos de Montevideanos, los Poemas de la oficina, el ensayo El país de la cola de paja (1960), las novelas La tregua y Gracias por el fuego (1965). El rasgo fundamental de esta etapa fue la crítica social desde la ética, la visión del país y sus habitantes según la «razón moral». Se trataba, también, dicho esto de un modo esquemático, de una perspectiva pesimista. La segunda fase se caracterizó por la politización de su pensamiento y de su literatura, y por la búsqueda de horizontes más amplios que los del «paisito». Y el optimismo volvió por sus fueros. Gracias por el fuego le ayudó a internacionalizarse, y no sólo porque una parte de esta novela transcurriera en Nueva York, sino porque fue finalista en el premio Seix Barral. Los cambios radicales en la historia de América Latina a partir de los años sesenta, y ante todo el fermento intelectual y la militancia en la izquierda (con la Revolución cubana, con la crítica a los Estados Unidos, con la búsqueda del «hombre nuevo» avizorado por el Che Guevara, como contexto), ayudan a explicar la obra de Benedetti, su lento desprendimiento de la piel ética para dejar asomar por debajo la piel política, y ayudan a explicar, también, su influencia sobre mi generación.
Mi generación se corresponde con la década de la insurgencia estudiantil y sufrió, como corresponde, la persecución política y el exilio, entrada ya la década siguiente. De este modo, cuando nacimos a la literatura, Benedetti ya estaba en la lucha ideológica y política dentro y fuera de su propia generación, era el escritor más leído, y su influencia era tan inevitable como deseable. A mi generación la llamaron «generación de la crisis». Fuimos afortunados por tener padres literarios de la categoría humana e intelectual de Ángel Rama, Carlos Martínez Moreno, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi, Idea Vilariño. Benedetti significó para mi generación uno de esos padres, el más accesible y generoso dentro de una «familia» de hipercríticos graves y adustos, muchos de ellos notablemente carentes de sentido del humor (en contraste con Benedetti, de quien nos regocija siempre su humor benigno tanto como su humor satírico).

Como señalé antes, éramos demasiado jóvenes para participar en el ingreso de Benedetti a la literatura, cuando publica en 1945 su primer libro de poemas, La víspera indeleble. O cuando, cinco años más tarde, sale su poemario Sólo mientras tanto. Como suele ocurrir, el suyo fue un ingreso lento en la vida cultural, mediante la publicación de libros, la dirección de una revista titulada Marginalia (en 1948), o, más importante, su participación en la revista Número. Digo que esta participación es más importante porque Número fue el vehículo literario de la «Generación del 45», dirigido en aquella su primera época por Sarandy Cabrera, Manuel Claps, Emir Rodríguez Monegal, Idea Vilariño y Benedetti. Número quiso ser el signo de una formación intelectual exigente, aún muy atenta a las literaturas europea y norteamericana. Las revistas, lo sabemos, son el lugar de encuentro en el cual los escritores de un periodo aprenden a leerse y discutirse mutuamente. (Años más tarde mi generación publica Prólogo -solamente dos números- con los cuales compartimos con Número, el gusto por las títulos esdrújulos...).
Si Número fue importante en términos de literatura, el semanario Marcha constituyó el eje intelectual del país en política, economía y cultura. Fundada en 1939 por Carlos Quijano, abogado de vocación economista, Marcha fue el lugar de encuentro ya no de una generación literaria sino de la intelligentsia del país. Abierta a todos los sectores de pensamiento progresista, fue también el campo de batalla para los debates culturales y políticos. Benedetti ocupó la dirección de su página literaria al menos tres veces, aunque los periodos más intensos y largos (casi una década cada uno) les correspondió a dos críticos señeros del Uruguay: Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama.
Antes de 1960, Benedetti publica algunos libros que tienen escasa resonancia de crítica y de público. Ni Quién de nosotros, en 1953, ni los cuentos de Esta mañana (1949), trascienden; pero en ellos empiezan a aparecer las semillas de sus Montevideanos. Son Montevideanos (1959) en narrativa y Poemas de la oficina (1956) en poesía, los dos libros con los que Benedetti se abre camino definitivo en la literatura uruguaya. Y para entonces, mi generación ya estaba aprendiendo a leer, y a leerlo.
¿Qué nos aportó Benedetti, a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta? Ante todo, la transición hacia el conocimiento de nosotros mismos. Durante una época en que aún teníamos la mirada puesta en Europa y en los Estados Unidos -en Europa por su extraordinaria cultura, en Estados Unidos ante todo por Faulkner y Hemingway-, con muy poco aprecio por la cultura nacional, repentinamente el triunfo de la Revolución cubana y el boom de la novela latinoamericana -en gran parte gracias a su recepción española y a la industria editorial de Barcelona- fueron piedras de toque que ayudaron a cambiar una concepción del mundo y de la cultura. Benedetti estuvo entre los primeros y nos dio instrumentos para continuar. Los latinoamericanos comenzamos a mirarnos, y tanto como a mirarnos, a vernos. Por primera vez. Ya no a las raíces de la formación inmigratoria, es decir, a nuestro pasado europeo, ni siquiera a los ancestros autóctonos o indígenas, sino al presente, a nuestra historia inmediata y a nuestro futuro. Fue la época de la utopía. Utopía y América Latina eran un solo concepto. Utopía y por lo tanto también luchas sociales, utopía pero también descubrimiento de un mundo marginal de pobreza y explotación.
En este contexto, comenzando muy temprano, con los Poemas de la oficina Benedetti le dio a mi generación la oportunidad de asomarse al mundo de las letras mirando a nuestro alrededor. En el caso del Uruguay, detectando el mundo gris de la burocracia, un mundo rutinario en el que de todas maneras vivíamos, sufríamos, nos enamorábamos, cobrábamos nuestros menguados salarios, vegetábamos, nos jubilábamos, traicionábamos, éramos traicionados, moríamos. Benedetti encontró en el poeta argentino Fernández Moreno, y en los Cuentos de la oficina de Mariani, resortes de inspiración, pero él hizo su propia obra, su propia deconstrucción crítica de ese sector social contando con un caudal intransferible de experiencias personales. Casi cuatro décadas más tarde, yo aún «escucho» en mi mente los Poemas de la oficina leídos por Benedetti en un disco de acetato de 45 rpm con una cadencia de tristeza que no nos abandonará nunca, que nunca saldrá de nuestra memoria. Por ejemplo, «Dactilógrafo»:
Montevideo quince de noviembre
de mil novecientos cincuenta y cinco
Montevideo era verde en mi infancia
absolutamente verde y con tranvías
muy señor nuestro por la presente
yo tuve un libro del que podía leer
veinticinco centímetros por noche
y después del libro la noche se espesaba
y yo quería pensar en cómo sería eso
de no ser de caer como piedra en un pozo
comunicamos a usted que en esta fecha
hemos efectuado por su cuenta
quién era ah sí mi madre se acercaba
y prendía la luz y no te asustes
y después la apagaba antes que me durmiera
el pago de trescientos doce pesos
a la firma Menéndez & Solari
y sólo veía sombras como caballos
y elefantes y monstruos casi hombres
y sin embargo aquello era mejor
que pensarme sin la savia del miedo
desaparecido como se acostumbra
en un todo de acuerdo con sus órdenes
de fecha siete del corriente
era tan diferente era verde
absolutamente verde y con tranvías
y qué optimismo tener la ventanilla
sentirse dueño de la calle que baja
jugar con los números de las puertas cerradas
y apostar consigo mismo en términos severos
rogámosle acusar recibo lo antes posible
si terminaba en cuatro o trece o diecisiete
era que iba a reír a perder o a morirme
de esta comunicación a fin de que podamos
y hacerme tan sólo una trampa por cuadra
registrarlo en su cuenta corriente
absolutamente verde y con tranvías
y el Prado con camino de hojas secas
y el olor a eucaliptus y a temprano
saludamos a usted atentamente
y desde allí los años y quién sabe.
Estos poemas de temática tan poco prestigiosa desde el punto de vista literario nos abrieron los ojos al país gris y triste que éramos. Alguna vez el mismo Benedetti explicaba: «(En Uruguay) había surgido una poesía de corzas y gacelas y madréporas y cosas así, que empleaba como base de metáforas una flora y una fauna ni siquiera (existentes). En cierto modo, yo atribuyo el éxito repentino y sorpresivo de Poemas de la oficina, en gran parte, a que fue una cosa diferente a eso que se venía haciendo...».

Pero si estos poemas, con su sencillismo machadiano, con su tristeza a cuestas, con el asomo de una crítica social, ya fueron importantes en su momento, casi de inmediato la visión que nos daban del país fue sostenida, reforzada por los magníficos Montevideanos, aquellos «Dublineses» uruguayos que llegaban también para cambiar nuestra óptica, y hasta nuestro modo de leer la literatura. Poemas de la oficina y Montevideanos fueron realmente el acta de bautismo de Benedetti en la literatura uruguaya, y el comienzo de un fenómeno que no ha cesado nunca, y que, al contrario, se ha reproducido en innumerables países. Me refiero al fenómeno extraordinario de una comunicación fluida y permanente con sus lectores, con lectores que se han reproducido en diversas generaciones, que le han sido fieles (como él a ellos), y que Benedetti encontró en Argentina, en España, en México, en Cuba... Si lo llamo fenómeno extraordinario es ante todo porque cuando Benedetti encontró un lector masivo en su pequeño país natal, los críticos atribuyeron el éxito (aparte el valor literario, que nunca es garantía de popularidad) a su apelación temática a las clases medias, a un estilo sencillo y directo de narrar, y a que esos lectores reconocían sus problemas en los de sus personajes. Sin embargo, esa hipótesis de interpretación dejó de ser válida cuando los libros fueron a su vez leídos con inteligencia y fervor en el Caribe, en México o en España. Ya no sirvió la teoría de la representatividad social, por sí sola, para explicarlo. Debe de haber, también, un fondo de verdad emocional, de autenticidad literaria, y una razón poética (que supera a la social) y que el lector reconoce en sus líneas y entrelíneas.
Benedetti le enseñó a mi generación, que la vocación podía encontrar vías inesperadas y simultáneas, que podíamos y debíamos dejar sueltas las vocaciones para que éstas encontraran sus formas y sus ritmos. Él mismo lo haría siempre, no sólo manejando diferentes formas del ejercicio de la escritura sino combinándolos experimental y audazmente en novelas-poemas o poemas-novelas como fue el caso de El cumpleaños de Juan Ángel. Sin embargo, antes aún de llegar a la década del setenta, otro libro de Benedetti nos dio una lección de tremendo impacto sobre nuestra percepción de la generación de nuestros maestros, al punto de que empezamos a dudar sobre verdades que aquella generación nos había inculcado.
1960 marcó para Benedetti otro despertar. La tercera prueba para un tercer género, el ensayo periodístico, en el que Benedetti dejaría su marca. El libro se tituló El país de la cola de paja (1960) y fue una requisitoria contra los hábitos mentales y morales del Uruguay de la época. El país de la cola de paja se refiere a muchos males sociales anotados con perspicacia, imaginación y enojo: la cobardía civil, la hipocresía (o fallutería), la manipulación sindical, la mentalidad mediocre de la burocracia, la represión como modo de gobernar -todo aquello que de una u otra manera tenía- una suerte de correlato literario en cuentos y poemas. Por lo tanto no era nuevo dentro de su obra. Lo nuevo era que se escribiera directamente, sin adornos. Que se expresara con todas sus palabras. La generación hipercrítica «del 45» por un lado, y el semanario Marcha por otro, y juntos a su vez, nos habían habituado a un espíritu insobornablemente crítico. Pese a ello, la crítica de Benedetti en El país de la cola de paja no fue universalmente bienvenida ni aceptada. Y la polémica que siguió a su libro nos mostró entre otras cosas que la hipercrítica podía ser práctica aceptable cuando se ejercía sobre los otros, no cuando se enderezaba hacia uno mismo.
El caso es interesante porque Marcha se había preciado siempre de demostrar su amplitud mental publicando las críticas que sus lectores hacían a los redactores y a lo que éstos escribían. Era una forma sana de asumir responsabilidades y no escudarse tras la acostumbrada «última palabra» del editor. En Marcha estábamos aprendiendo a vivir al descubierto, a ser críticos blanco de otros críticos. Sin embargo, el feroz capítulo dedicado por Benedetti a analizar el espíritu displicente y prescindente de Marcha cayó como un petardo en el mundo intelectual y político. No se diga en Marcha mismo.
Entre otras cosas notables, el ensayista señalaba cómo su generación (que él llamaba entonces «generación de Marcha») había accedido al ejercicio de la crítica por pruritos anti-emocionales: «Creo que uno de nuestros más trascendentales defectos de nuestra generación literaria fue la rabiosa anticursilería. Las gacelas de los poetas audiotas, el canjeable empalago de sus sonetos, había dejado en nosotros un trauma estilístico de una hondura tal, que desde nuestros primeros palotes literarios le huimos a lo cursi como el diablo a la cruz. Sin consulta previa, cada uno desde su propia duda, decidimos que la crítica era el lógico remedio de la cursilería. Así, pues, nos hicimos críticos: de teatro, de cine, de libros, de arte, de música, de cualquier cosa. Como lectores estábamos sumergidos en Joyce, en Borges, en Rilke, en Proust, en Kafka, en Faulkner. Había algunos entre nosotros para quienes las palabras quiniela, batllismo, milonga, fútbol, murga, sonaban a cosa lejana y extranjera. Yoknapatawpha y Combray quedaban más cerca que el Paso Molino. Por fortuna, la moda pasó antes de que nos resecáramos por completo, a tiempo aún para que comprendiéramos que lo humano tiene una porción inevitable de cursilería, a tiempo aún para que admitiéramos que el suelo que pisábamos se llamaba Uruguay» («Mirar desde arriba», El país de la cola de paja).
Esta crítica a una idiosincrasia intelectual, a un resecamiento del espíritu, no fue aceptada ni siquiera como una invitación a la autocrítica. Al punto de que veinticinco años más tarde, en un libro titulado Mario Benedetti (1986), que es un largo diálogo entre Hugo Alfaro y Mario Benedetti, ambos interlocutores analizan la obra de Benedetti mencionando apenas, brevísimamente, este polémico libro. No por azar, Hugo Alfaro había sido el secretario de redacción de Marcha, la mano derecha del director Quijano.
Por otra parte, el libro ha desaparecido de la bibliografía activa de Benedetti, ha dejado de publicarse desde hace muchos años. Pienso sin embargo en la utilidad que tuvo para mi generación. Y que hoy sería para los más jóvenes un buen modo de conocer en su propia tinta los debates de aquella época rica en contradicciones, en pugnas ideológicas, en temores por los días aciagos que se avecinaban y que pronto tuvimos que vivir.
El país de la cola de paja enseñó a mi generación las virtudes y los riesgos de la crítica polémica dedicada a analizar la realidad nacional, estuviéramos o no de acuerdo con el diagnóstico propuesto. Pero fue un libro importante también en otro sentido. Cambió al mismo Benedetti. Lo empujó a ver que su talante crítico estaba basado en un juicio moral, no en un juicio político. La toma de conciencia sobre la necesidad de una formación política en lo teórico y en lo práctico lo condujo a revisar sus presupuestos para complementarlos, enriquecerlos y redefinirlos.
Entre la praxis involuntaria, la más importante y desgarradora fue la del exilio. Argentina, Perú, Cuba -y más adelante España- fueron destinos no como en aquel viaje cultural de los modernistas de fin de siglo, sino como viajes al destierro, al descubrimiento de otras culturas y otros interlocutores. La diáspora uruguaya fue amplia e indiscriminada. Mi generación la sufrió con encierros, destierros y entierros. Y comenzamos a ser los compañeros jóvenes de Benedetti, porque si en las familias biológicas padres e hijos sufrieron por igual las consecuencias, en la familia cultural tampoco hubo discriminaciones.
En las luchas políticas inmediatamente anteriores al golpe de estado de 1973, habíamos sido compañeros en el Movimiento 26 de Marzo. Benedetti era uno de los dirigentes de aquel movimiento que muchos considerábamos la faz legal del movimiento guerrillero Tupamaro, y que en todo caso sí era el movimiento político más cercano a la guerrilla. Recuerdo a Benedetti, que no era un orador ni tenía aptitudes para serlo, tomar la tribuna en actos políticos de la coalición Frente Amplio a altas horas de la noche húmeda, castigado por su asma, en un esfuerzo por llegar al público con su mensaje. Claro, como era un intelectual, le costaría mucho la disciplina de partido -la constricción a su libertad de pensamiento y de palabra- pero eso no lo sabíamos entonces, como tampoco supimos, sino hasta muchos años después, que Benedetti había ejercido tareas clandestinas y riesgosas como la de alojar en su departamento a Raúl Sendic, el líder tupamaro. Parte de mi generación perteneció a las avanzadas culturales del 26 de Marzo, otros participaron en movimientos diferentes de la coalición progresista.
Y lo mismo sucedió durante los años de la dictadura, que van de 1973 a 1984. Parte de mi generación salió del país, algunos para regresar, otros para no volver nunca, y otra parte de esa misma generación se quedó y vivió el exilio interior. Nosotros comenzamos a ver -a saber- de Benedetti desde lejos, por ejemplo en su larga estadía en Cuba como director del Centro de Estudios Literarios. Como años antes lo había sido Ángel Rama, Benedetti fue el puente de enlace entre Cuba y América Latina, la figura literaria más importante en asumir y llevar adelante el discurso de la izquierda, junto con García Márquez, quien en realidad nunca mantuvo, como lo hizo en cambio Benedetti, una obra periodístico-política.
Es esta vinculación con la Historia con mayúscula (y eso significó Cuba para su generación y para la mía), la que impulsó a Benedetti a superar las limitaciones de un enfoque estrictamente ético de la historia inmediata. Participó como pocos en los debates de esas dos décadas, y tanto la experiencia cotidiana como las lecturas teóricas -ante todo de Gramsci- lo convirtieron en un exponente de esa figura de intelectual como ya sólo existe, y cada vez con menor fuerza, en América Latina. Es decir, el intelectual cuya palabra tiene peso no sólo en el ámbito de la cultura sino también en el de la política.
El vínculo más claro de la política con la (con su) literatura y con nuestra realidad se encuentra en El cumpleaños de Juan Ángel, libro dedicado a Raúl Sendic, que en 1971 apareció en México y en Uruguay (yo mismo tuve a mi cargo su edición uruguaya en Marcha). El libro, singular en muchos sentidos, se trataba de una novela en verso, y narraba, a través de varios cumpleaños de su personaje central (que se suceden en un solo día), la conversión de un individuo en revolucionario, de revolucionario en guerrillero clandestino. Y culminaba con la desaparición de los guerrilleros en los túneles subterráneos de la ciudad -lo cual de alguna manera resultó profético de una célebre fuga de los Tupamaros en circunstancias parecidas. Y la profecía llegó incluso más lejos. El final de El cumpleaños de Juan Ángel describe la sucesiva desaparición de cada militante en esas suertes de desaguaderos, mientras el compañero Marcos les cubre la retirada. Cada estrofa de ese final termina señalando: «Ojalá vivas, Marcos».
Rosario lo acaricia con su adiós apacible
tiene un aire aprendiz un rubor de sorpresa
con sus labios finitos es fácil la inocencia
ojalá vivas marcos
y se pierde en el pozo

vos adelante edmundo dice marcos
el taciturno muere nace dice chau sin pompa y sin enigma
ojalá vivas marcos
y se pierde en el pozo

El primero de enero de 1994 otro Marcos, en México, desde las selvas de Chiapas, se hizo conocer en su país y en el mundo entero. La literatura no está muy lejos de este Marcos histórico y actual, que toma de El cumpleaños de Juan Ángel su nombre de guerra, que encuentra en Benedetti lo que muchos de mi generación encontramos: una palabra dispuesta, una palabra inspirada, un modelo de consistencia ideológica, de superación personal, de integridad en un mundo cada vez más malogrado.
Hoy podrían rastrearse las vicisitudes intelectuales, individuales y generacionales que vivió Benedetti, no sólo en sus ensayos sino en sus cuentos, novelas, poemas y obras de teatro. Incluso en su breve actuación en cine, en El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela, donde dice sus poemas en el idioma alemán aprendido en el colegio de su infancia.
Cuando a la larga dictadura militar uruguaya le sucedió el regreso a la democracia, Benedetti acuñó un concepto y expresión certeros que todos íbamos a vivir de una u otra manera: el desexilio. El desexilio no implicaba sólo «volver» para quienes se habían ido del país, había también un desexilio desde adentro, existía la necesidad de una «comprensión» a laque Benedetti se refirió en un artículo de abril de 1983: «Todo dependerá (decía) de la comprensión, palabra clave. Los de fuera deberán comprender que los de dentro pocas veces han podido levantar la voz; a lo sumo se habrán expresado en entrelíneas, que ya requieren una buena dosis de osadía y de imaginación. Los de dentro, por su parte, deberán entender que los exiliados muchas veces se han visto impulsados a usar otro tono, otra terminología, como un medio de que la denuncia fuera escuchada y admitida. Unos y otros deberemos sobreponernos a la fácil tentación del reproche. Todos estuvimos amputados: ellos, de la libertad; nosotros, del contexto».
No sé si todos nosotros vimos el «desexilio» como una llamada de alerta. La experiencia del sucesivo, parcial, fragmentario o total retorno fue diversa. Algunos tuvieron recibimientos apoteósicos y luego se acomodaron a la cotidianidad del país. Otros regresaron esperando esos recibimientos y encontraron un discreto silencio. Las experiencias española, venezolana, mexicana, cubana, europea o norteamericana de tantos desexiliados no se aportó al venero común sino que fue disipándose en la inercia, en el desinterés, en medio de las enormes dificultades que entrañaba cerrar heridas, rehacer el país y liberarse de los hábitos mentales del autoritarismo. Benedetti mismo volvió a ser el autor enormemente leído y admirado, aunque no sin algunas experiencias agridulces, en medio del desconcierto estético e ideológico de nuevas generaciones huérfanas de padres culturales, que empezaban con ansiedad a inventarse a sí mismas.
El proceso del desexilio ha sido para Benedetti tan arduo y complejo como para muchos otros escritores y artistas. Y yo diría que ni siquiera ha terminado, a pesar de que su novela más reciente, Andamios, quiere ser un ejercicio de exorcismo, bajo la historia de un desexiliado que vuelve al Uruguay y comienza a adaptarse a él, desde los márgenes de una vida de balneario, de reflexión solitaria, de conciencia crítica sobre el país y su propia generación.
En sus últimas novelas, Benedetti encuentra un nervio autobiográfico con una intensidad que no había tenido antes. Aunque sea también ficción y no autobiografía, La borra del café es otro ejemplo de ese impulso hacia adentro, hacia los recuerdos de infancia y de barrio.

Dos notas para concluir.
Benedetti no fue siempre transparente para mi generación. Por ejemplo, sus años juveniles dedicados a la logosofía, que veíamos con suspicacia mientras leíamos por curiosidad los libros de Madame Blavatsky. Resultaba difícil conciliar la imagen de un Benedetti socialista en los años setenta, con aquella otra etapa. Pero no preguntábamos. Hoy se me antoja importante considerarlo, más allá de las escasas y enigmáticas referencias a esa etapa personal que puedan encontrarse en sus cuentos, sobre cómo Benedetti hizo su aprendizaje y su proceso de desilusión de la logosofía cuando frisaba los veinte años. Porque esos años son los de su primer alejamiento del país, el tiempo de soledad vivido en Buenos Aires, experimentando, como dije antes, la progresiva desilusión respecto a Raumsol, el líder teosófico que lo llevó a Argentina como «hombre de confianza, su secretario privado». Lo significativo de este periodo, en todo caso, consiste en considerar ese acercamiento espiritual a una doctrina y la consecuente dedicación en cuerpo y alma a su actividad, como la primera utopía que fue desmoronándose. Después abrazó otras utopías más duraderas y trascendentes pero esta historia juvenil, a mi entender, ayudó a hacer de Benedetti un suspicaz, un intelectual que sospecha de las fórmulas fáciles, y que no se deja comprometer a fondo hasta estar convencido de sus causas. En consecuencia, el aspecto positivo de aquella experiencia influyó en su mirada crítica, orientada más tarde a desentrañar la mentalidad burocrática de las clases medias uruguayas. Es cierto que Benedetti tomó venganza literaria contra Raumsol, haciéndolo personaje de Gracias por el fuego y en uno de sus primeros cuentos, «Como un ladrón». Además, alguna vez Benedetti se refirió a su experiencia en la Escuela logosófica, y lo hizo con su consabido gran sentido del humor. Le agradecía a la escuela, al menos, el haberle «dado una Luz». Por supuesto, no era la Luz del Conocimiento, pero estaba cerca de serlo. Se trataba de Luz López, a quien conoció gracias a la Escuela y quien fue su esposa, y lo ha sido, desde 1946.
Hasta aquí me he referido varias veces a «mi generación» sin identificarla con nombres. «Mi generación» podría llegar a ser una simple fórmula para pasar de contrabando ideas o sentimientos personales como si no lo fuesen, pero como éste no es el caso, voy a identificar a algunos escritores de «mi generación», sin pretender una lista exhaustiva. Acaso el escritor más cercano a Benedetti, que ofició de puente inmediato, fue el precoz Eduardo Galeano, periodista y narrador, quien se exilió en Buenos Aires y tras recibir amenazas de la Triple A, vivió años productivos en España antes de volver al Uruguay. Cristina Peri Rossi, narradora y poeta, quien también padeció el dolor de la diáspora y la suerte de llegar a España, donde internacionalizó su obra ya tan atractiva a fines de los sesenta. Ella no ha vuelto a vivir al Uruguay. Nelson Marra, cuentista y poeta, huésped involuntario de los militares, torturado y encarcelado por motivo de un cuento, después exiliado en Suecia y finalmente residente en España. Alberto Oreggioni, crítico e investigador de la Biblioteca Nacional, que encontró su vocación en la labor editorial y ha sido durante muchos años el editor uruguayo de Mario Benedetti; Alicia Migdal, el ángel rubio del Arca, que enfocó su inteligencia en la crítica de cine y en una obra breve, depurada y exigente; Hugo Giovanetti, compañero del comité de cultura del 26 de Marzo, que vivió (sobrevivió) cantando con su guitarra en Europa antes de regresar al país. Hiber Conteris, durante muchos años residente en las cárceles militares, que hoy vive en Estados Unidos. Hugo Achugar, poeta, que se convirtió en profesor en Estados Unidos y regresó al Uruguay. Graciela Mántaras, desde siempre profesora y crítica, que se quedó a vivir en el país. Mario Levrero, cuentista y novelista, que se fue a Buenos Aires, vivió de la astrología y encontró un grupo pequeño y fiel de lectores de culto, antes de volver a Uruguay. Teresa Porzekansky, que supo hábilmente alternar la narrativa con el análisis antropológico y social. Sylvia Lago, quien en «Los días dorados de la señora Pieldediamante» mostró la buena escuela benedettiana al sacudir a la pacata sociedad uruguaya usando términos como «coger» y no en la aceptable acepción usual en estos pagos de la querida España.
Concluyo reflexionando en que muy probablemente mi generación entendió a Benedetti mejor que la suya propia, mejor que las que nos siguieron. Estoy convencido de esto. Creo que el haber vivido las mismas vicisitudes en los años difíciles de la represión y el exilio nos ha llevado a valorar la difícil sencillez de su literatura, la honestidad a toda prueba, la calidez entrañable de sus poemas, la sagacidad de sus análisis.
No somos los uruguayos gente inclinada a agradecimientos, a reconocimientos ni a homenajes. En aquella mentalidad que Benedetti describió con agudeza en El país de la cola de paja se incluye este carácter reservado, apocado, tímido, ensimismado de nuestra cultura. Ni su generación ni la mía cambiaron el panorama. Menos aún los más jóvenes. Sin embargo, creo que es oportuno decir en nombre propio y de mi generación, «Gracias, Mario Benedetti. Gracias, Mario». Y a todos vosotros, ahora también, gracias.



HOMBRE QUE MIRA A OTRO HOMBRE QUE MIRA

VOS TAMBIÉN ESTÁS asombrado
no querés admitir la salvación por el infierno
o acaso no podés creer que haya
cualesquiera hijos de vecino
que metan la vida prójima en el cepo

que un tipo pueda respirar
y buscar el amor
y faenar el tiempo
y besar a sus hijos
y decir oraciones
y hasta cantar bajito
después de haberse traicionado
corrompido
enmerdado
metiendo la vida prójima en el cepo

vos
como yo
estás asombrado

en realidad no hay fogata para ese humo
ni siquiera hay sed para ese cántaro
tal vez no haya pájaros para ese viento
para ese inmune no haya después

las venganzas yacen calmas y feroces
la paciencia se arruga de tanta espera
vos te preguntás donde está la cosecha
y sin embargo tu estupor intacto
demuestra por lo pronto que algo cosechaste

vos mirás como inmóvil y te miro mirar
somos dos conjeturas incómodas fraternas
no entendemos un pito de esta infame justicia
de esa fábrica de odios que propone el olvido

a lo mejor te vino la infancia en un destello
sentiste la sesera esa insensible
pensaste el corazón ese impensable
pero ni así te acostumbraste a esa saña piadosa
a esa masacre tan emputecida
así que no aflojaste ni un suspiro
y te seguiste asombrando te seguiste

yo te miro mirar como inmóvil
pero claro la cosa no se arregla
con miradas
ojeadas
o vistazos

qué tal si nos arremangamos vos y yo.


CORAZÓN CORAZA

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


AMOR DE TARDE

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.


ENAMORARSE Y NO

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.

INTIMIDAD

Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo hace o deshace
mientras tanto
no le importan tu sueño
ni mi sueño
somos torpes
o demasiado cautos
pensamos que no cae
esa gaviota
creemos que es eterno
este conjuro
que la batalla es nuestra
o de ninguno
juntos vivimos
sucumbimos juntos
pero esa destrucción
es una broma
un detalle una ráfaga
un vestigio
un abrirse y cerrarse
el paraíso
ya nuestra intimidad
es tan inmensa
que la muerte la esconde
en su vacío
quiero que me relates
el duelo que te callas
por mi parte te ofrezco
mi última confianza
estás sola
estoy solo
pero a veces
puede la soledad
ser una llama.



BENEDETTI: DOS CUENTOS

A IMAGEN Y SEMEJANZA

Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.



ALMUERZO Y DUDAS

El hombre se detuvo frente a la vidriera, pero su atención no fue atraída por el alegre maniquí sino por su propio aspecto reflejado en los cristales. Se ajustó la corbata, se acomodó el gacho. De pronto vio la imagen de la mujer junto a la suya.
-Hola, Matilde -dijo y se dio vuelta.
La mujer sonrió y le tendió la mano.
-No sabía que los hombres fueran tan presumidos.
Él se rió, mostrando los dientes.
-Pero a esta hora -dijo ella- usted tendría que estar trabajando.
-Tendría. Pero salí en comisión.
Él le dedicó una insistente mirada de reconocimiento, de puesta al día.
-Además -dijo- estaba casi seguro de que usted pasaría por aquí.
-Me encontró por casualidad. Yo no hago más este camino. Ahora suelo bajarme en Convención.
Se alejaron de la vidriera y caminaron juntos. Al llegar a la esquina, esperaron la luz verde. Después cruzaron.
-¿Dispone de un rato? -preguntó él.
-Sí.
-¿Le pido entonces que almuerce conmigo? ¿O también esta vez se va a negar?
-Pídamelo. Claro que... no sé si está bien.
Él no contestó. Tomaron por Colonia y se detuvieron frente a un restorán. Ella examinó la lista, con más atención de la que merecía.
-Aquí se come bien -dijo él.
Entraron. En el fondo había una mesa libre. Él la ayudó a quitarse el abrigo.
Después de examinarlos durante unos minutos, el mozo se acercó. Pidieron jamón cocido y que marcharan dos churrascos. Con papas fritas.
-¿Qué quiso decir con que no sabe si está bien?
-Pavadas. Eso de que es casado y qué sé yo.
-Ah.
Ella puso manteca sobre la mitad de un pancito marsellés. En la mano derecha tenía una mancha de tinta.
-Nunca hemos conversado francamente -dijo-. Usted y yo.
-Nunca. Es tan difícil. Sin embargo, nos hemos dicho muchas veces las mismas cosas.
-¿No le parece que sería el momento de hablar de otras? ¿O de las mismas, pero sin engañarnos?
Pasó una mujer hacia el fondo y saludó. Él se mordió los labios.
-¿Amiga de su mujer? -preguntó ella.
-Sí.
-Me gustaría que lo rezongaran.
Él eligió una galleta y la partió, con el puño cerrado.
-Quisiera conocerla -dijo ella.
-¿A quién? ¿A esa que pasó?
-No. A su mujer.
Él sonrió. Por primera vez, los músculos de la cara se le aflojaron.
-Amanda es buena. No tan linda como usted, claro.
-No sea hipócrita. Yo sé cómo soy.
-Yo también sé cómo es.
Él mozo trajo el jamón. Miró a ambos inquisidoramente y acarició la servilleta. «Gracias», dijo él, y el mozo se alejó.
-¿Cómo es estar casado? -preguntó ella.
Él tosió sin ganas, pero no dijo nada. Entonces ella se miró las manos.
-Debía haberme lavado. Mire qué mugre...
La mano de él se movió sobre el mantel hasta posarse sobre la mancha.
-Ya no se ve más.
Ella se dedicó a mirar el plato y él entonces retiró la mano.
-Siempre pensé que con usted me sentiría cómoda -dijo la mujer-, que podría hablar sencillamente, sin darle una imagen falsa, una especie de foto retocada.
-Y a otras personas, ¿les da esa imagen falsa?
-Supongo que sí.
-Bueno, esto me favorece, ¿verdad?
-Supongo que sí.
Él se quedó con el tenedor a medio camino. Luego mordió el trocito de jamón.
-Prefiero la foto sin retoques.
-¿Para qué?
-Dice «¿para qué?» como si sólo dijera «¿por qué?», con el mismo tonito de inocencia.
Ella no dijo nada.
-Bueno, para verla -agregó él-. Con esos retoques ya no sería usted.
-¿Y eso importa?
-Puede importar.
El mozo llevó los platos, demorándose. El pidió agua mineral. «¿Con limón?» «Bueno, con limón.»
-La quiere, ¿eh? -preguntó ella. -¿A Amanda?
-Sí.
-Naturalmente. Son nueve años.
-No sea vulgar. ¿Qué tienen que ver los años?
-Bueno, parece que usted también cree que los años convierten el amor en costumbre.
-¿Y no es así?
-Es. Pero no significa un punto en contra, como usted piensa.
Ella se sirvió agua mineral. Después le sirvió a él.
-¿Qué sabe usted de lo que yo pienso? Los hombres siempre se creen psicólogos, siempre están descubriendo complejos.
Él sonrió sobre el pan con manteca.
-No es un punto en contra -dijo- porque el hábito también tiene su fuerza. Es muy importante para un hombre que la mujer le planche las camisas como a él le gustan, o no le eche al arroz más sal de la que conviene, o no se ponga guaranga a media noche, justamente cuando uno la precisa.
Ella se pasó la servilleta por los labios que tenía limpios.
-En cambio a usted le gusta ponerse guarango al mediodía.
Él optó por reírse. El mozo se acercó con los churrascos, recomendó que hicieran un tajito en la carne a ver si estaba cruda, hizo un comentario sobre las papas fritas y se retiró con una mueca que hacía quince años había sido sonrisa.
-Vamos, no se enoje -dijo él-. Quise explicarle que el hábito vale por sí mismo, pero también influye en la conciencia.
-¿Nada menos?
-Fíjese un poco. Si uno no es un idiota, se da cuenta de que la costumbre conyugal lava de a poco el interés.
-¡Oh!
-Que uno va tomando las cosas con cierta desaprensión, que la novedad desaparece, en fin, que el amor se va encasillando cada vez más en fechas, en gestos, en horarios.
-¿Y eso está mal?
-Realmente, no lo sé.
-¿Cómo? ¿Y la famosa conciencia?
-Ah, sí. A eso iba. Lo que pasa es que usted me mira y me distrae.
-Bueno, le prometo mirar las papas fritas.
-Quería decir que, en el fondo, uno tiene noticias de esa mecanización, de ese automatismo. Uno sabe que una mujer como usted, una mujer que es otra vez lo nuevo, tiene sobre la esposa una ventaja en cierto modo desleal.
Ella dejó de comer y depositó cuidadosamente los cubiertos sobre el plato.
-No me interprete mal -dijo él-. La esposa es algo conocido, rigurosamente conocido. No hay aventura, ¿entiende? Otra mujer..
-Yo, por ejemplo.
-Otra mujer, aunque más adelante esté condenada a caer en el hábito, tiene por ahora la ventaja de la novedad. Uno vuelve a esperar con ansia cierta hora del día, cierta puerta que se abre, cierto ómnibus que llega, cierto almuerzo en el Centro. Bah, uno vuelve a sentirse joven, y eso, de vez en cuando, es necesario.
-¿Y la conciencia?
-La conciencia aparece el día menos pensado, cuando uno va a abrir la puerta de calle o cuando se está afeitando y se mira distraídamente en el espejo. No sé si me entiende. Primero se tiene una idea de cómo será la felicidad, pero después se van aceptando correcciones a esa idea, y sólo cuando ha hecho todas las correcciones posibles, uno se da cuenta de que se ha estado haciendo trampas.
«¿Algún postrecito?», preguntó el mozo, misteriosamente aparecido sobre la cabeza de la mujer. «Dos natillas a la española», dijo ella. Él no protestó. Esperó que el mozo se alejara, para seguir hablando.
-Es igual a esos tipos que hacen solitarios y se estafan a sí mismos.
-Esa misma comparación me la hizo el verano pasado, en La Floresta. Pero entonces la aplicaba a otra cosa.
Ella abrió la cartera, sacó el espejito y se arregló el pelo.
-¿Quiere que le diga qué impresión me causa su discurso?
-Bueno.
-Me parece un poco ridículo, ¿sabe?
-Es ridículo. De eso estoy seguro.
-Mire, no sería ridículo si usted se lo dijera a sí mismo. Pero no olvide que me lo está diciendo a mi.
El mozo depositó sobre la mesa las natillas a la española. Él pidió la cuenta con un gesto.
-Mire, Matilde -dijo-. Vamos a no andar con rodeos. Usted sabe que me gusta mucho.
-¿Qué es esto? ¿Una declaración? ¿Un armisticio?
-Usted siempre lo supo, desde el comienzo.
-Está bien, pero, ¿qué es lo que supe?
-Que está en condiciones de conseguirlo todo.
-Ah sí... ¿y quién es todo? ¿Usted?
Él se encogió de hombros, movió los labios pero no dijo nada, después resopló más que suspiró, y agitó un billete con la mano izquierda.
El mozo se acercó con la cuenta y fue dejando el vuelto sobre el platillo, sin perderse ni un gesto, sin descuidar ni una sola mirada. Recogió la propina, dijo «gracias» y se alejó caminando hacia atrás.
-Estoy seguro de que usted no lo va a hacer -dijo él-, pero si ahora me dijera «venga», yo sé que iría. Usted no lo va a hacer, porque lógicamente no quiere cargar con el peso muerto de mi conciencia, y además, porque si lo hiciera no sería lo que yo pienso que es.
Ella fue moviendo la mano manchada hasta posarla tranquilamente sobre la de él. Lo miró fijo, como si quisiera traspasarlo.
-No se preocupe -dijo, después de un silencio, y retiró la mano-. Por lo visto usted lo sabe todo.
Se puso de pie y él la ayudó a ponerse el abrigo. Cuando salían, el mozo hizo una ceremoniosa inclinación de cabeza. Él la acompañó hasta la esquina. Durante un rato estuvieron callados. Pero antes de subir al ómnibus, ella sonrió con los labios apretados, y dijo: «Gracias por la comida. » Después se fue.



MARIO BENEDETTI, EL PENSADOR CRÍTICO

CRITICANDO A LOS CRÍTICOS


En cierto modo es comprensible que para algunos lectores y numerosos autores, el crítico literario o de arte resulte una suerte de ogro en ejercicio, poseedor de una glándula intelectual que segrega venenos en dosis maximas y mínimas.
Hace un siglo escribió Disraelí: "¿sabéis quiénes son los críticos? Hombres que fracasaron en la literatura y en las artes". "Todo crítico es un fracasado", reza más escuetamente una de esas tantas ideas recibidas que representan la máxima sabiduría para algunas personas; entre ellas para los fracasados que no ejercen la crítica.

El derecho al error

Es verdad que en ciertas ocasiones el crítico es un fracasado, o por lo menos un escritor que alguna vez tuvo suficiente autoexigencia como para darse cuenta de que la novela o la oda que tenía escondidas en la última gaveta de su mesa, sencillamente no valían la gloria, pero sobre todo no valían la pena. Quien piensa que todo crítico es un fracasado, le está negando al crítico personería intelectual, y eso es un erróneo trasplante de culpas.

Reconozcamos que el crítico es, en algunos casos, un ser exasperado y con bastante más frecuencia, un ser exasperante. Aun la verdad lisa y llana tiene un alto poder de irritación; cuánto más no habrán de tenerlos ciertos vicios de la profesión tales como la lectura distraída, el consejo presuntuoso, la ironía brillante pero injusta. El mal crítico tiene diversos modos de ocultar sus carencias. Lo peligroso es, sin embargo, cuando existe un mal crítico dentro del bueno.

En este sentido, la amistad constituye a veces la palabra clave. Hay críticos que, por el solo hecho de referirse al libro de un amigo se sienten obligados a elogiarlo sin medida; pero hay otros, en cambio, que se sienten obligados a vapulearlo con especial vigor, a fin de que nadie se atreva a pensar que la amistad ha pesado en el juicio.

"Nunca se le ha levantado una estatua a un crítico" decía Sibelius, pero no hay que olvidar que él, opinaba desde su propio pedestal. Todos los críticos actuales fueron alguna vez aprendices de críticos; el aprendizaje no es una deshonra, sino una necesidad. No importa demasiado cómo y por qué se aprende. Hay quien aprende a los golpes, pero también hay quien no aprende de ningún modo. El más honesto de los críticos pueda equivocarse; por supuesto el error no inhabilita al crítico. Inhabilita en cambio al aprendiz apurado, deshonesto o incompetente, que vierte inapelables opiniones sobre libros que jamás leyó; que se acerca a una obra, a un espectáculo o a una exposición dispuesto de antemano al elogio o a la diatriba.



Un Malentendido Inevitable


Frente al mundo rico pero intrincado de muchos poetas, el crítico tiene que buscar su ábrete sésamo. Sucede que a veces lo consigue y lo pronuncia, pero no se da cuenta que la puerta que se abre no es la que él quiere sino la de al lado. Y el poeta no se anima a llamarlo para aclararle: "Señor, se equivocó de puerta. Yo tengo inhibiciones, pero son otras". Después de todo es un malentendido casi inevitable. El poeta se oculta: sobre un sutil cañamazo de verdades, miente a sabiendas ("también la verdad se inventa" escribió Machado), despista al crítico, le escamotea sus claves. Luego se queja de que el crítico no lo entiende. Desde un punto de vista poético el poeta hace bien en camuflar su mundo. Desde un punto de vista crítico, el crítico hace bien en hurgar y crear su teoría, aunque ésta pueda ser errónea.

Unos la escriben, otros la leen, otros más la sufren. Cada cultura y además cada momento de una cultura tienen, por lo general, la crítica que se merecen. Hubo un crítico musical norteamericano James Gibbons Huncker, que en 1905, escribió: "El crítico es un hombre que espera milagros". Tal vez la mayoría de los críticos ya no los esperan, pero por si acaso, por si alguno de ellos es aún tan ingenuo, o tan tonto, o tan sabio como para ser un hombre que espera milagros, invito al lector a que lo acompañemos solidariamente en esa espera.


ENTREVISTA A MARIO BENEDETTI

'La tregua' me abrió el público del exteriorMaría Esther Gilio - Brecha

Me gustaría que empezaras por recordar tu vida en el momento en que escribiste La tregua. ¿Por qué esa historia difícil de imaginar en un escritor joven? ¿Qué edad tenías cuando la escribiste?
No tan joven. Ya estaba casado. Tendría 25.
Hoy estarías saliendo de la adolescencia. ¿Cómo fue, entonces, que se te ocurrió esa historia?
Yo trabajaba en las oficinas de Piria, donde estuve 15 años. Entré como pinche y llegué a gerente. En una época tenía tres empleos, y Luz también trabajaba. Claro que entonces uno podía conseguir los tres empleos. En un momento, siendo yo oficial de contaduría, mi jefe, viudo desde hacía un tiempo -un tipo muy bien, muy macanudo y muy calmo-, empezó a comportarse con una alegría de vivir que en él era desconocida. Un día yo le digo "Pero don Diego, ¿qué le pasa que está tan bien últimamente?".
Él, para vos, era un viejo. ¿Qué edad tiene Santomé?, ¿cincuenta?
Más o menos cincuenta. Cuando le pregunto me dice "Vamos al café, te voy a contar". Fuimos. "Estoy enamorado", me dice. "Pero el problema es que esta muchacha tiene la mitad de mis años. Tiene 26. ¿Qué voy a hacer?" "¿Por qué no se casa?", le digo yo.
Y volvió a enviudar.
Eso pasa en la novela. En la vida pasó lo que era lógico, él murió antes que ella.
Me explicaste alguna vez que Avellaneda debía morir para que ese amor no fracasara.
Sí. Para evitar el fracaso había que matar a Avellaneda. Cuando salió la novela, unas cincuenta mujeres hicieron una reunión en un apartamento de Pocitos, a la que me invitaron. Allí me reprocharon que hubiera matado a Avellaneda. Yo les decía que la había matado en beneficio de la historia de amor. En 15 años Santomé iba a ser un viejo, tal vez moriría. Qué triste. Más o menos las convencí.
Tu visión, en ese momento, era que tal diferencia de edad indefectiblemente terminaba con el amor. ¿Pensás hoy lo mismo?
Hoy tenemos muchos ejemplos en contrario. Picasso, Alberti, Casal, Borges.
¿Cómo era Montevideo en la época de la novela?
Estábamos en el auge del empleo público. La familia para considerarse familia debía tener un miembro empleado público.
Estaba aquella frase tuya donde decías que Uruguay era la única oficina del mundo que había alcanzado la categoría de república. Tus poemas de la oficina también son buenísimos. Pero no eras empleado público.
Era, sí. Antes de trabajar en Piria trabajé cinco años en la Contaduría General de la Nación. En esa época, para despedir a un empleado público creo que debían reunirse las dos cámaras. Tenía que haber desaparecido con el tesoro de la nación o matado al jefe de la oficina. Despedir era casi imposible. El empleo público era la seguridad. Y este país era el país de la seguridad. La gran palabra era esa. Hasta que vino la dictadura y todo eso se fue al demonio. Echaron, nombraron a dedo.
La tregua fue la primera novela que escribiste.
No, la primera fue Quién de nosotros, donde la historia está relatada desde tres lugares diferentes. Son tres versiones de una relación de pareja.
Una especie de Rashomon.
Puede ser, era la época. Hay un marido que escribe su diario, una mujer que escribe al marido una larga carta donde le dice que se va con su amigo, el de él, y finalmente, está la versión del amigo -que era escritor- y hace un cuento sobre la relación con la mujer, pero con notas al pie de página donde contradice todo lo que aparece ocurriendo en el cuento.
A Onetti le gustaba mucho esa novela.
Sí, cuando la leyó me llamó y me dijo "Me echaste a perder una novela que estaba escribiendo con la misma técnica".
En Quién de nosotros tenés una estructura que facilita el camino. En cambio en La tregua te enfrentás a uno de los difíciles problemas que se le plantean al novelista: desde dónde se cuenta la historia, quién la cuenta.
Con La tregua barajé varias posibilidades. Que contara un narrador en tercera persona, pero me pareció que para que el tema tuviera la comunicación y el calor necesarios tenía que ser el protagonista quien contara. Santomé, él sería el mejor instrumento.
Era, además, a través de él que te había llegado.
Claro, aunque yo lo cambié mucho a él, y a las circunstancias de su vida. Le adjudiqué tres hijos, decidí que uno fuera homosexual. Un día, años después -Fiorello, mi compañero de oficina, ya había muerto-, me encontré con el único hijo que tenía. Me dijo "¿Cómo lo metiste al viejo en la novela?". Yo nunca lo había dicho. Pero ellos se dieron cuenta.
¿Conociste a quien luego llamaste Avellaneda?
Sí, la conocí. Físicamente no tenía nada que ver con el personaje. Y en el resto no sé. La edad sí era la misma.
En La tregua hay otros personajes.
Esos son inventados. El amigo que viene del exterior, que me permite alguna alusión a lo político. En ese momento la situación política empezaba a mostrar fisuras. Había que hacer alguna referencia. Pero además había que meter algún personaje, describir alguna situación que pusiera un poco de aire en el relato, que lo sacara de la encerrona total. La novela no podía circunscribirse al mesurado y sobrio idilio de Santomé con Avellaneda.
En ese momento ya habías escrito cuentos. Montevideanos, por ejemplo; una novela, Quién de nosotros, y poesía. Poesía seguramente desde chico.
Sí, desde la infancia. Las primeras las escribí en alemán porque iba al Colegio Alemán.
Qué curioso que tu padre siendo italiano te mandara al Colegio Alemán.
Mi padre era químico y por ese lado admiraba mucho a los alemanes. Pero, estando yo en el último año de primaria, un día llego a casa y le digo "¿Sabés, papá? A partir de mañana cuando el profesor entre a clase tenemos que saludarlo así, con la mano levantada". Mi padre me dijo "Te quedan 15 días para terminar sexto. Vas a ir esos 15 días pero secundaria no la vas a hacer ahí". Estaba indignado.
Sería el año 32.
Sería. Hindenburg era el presidente de Alemania y Hitler el primer ministro.
Volviendo a tu novela. Santomé, a menudo, se encuentra con Avellaneda en un café. ¿Es alguno de los cafés que conocemos?
Sí, es ahí en el café que se le declara. El café es el Sorocabana de 25 de Mayo. Allí escribí la novela.
No se me hubiera ocurrido. No te veo escribiendo en un café. ¿Dónde te sentabas para escribir?
En una mesa cualquiera. Nadie me conocía. Si fuera ahora, imaginate. Pero en esa época era lo único posible. Tenía dos horas al mediodía. En lugar de irme a Malvín y volver en el 142, me iba allí, pedía un refuerzo, un café y escribía.
A mano, claro.
Sí, a mano. Después la pasaba en la Olivetti. Varias veces, porque corrijo mucho.
¿Qué corregís?
La historia queda. Cambio frases.
La vez pasada me dijiste que habías tirado una novela entera. Y añadiste que cuando corregís siempre es borrando, nunca agregando.
Sigo la receta de Rulfo que decía "La mejor autocrítica es el hacha".
Conrad no lo dice así pero dice algo parecido, cuando proclama la austeridad, la necesaria sequedad del texto.
Yo te voy a decir una cosa. No entiendo bien el éxito de La tregua, tiene más de 150 ediciones. No creo que sea mi mejor novela.
¿La mejor sería Gracias por el fuego?
Tampoco. Yo creo que la mejor que escribí es La borra del café. Es la única que en algún sentido es autobiográfica. O que por lo menos lo es en el envase, pues el protagonista es totalmente inventado pero vive en los barrios donde yo viví.
¿Cuáles son esos barrios?
Capurro -uno de los más queridos- Malvín, Punta Carretas.
Pero La tregua algo tiene que tocar en la gente.
Es una historia de amor. Creo que no es cursi.
Ahí está aquel diálogo de Avellaneda con Santomé donde ella le cuenta qué entiende la madre por felicidad. Esa idea menos ambiciosa, más modesta de lo que es la felicidad es posible que sirva a mucha gente.
Algo así habrá. No sabés cuántas veces la han dado en radio, cine, teatro, televisión. A veces bien hecha, a veces mal. En Colombia, por ejemplo, hicieron una versión desastrosa. Metieron complicaciones con el narcotráfico. Yo sólo les había exigido que la ubicaran en Uruguay. Nunca imaginé que saldrían con algo así. La tregua me conquistó un público de afuera. Cuando la hicieron en televisión con Héctor Alterio y Ana María Picchio fue fantástico. A mí me gustó más esta versión que la hecha en cine.
¿Por qué te gustó menos la hecha en cine?
Porque trasladaron la acción a Buenos Aires, además de cambiarle la época.
Transcurre en pleno peronismo.
Lo que pusieron de cosa política no es mucho, pero ¿para qué? Yo estuve algo distanciado de Renán por ese motivo. Después, cuando se propuso hacer Gracias por el fuego me llevó a España el libreto. Le hice varias observaciones que aceptó. Pero los productores exigieron, al final, unas carcajadas totalmente ridículas que él tuvo que aceptar y nos disgustaron a los dos: a él y a mí.
Estoy segura de que, como siempre, tenés algo en prensa.

Justamente, un libro de poemas, El mundo que respiro, un libro de un señor de 80 años.
Que trabaja como un señor de 40.
Sí, trabajo mucho.
¿Un libro un poco amargo?
No, más existencial, donde la muerte está más presente, menos político. También estoy preparando un libro de cuentos que tal vez termine para fin de año. Son cuentos breves.
Quizá en eso de la brevedad te influya tu trabajo con los haikus.
Puede ser. Tú no sabés cómo me divertí haciendo ese libro. Cien haikus quedaron afuera.
Ahora que han pasado muchos años de tu vuelta, ¿cómo ves el exilio?
Yo estuve en cuatro países. Cuando uno no elige irse, el irse tiene cosas muy malas. Pero también cosas interesantes. Otras historias, otra cultura, a veces otra lengua. Creo que uno madura de otra manera. Yo seguí escribiendo sobre montevideanos, esta vez exiliados, y como siempre de clase media. Esta es una limitación que no he trascendido. Todavía.



APUNTE BIOBIBLIOGRÁFICO

MARIO BENEDETTI, EL AUTOR
Mario Benedetti nació en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920. Se educó en el Colegio Alemán de Montevideo y el Liceo Miranda, y trabajó como vendedor, taquígrafo, contable, funcionario público y periodista. Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires, y, en 1945, de regreso a Montevideo, se integró en la redacción del célebre semanario Marcha; allí se forma como periodista junto a Carlos Quijano, y formará parte de su equipo hasta 1974 con la clausura de la publicación. Ese mismo año, 1945 publica su primer libro de poemas, La víspera indeleble, que no se volverá a editar.
A la aparición de su primera obra ensayística, Peripecia y novela, (1948) siguió, en 1949, su primer libro de cuentos, Esta mañana, y, un año más tarde, los poemas de Sólo mientras tanto. En 1953 aparece Quién de nosotros, su primera novela, pero es el volumen de cuentos Montevideanos (1959) --en los que toman forma las principales características de la narrativa de Benedetti-- el que supuso su consagración como escritor. Con su siguiente novela, La tregua (1960), Benedetti adquiere proyección internacional: la obra tuvo más de un centenar de ediciones, fue traducida a diecinueve idiomas y llevada al cine, el teatro, la radio y la televisión.
Por razones políticas, debió abandonar su país en 1973, iniciando así un largo exilio de doce años que lo llevó a residir en Argentina, Perú, Cuba y España, y que dio lugar también a ese proceso bautizado por él como desexilio: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario.
Su amplia producción literaria abarca todos los géneros, incluso famosas letras de canciones, y suma más de setenta obras, pero entre ellas destacan sus recopilaciones poéticas Inventario e Inventario Dos, los cuentos de La muerte y otras sorpresas (1968), Con y sin nostalgia (1977) y Geografías (1984), las novelas Gracias por el fuego (1965) y Primavera con una esquina rota, que en 1987 recibió el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional, así como la irrepetible novela en verso El cumpleaños de Juan Ángel.

CRONOLOGÍA

Año Acontecimiento
1920 Nace en Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó (Uruguay), el 14 de septiembre.
1928 Inicia sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo.
1934 Entra en la Escuela Raumsólica de Logosofía.
1935 Estudios secundarios. Un curso en el Liceo Miranda, el resto en condición de libre. Desde los catorce años trabaja ocho horas diarias en la «Will L. Smith, S.A., repuestos para automóviles».
1938 Entre este año y 1941 reside casi continuamente en Buenos Aires.
1945 Entra a formar parte del equipo de redacción del célebre semanario Marcha; allí se forma como periodista junto a Carlos Quijano. Permanecerá en el equipo hasta su clausura en 1974. Publica su primer libro de poemas La víspera indeleble que no se volverá a editar.
1946 Se casa con Luz López Alegre.
1948 Dirige la revista literaria Marginalia. Publica el volumen de ensayos Peripecia y novela.
1949 Miembro del consejo de redacción de Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época. Publica su primer libro de cuentos: Esta mañana.
1950 Publica Sólo mientras tanto (poesía), editado por Número.
1951 También Número se hace cargo de las ediciones de Marcel Proust y otros ensayos y El último viaje y otros cuentos. Ambas obras quedarán posteriormente integradas a otros títulos.
1952 Participa activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos; es su primera acción de militante.
1953 Publica su primera novela, Quién de nosotros.
1954 Director literario de Marcha.
1956 Publica Poemas de la Oficina.
1957 Viaja a Europa por primera vez, visitando nueve países, como corresponsal de Marcha y El Diario.
1959 Aparece su volumen de cuentos Montevideanos, pieza clave en la concepción urbana y «montevideana» de su literatura narrativa. Viaja a Estados Unidos, donde permanece durante cinco meses.
1960 Publica La tregua, su novela más difundida, y El país de la cola de paja, ensayo sobre la crisis «moral» por la que atravesaba su país.
1961 Recopila sus crónicas humorísticas, firmadas por Damocles, en el volumen Mejor es meneallo.
1963 Inventario, Poesía 1950-1958 y Poemas del hoyporhoy.
1964 Codirige la página literaria semanal «Al pie de las letras» del diario La mañana y publica crítica de teatro en el mismo periódico. Colabora como humorista en la revista Peloduro.
1965 Publica la novela Gracias por el fuego. Escribe crítica de cine en La tribuna popular.
1966 Viaja a La Habana para participar en el jurado de novela del concurso Casa de las Américas, y a París, donde reside durante un año.
1967 Publica Letras del continente mestizo en el que reúne ensayos y artículos sobre literatura Latinoamericana. Vuelve a Cuba para participar en el jurado del concurso Casa de las Américas. Participa en el Congreso "Encuentros con Rubén Darío". Viaja a México para participar en el II Congreso Latinoamericano de Escritores.
1968 Participa en el Congreso Cultural de La Habana con la ponencia "Sobre las relaciones entre el hombre de acción y el intelectual". Publica Sobre artes y oficios, recopilación de artículos sobre literatura europea y norteamericana, y el libro de cuentos La muerte y otras sorpresas. Miembro del Consejo de Dirección de Casa de las Américas, donde funda y dirige el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas.
1969 Viaja a Argel, invitado al Primer Festival Cultural Panafricano. Publica Cuaderno Cubano que incluye poemas, artículos y entrevistas a propósito de Cuba y de su experiencia profesional en aquel país.
1971 Funda, junto con otros ciudadanos uruguayos, el Movimiento de Independientes "26 de marzo" que integrará, poco más tarde, la coalición de izquierdas Frente Amplio. Publica El cumpleaños de Juan Ángel. Es nombrado director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo.
1972 Publica Crónica del 71, compuesto de editoriales políticos publicados en el semanario Marcha en su mayoría, un poema inédito y tres discursos pronunciados durante la campaña del Frente Amplio. También publica Los poetas comunicantes, con entrevistas a diversos poetas latinoamericanos de su generación.
1973 A raíz del golpe militar renuncia a su cargo en la Universidad y debe abandonar el país por razones políticas. Se exilia a Buenos Aires.
1974 Publica El escritor latinoamericano y la revolución posible.
1975 Abandona Argentina tras ser amenazado de muerte por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), y marcha a Perú.
1976 Vuelve a Cuba, esta vez como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas.
1977 Aparecen su libro de cuentos Con y sin nostalgia y el de poemas La casa y el ladrillo.
1979 Publica Pedro y el Capitán (obra teatral), y Cotidianas (poesía).
1980 Se traslada a Palma de Mallorca. Empieza a escribir su novela Primavera con una esquina rota.
1981 Publica su libro de poesía Viento del exilio.
1982 Publica Primavera con una esquina rota y su antología Cuentos. Inicia su colaboración semanal en las páginas de "Opinión" del diario El País. El Consejo de Estado de Cuba le concede la Orden Félix Varela.
1983 Traslada su residencia a Madrid.
1984 Versión cinematográfica de Pedro y el Capitán. El teatro Ictus de Santiago de Chile adapta a la escena su novela Primavera con una esquina rota. Publica Geografías, (cuentos y poemas) y El desexilio y otras conjeturas (ensayos).
1985 Con la restauración de la democracia en Uruguay vuelve al país. A partir de este momento residirá una parte del año en Montevideo y la otra en Madrid. Miembro del Consejo Editor de la nueva revista Brecha, que da continuidad al proyecto de Marcha, interrumpido en 1974.
1986 Aparecen Cuentos Completos y Preguntas al azar (poesía). Premio Jristo Botev de Bulgaria, por su obra poética y ensayística.
1987 Galardonado en Bruselas por Amnistía Internacional con el premio Llama de Oro por su novela Primavera con una esquina rota.
1988 Publica su libro de poemas Yesterday y mañana.
1989 Publica su libro de cuentos Despistes y franquezas y el de ensayo La cultura ese blanco móvil. En el volumen Canciones del Más Acá reúne sus numerosas letras de canciones que se van incorporando al repertorio de más de cuarenta cantantes. Condecorado con la medalla Haydeé Santamaría por el Consejo de Estado de Cuba. Como ejemplos significativos de la gran difusión de su obra cabe señalar que en este año La tregua llega a la 75ª edición, Gracias por el fuego, a la 46ª, El cumpleaños de Juan Ángel, a la 30ª, Inventario, a la 31ª, Pedro y el capitán, a la 15ª y La muerte y otras sorpresas, a la 27ª.
1991 Publica el libro de poemas Las soledades de Babel y el de ensayos La realidad y la palabra, una aproximación a los grandes temas de la reflexión contemporánea, situados en Latinoamérica, y un interesante recorrido por los principales autores y corrientes de su literatura.
1993 Inaugura en la Universidad de Alicante el Congreso "Literatura y espacio urbano". Publica la novela La borra del café.
1994 Aparece en Madrid Inventario dos (1985-1994), recopilación de su obra poética. Imparte en la Universidad de Alicante el curso de doctorado "Un creador nos introduce en su mundo". Comienza la aparición en Argentina de su obra completa desarrollada en 36 volúmenes.
1995 Aparece en España su recopilación Cuentos completos, el conjunto de ensayos El ejercicio del criterio y El olvido está lleno de memoria (poesía).
1996 Se publica en Montevideo y en España la biografía de Benedetti realizada por Mario Paoletti titulada El Aguafiestas. Recital "A dos voces" con Daniel Viglietti en la Universidad de Alicante. En Argentina se publica el volumen 28 de las Obras completas y la novela Andamios.
1997 Investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante.
Preside el 'Congreso Internacional Mario Benedetti' organizado por la Universidad de Alicante.
Publica el libro de poemas La vida ese paréntesis.
Investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid.
1999 Participa en Alicante en la presentación del libro Mario Benedetti: Inventario cómplice y ofrece una lectura de sus últimos cuentos inéditos. Se crea en la Universidad de Alicante el Centro de Estudios Latinoamericanos Mario Benedetti.
Publica Buzón de tiempo (cuentos) y Rincón de haikus.
VIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

jueves, 21 de mayo de 2009

Yuria 49



Pintores residentes en el estado de Chiapas que participaron en la exposición dedicada al poeta Jaime Sabines organizada por la Universidad Autónoma de Chipas a cargo de Patricia Mota Bravo, en el museo de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.


El ritmo pendular de una vocación[1]

Dolores Castro

Rosario Castellanos aparece deslumbrante en la memoria de sus lectores, de sus amigos, por su fino trato, su apasionada forma de ver la vida y expresarla; inteligencia fina para desentrañar las raíces más profundas de los acontecimientos, de los personajes, de sus sueños, de las personas, del sueño de vivir.
Aparece en mi memoria y siempre me conmueve como mujer dueña de su destino, por trágico que fuera, siempre en el pendular movimiento de su voluntad hacia el amor, hacia la justicia y obedeciendo con disciplina y trabajo a su vocación de escritora, tan íntimamente unida a su actuación en la vida.
Dedicó gran parte de su energía a la enseñanza como maestra en la cátedra universitaria, como escritora para sus lectores, como consejera para sus amigas, como madre para su hijo Gabriel.
Ella es la escritora que practicó todos los géneros literarios con éxito: la poesía lírica, en la que alcanza cumbres como Lamentación de Dido, y luego, en su regreso a Chiapas en el cuento con las raíces de su infancia, los poemas de El rescate del mundo; y en la poesía que avanza cada vez más hacia lo profundo, en la universalidad del hombre y en su destino profundamente humano, de su libro Al pie de la letra, y va desde un tratamiento altamente lírico en Lívida luz, a su próximo título, Materia memorable, en el que inicia una transformación: de la expresión simbólica y metafórica de gran altura al verso coloquial en poemas originalísimos de sus tres últimos libros: En la tierra de en medio, Otros poemas y Viaje redondo.
Como narradora Rosario escribió la inolvidable Balún Canán, fruto de su conciencia social, de su creatividad, su inteligencia que ilumina la vida de esa niña, y dibuja el entorno, diseña vivamente los personajes, elemento histórico y sus problemas en la relación de indígenas y mestizos.
En su narrativa, especialmente en Balún Canán y Oficio de tinieblas, Rosario desencadena la realidad de su familia, la del grupo social al que pertenece, la realidad histórica y sobre todo la de ella misma, tanto como su situación en el mundo, en el tiempo, en lo sagrado y lo mágico, en la tierra que pisa, ya que no tiene interés en descubrir lo folklórico sin el conflicto que sitúa a los personajes entre la vida y la muerte; entre poderes que engendran muerte, violencia, dolor, soledad. Vínculos que se establecen constantemente entre el sojuzgador y el sojuzgado que pueden darse entre los ladinos, entre los indios, sobre todo en las relaciones de ladinos con indios, presentado en estas relaciones los conflictos, sin que el propósito sea polarizador, sino vivamente representativo.
Biografía y anécdota son las fuentes principales de la obra singular de Rosario Castellanos, tanto en poesía como en los demás géneros que ella cultivó. Personajes de Chiapas aparecen con toda su originalidad en Ciudad Real y Los convidados de agosto y anécdotas en Álbum de familia, que relata la presencia de Gabriela Mistral en México y la visita de las escritoras de los años cincuenta.
Recordemos también sus ensayos literarios sobre Virginia Wolf y sobre tantos escritores, los más importantes de su obra. También sus ensayos periodísticos en los que su fina ironía se expresa cotidianamente. O bien defendiendo a los más débiles, a las mujeres, a los indígenas en su lucha contra la injusticia.
Su labor plena como escritora se manifiesta en las obras dramáticas; obras como Judith y Salomé, escritas en verso, obras dramáticas en prosa de crítica social en defensa de la mujer.
Presente en lo mas sensible de la memoria, el recuerdo de Rosario: menuda, esbelta, sonriente, con la ironía a flor de boca, brillante, en medio de la franca risa de su acompañantes, generosa, noble, valiente, se me agotan los adjetivos y la sigo contemplando en el tiempo, en el tiempo de nuestra mistad desde el año 1942 hasta su muerte. Amistad que resistió al tiempo, al destino, a la distancia, a la muerte misma. La recuerdo firme, moviéndose al ritmo pendular de su amor, de su afán de justicia, inmortal.




Rosario Castellanos

Otto Raúl González


A partir de 1940 comencé a escribir poemas- dijo Rosario Castellanos-. Mis primeras influencias fueron las más fáciles de adquirir, ya que mi formación literaria era muy deficiente. En 1948 encontré un libro revelador, la Antología laurel. Allí leí Muerte sin fin, que me produjo una conmoción de la que no me he repuesto nunca. Bajo su estímulo inmediato, aunque como influjo no se note, escribí en una semana Trayectoria del polvo. Es una especie de resumen de mis conocimientos de la vida, sobre mí misma y sobre los demás. Supuse que la mejor manera de expresarme era el poema largo, de gran aliento, aunque yo no lo tuviera”.

La decisión de Rosario de escribir un poema largo es ejemplar porque puede servir como enseñanza a todos los poetas que comienzan. Poema largo, poema de gran aliento, dice y agrega: “aunque yo no tuviera”, reconocimiento de sincera modestia, porque el aliento le sobraba.

Pero sigamos escuchando sus palabras: “Llegué a la poesía tras convencerme de que los otros caminos no son válidos para sobrevivir. Y en esos años lo que más me interesaba era la supervivencia. Las palabras poéticas constituyen el único modo de alcanzar lo permanente en este mundo. Por esos años y después de una fuerte crisis religiosa, dejé de creer en la otra vida”.

A la pregunta de Emmanuel Carballo: ¿Dónde y con quiénes te diste a conocer?, Rosario responde: “Me dí a conocer con un grupo de jóvenes más o menos de mi misma edad, en la revista América. Entre ellos figuraba Dolores Castro, con quien me unió una amistad muy íntima y de muchos años (juntas cursamos desde el tercero de secundaria hasta la profesional). En Filosofía y Letras conocimos a Emilio Carballido, Sergio Magaña, Jaime Sabines (él y yo de Chiapas). Luisa Josefina Hernández y varios escritores hispanoamericanos: Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Otto- Raúl González, Tito Monterroso y Carlos Illescas. Era un grupo coherente. Nos llevábamos muy bien, tal vez porque no mezclábamos la vida privada con las cuestiones literarias. Miguel Guardia también pertenecía a este grupo”.

Con gran clarividencia, Rosario apunta que “las palabras poéticas constituyen el único modo de alcanzar lo permanente de este mundo”. Esta frase es casi una definición de la poesía no se puede definir, pero se intenta definirla mediante aproximaciones y ésta de Rosario nos acerca bastante a ella. ¿Acaso la poesía no es la búsqueda de la permanencia en este mundo?

Volviendo al grupo, Rosario afirmó: “En aquellos años, el estilo y los propósitos era un tanto confusos. Unos a otros nos influíamos a causa de lecturas



mutuas y, paralelamente, por admiraciones literarias compartidas. Nuestras influencias provenían de los libros, nunca de los autores en persona”.

Nada más cierto y evidente. Nos prestábamos mutuamente libros y revistas, que luego comentábamos en el café de la escuela, en la calle o en donde fuera.

Nos hacíamos y contábamos chistes y jugábamos con las palabras, el sarcasmo y la ironía, era allí donde brillaba más el talento de Rosario, era terrible y despiadada. Recuerdo que yo tenía un sobrino de doce o trece años que se llamaba Walter y Rosario inventó que era mi Walter ego. Fue cuando yo me sentí editor y publiqué en la editorial de Bartolomeu Costa Amic los primeros trabajos de mis amigos y compañeros. Así aparecieron Trayectoria del polvo, en 1948, el primer poemario de Rosario Castellanos; Cuando zarpe el barco, obra de teatro de Wilberto Cantón; un ensayo de Fedro Guillén y un poemario del joven costarricense Alfredo Sancho.

Lo primero que leí de Rosario fueron unos sonetos que me mostró Roberto Girón Lemus, otro estudiante guatemalteco que también se había inscrito en Mascarones, y que por aquellos días era su novio. Le devolví los poemas a Roberto y, muy ufano, me dijo: “mañana te la presentaré en la escuela”. Fue así como entré en el maravilloso universo de la amistad de Rosario Castellanos y me integré al grupo de los incipientes literatos, formado por los ya nombrados y a los que hay que agregar los siguientes: Rubén Bonifaz Nuño, Ricardo Guerra, Emilio Uranga, Salvador Reyes Nevares, María Elena Martínez Tamayo, Wilberto Cantón y Fedro Guillén.

El grupo se fue haciendo más idóneo poco a poco. Nos frecuentábamos y nos veíamos incluso los sábados y los domingos para hacer alguna pequeña reunión o algún baile en la casa de Rosario de la Avenida Constituyentes o para ir aun día de campo a Amecameca o a otro lugar cercano. Rosario contaba, entre otras maravillas, con un “Ford” que su padre le permitía conducir los domingos.
Quien más visitaba su casa era el estudiante guatemalteco, pero dejó de hacerlo a los pocos días porque…”yo le ponía discos de música clásica para que se aburriera pues ya había dejado de interesarme”. Nunca supe qué hicieron aquellos sonetos de su primera juventud que me hicieron admirarla, aunque sospecho que los quemó alegando que no le satisfacían del todo. Así era Rosario, sumamente exigente con sus trabajos.

Luego, entre todos, tratamos de hacer una revista (barcos de papel o algo así) y solamente logramos que apareciera un número. En seguida colaboramos en la revista América a invitación de marco Antonio Millán y de Efrén Hernández. Eran los años 48,49.50 y 51. Colaboramos también en la revista Suma Bibliográfica (con oficinas en palma sur), fraguada por Lautaro González Porcel, Wilberto Cantón y Miguel Ángel Asturias.


Ya estábamos por terminar nuestras respectivas carreras y las terminamos.
Casi todos seguimos dedicándonos al cultivo de las letras en busca de nuestra permanencia en este mundo, como dijo Rosario, quien luego viajó por Europa en compañía de una íntima Dolores Castro. A su retorno decidió radicar en Chiapas. Allá o sea aquí, escribió poemas, cuentos y las novelas que tanto brillo dieron a su nombre. En las páginas de Balún–Canán, en gran parte autobiográfica, volví a ver a la madre de Rosario, doña Adriana, tocada con el perraje (rebozo) guatemalteco que siempre gustaba usar.

Asistí a los funerales de su madre y ocho días después a los de su padre. Don César Castellanos murió de un paro cardiaco cuando manejaba su automóvil por la avenida 5 de mayo e iba en compañía de su hija. Rosario tomó el volante y condujo el automóvil hasta su casa. Con qué valor, con qué entereza resistía, los duros embates del destino. Sin duda alguna su signo fue trágico. Y como generalmente sucede a los grandes espíritus, la soledad (ay la soledad) fue su más fiel compañera.

La última vez que la vi era embajadora de México en Israel. Algunos amigos nos reunimos en casa de la poetisa Berta Rosalía González y Rosario estaba radiante. “Quiero mucho a Gabriel” – dijo cuando empezamos a hablar de los hijos -, porque es el único que no me confunde con Rosario Sansores”. Su muerte en lejanas tierras nos apabulló a todos sus amigos. Queda en su obra toda la imagen fiel de su espíritu fuerte y al mismo tiempo exquisito. Siempre sospeché que Rosario estaba hecha de acera y de seda.

Pero hagamos ahora un repaso (breve como exigen las circunstancias) de su valiosa y ejemplar obra literaria, tanto en verso como en prosa, que logró consolidar durante los 26 años que ejerció con mano maestra el oficio de poeta.


Su obra poética está contenida en los siguientes volúmenes: Trayectoria del polvo, Apuntes para una declaración de fe, De la vigilia estéril, El rescate del mundo, Judith y Salomé (dos poemas dramáticos), Al pie de la letra, Lívida luz, Lamentación de Dido, Materia memorable, En la tierra de en medio, Diálogos con los hombres más honrados, y Otros poemas. Con todo este material poético el Fondo de la Cultura Económica dio a la estampa su primera antología en la colección de Lecturas Mexicanas con el número 49, editada por la Secretaría de Educación Pública y el mismo Fondo de Cultura Económica, pero esta vez con el nombre más propicio de Bella dama sin piedad, tomado de uno de sus más hermosos poemas.

Su obra narrativa contiene en dos novelas: Balún-Canán (1957) que es el nombre maya de Comitán y que significa “Nueve estrellas”, y Oficio de tinieblas (1962). Sus ensayos y artículos fueron recogidos en seis o siete volúmenes, incluyendo su tesis profesional Sobre cultura femenina, que causó gran impacto en las letras mexicanas. Sus libros de cuentos son Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971).

Se ha dicho que sus dos novelas y el libro de cuentos Ciudad Real, “conforman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana”, pero Rosario nunca estuvo de acuerdo con tan trivial opinión. Ella misma expresó: “Si me atengo a lo que he leído dentro de esta corriente (la indigenista), que por otra parte no me interesa, mis novelas y cuentos no encajan en ella. Uno de los defectos principales consiste en considerar el mundo indígena como un mundo exótico en el que los personajes, por ser las víctimas, son poéticos y buenos. Esta simplicidad me causa risa. Los indios son seres humanos absolutamente iguales a los blancos, sólo que colocados en una circunstancia especial y desfavorable.

Como son más débiles, pueden ser más malos (violentos, traidores e hipócritas) que los blancos. Los indios no me parecen misteriosos ni poéticos, lo que ocurre es que viven en una miseria atroz. Es necesario describir cómo esa miseria ha atrofiado sus mejores cualidades. Otro detalle que los autores indigenistas descuidan, y hacen muy mal, es la forma. Suponen que como el tema es notable es interesante, no es necesario cuidar la manera como se desarrolla. Como refieren casi siempre sucesos desagradables, lo hacen de un modo desagradable: descuidan el lenguaje, no pulen el estilo… ya que pretenden objetivos muy distintos, mis libros no se pueden incluir en esa corriente”.

En los cuentos de Los convidados de agosto, Rosario presenta (y los somete a duros sarcasmos) los prejuicios de la clase media provinciana; y en los de Álbum de familias se refiere con agudas ironías a los de la clase media urbana. La crítica ha establecido que de casi toda la obra de Rosario Castellanos, “se desprende una clara conciencia del problema que significa para su autora, la doble condición de ser mujer y mexicana”.

Sí, Rosario siempre tuvo un muy agudo sentido crítico, pero no tan profundo, despiadado y veraz como su sentido autocrítico. En célebre entrevista con Emmanuel Carballo, Rosario lo muestra con vigor y conocimiento de causa. La entrevistada dice: “Apuntes para una declaración de fe es un poema malogrado. De las crisis que se padecen en la adolescencia, entre las cuales la religiosa es sólo una, quise rescatar algo, algo que continuara informando mi vida; deseaba darle sentido y justificación a cada uno de mis actos. En los Apuntes me arrastró la retórica. Me llevó a hablar, por ejemplo, del continente nuevo que es América, del que tenía una idea superficial y falsa. La última parte del poema que quiere ser lírica y no logra, está en contradicción con la primera parte, en la que el poema es casi en prosa: incisivo, pletórico de lugares comunes usados de manera deliberada. Entra ambas partes existe una falta de continuidad. Fue muy duramente criticado, sobre todo por Miguel Guardia, quien dijo que en él las influencias formaban legión. A partir de entonces no volví a frecuentar ese camino”.

Creo que se necesitan muchas agallas para manifestar ese tipo de autocrítica, para reconocer los propios errores, y creo también que ese don lo tienen solamente las personas sumamente inteligentes y Rosario lo era en grado sumo. Poseía, como dice José Emilio Pacheco, “una sensibilidad inteligente”.
A propósito de su poema De la vigilia estéril, Rosario se expresó así: “El título es un desastre. Allí se nota cierta tendencia a la abstracción, tendencia que también es evidente en libro anterior. No me parecía válida la abstracción, por lo menos no deseaba escribir poemas intelectuales. Quería crear poemas si no emotivos por lo menos imágenes referidas a cosas concretas. Leí autores y textos que condujeron a ese mundo de carne y hueso. Para mencionar algunos citaré a Gabriela Mistral y la Biblia. Esas dos influencias, y el deseo de nombrar los objetos que estaban al alcance de mi existencia, dieron por resultado De la vigilia estéril y, después, El rescate del mundo. La vigilia exuda retórica, según se llegó a decir. Y es que, por esos años, poseía una facilidad siniestra para largar los poemas, y me dejaba llevar por ella: una imagen me conducía a otra, un adjetivo traía otro adjetivo. Y así hasta el infinito”.

Poco se ha hablado de la profunda y apabullante crítica social que contiene su poesía, sobre todo en sus trabajos de madurez como En la tierra de en medio y en Otros poemas, en los que se evidencian condenas e ironías contra el machismo y condenas y propuestas en contra de los juicios de la clase media y de la burguesía urbanas.

Muchos son los trabajos literarios que se han publicado alrededor de la obre, la vida y la personalidad de Rosario Castellanos. Entrevistas, artículos, estudios, ensayos y hasta biografías. Según la maestra e investigadora de la UNAM, Aurora Ocampo, más de quince tesis se elaboran al año sobre Rosario Castellanos. La mejor entrevista, según Elena Poniatowska, la realizó Beatriz Espejo, en su texto intitulado La paloma. Y según la misma escritora, el trabajo más exacto y amoroso es el de María Rosa Fiscal en su ensayo La imagen de la mujer narrativa de Rosario Castellanos. Antes de morir, Rosario Castellanos grabó varios de sus mejores poemas para la colección Voz viva de la UNAM. El prólogo se le encargó a José Emilio Pacheco.

En 1985 el crítico Emmanuel Carballo asentó: “En poemas y ensayos, cuentos y artículos de prensa, novelas y notas críticas, obras de teatro y tesis de grado, supo ser en igual medida una mujer y una artista.

Como mujer fue una de las principales precursoras del movimiento de liberación femenina, no solo por las ideas que expuso sino por la capacidad con que desempeñó las tareas docentes, administrativas e intelectuales. En una sociedad como la nuestra, organizada en torno a conceptos diseñados por los hombres para su propio beneficio, Rosario Castellanos desterró el lugar común de la inferioridad de la mujer respecto al hombre: su inteligencia, coherencia y aptitud para las letras estuvieron por encima de casi todos los miembros de su generación”

Elena Poniatowska ha dicho que la tesis de grado presentada en 1950 por Rosario Castellanos, donde negó la existencia discriminatoria de una “cultura femenina”, es el punto de partida intelectual para la liberación de las mujeres en México. Y agrega “el 15 de febrero de 1971, cuatro años antes de que se celebrara en nuestro país el Congreso Internacional de la Mujer, y tres anteriores a su muerte, Rosario Castellanos habló por primera vez en México, en una tribuna pública (el museo Nacional de Antropología) y ante el presidente Luis Echeverría, de la causa de la mujer. Considero que su discurso podría ser el punto de partida del feminismo en México, aunque luchadoras como Adelina Zendejas y Amalia Castillo Ledón habían conseguido del presidente Adolfo Ruiz Cortines el voto para la mujer, pero de los derechos femeninos no se había hablado en forma tan explícita como lo hizo Rosario. Resulta sorprendente porque en su tesis para obtener su maestría en letras sobre cultura femenina, Rosario no sólo pretendía liberar a las mujeres sino que entre burlas y veras, ironiza acerca de la condición femenina. Veinte años más tarde, Rosario hace que las mujeres encuentren su voz”.

“Afirma en el Museo Nacional de Antropología que no es equitativo el trato entre hombre y mujer en México y va asentando, como si los grabara en piedra, sus postulados:

“No es equitativo – y por lo tanto tampoco es legítimo – que uno de los dos que forma la pareja dé todo y no aspire a recibir nada a cambio.

“No es equitativo – así que no es legítimo – que uno tenga la oportunidad de formarse intelectualmente y al otro no le quede más alternativa que la de permanecer sumido en la ignorancia.

“No es equitativo – y por lo mismo no es legítimo – que uno encuentre en el trabajo no sólo una fuente de riqueza sino también la alegría de sentirse útil, partícipe de la vida comunitaria, realizado por medio de una obra, mientras que el otro cumple con una labor que no amerita remuneración y que apenas atenúa la vivencia de superfluidad y aislamiento que se sufre; una labor que por su misma índole perecedera no se puede dar nunca por hecha.

“No es equitativo y contraría al espíritu de la ley que uno tenga toda la libertad de movimientos, mientras que el otro está reducido a la parálisis.

“No es equitativo – luego no es legal – que no sea dueño de su cuerpo y disponga de él como se le dé la real gana, mientras que el otro reserva ese cuerpo no para sus propios fines, sino para que en él cumplan procesos ajenos a su voluntad”.

Finalmente, a juicio de Carlos Monsiváis, “con Rosario Castellanos se inicia la literatura de la mujer mexicana. Ella hizo posible que comenzaran a caer las murallas de Nepantla – la tierra de en medio, la tierra de nadie – que desde Sor Juana habían sido el recinto y la cárcel de nuestras escritoras”.

Seguramente, tal y como lo señaló Elena Poniatowska: “Gracias a Rosario Castellanos, las mujeres mexicanas encontraron su voz”.

CITAS

1.- Entrevista con Emmanuel Carballo en Protagonistas de la literatura mexicana (1962).

Rosario Castellanos*

Elena Poniatowska

Hay un largo trecho entre Rosario Castellanos que publica en 1950 su tesis Sobre la cultura femenina en la UNAM y concluye ante sus jueces que la mujer es incapaz de participar en procesos culturales y la nula importancia y falta de originalidad de su aportaciones la hacen imprescindible, y la Rosario Castellanos que veinte años más tarde defiende a sus hermanas en un discurso memorable en el Centro Nacional de la Productividad en 1970, alegato del que habría de surgir la Rosario indignada que acusa a los hombres el 15 de febrero de 1971 en el Museo Nacional de Antropología frente al Presidente de la República.
En los años cincuenta, Rosario se reunía en la cafetería de la UNAM con sus cuates del alma, Jaime Sabines, Sergio Galindo, Luisa Josefina Hernández, Dolores Castro, Emilio Carballido, Sergio Magaña (a quienes les dedicó sus poemas dramáticos Judith y Salomé). Sus padres habían escogido para ella la Facultad de Química y optó por la de Leyes, pero finalmente se cambió a la de Filosofía y Letras con tal de escuchar a maestros como Paulita Gómez Alonzo, Eduardo Nicol y José Gaos por quienes sintió una profunda admiración. Se convirtió muy pronto en una filósofa y en la más completa, la más entrañable de nuestras escritoras: poetisa, novelista, cuentista, ensayista, dramaturga, articulista.
Digo la más entrañable porque su muerte fue un golpe seco en la conciencia de sus amigos, un dolor lacerante, un trago muy amargo también para aquellos que apenas la conocieron, la muerte fue una constante en su novelas Oficio de tinieblas, Los convidados de agosto y Balún Canán, en su cuentos Ciudad real, en sus poemas, Trayectoria del polvo, De la vigilia estéril, Materia memorable. La muerte acompañó todos los actos de la vida que intento quitarse varias veces. Sus libros tienen que ver con la muerte. No todos los hombres aceptan la realidad de su propia muerte, pero Rosario la aceptó como una alumna ejemplar que levanta la mano en clase para contestar una verdad absoluta.
Originaria de Comitán, Chiapas; nacida el 25 de mayo de 1925, murió en Tel Aviv siendo embajadora de México en Israel. La descarga eléctrica de una lámpara doméstica la fulminó a los cuarenta y nueve años. Al irse se llevó su memoria, todo lo que ella era, su forma de ser río, de ser adiós y nunca. Nosotros la enterramos en México bajo la lluvia, la convertimos en parque público, en lectura para todos.
¿Por qué escribió Rosario? Para que la quisiéramos y recordáramos y también para negar la apreciación que hace de sí misma al responder a esa pregunta en el poema Entrevista en prensa: “Pero señor es obvio. Porque un día de adolescente, me incliné ante un espejo y no vi a nadie.”

*Tomado de: Agenda 2005. Gobierno de Chiapas.




Dos poetas de la tradición

Ricardo Cuéllar Valencia

La poesía cuando es verdadera no necesita acomodarse a las corrientes dominantes de la época dado que cada poeta está en la libertad de elegir la forma más añeja como la más moderna. Todo depende de su audacia y búsqueda formal o, en el mejor de los casos, de las formas que domina y se acomoda a lo que desea contar. Lo que importa es que el ritmo se encuentre en la escritura del poema, ritmo que no es más que la respiración que emana del texto y que el lector atento percibe desde la intimidad de la lectura. Puede recurrirse a la metáfora simple, a la imagen elemental o a las más elípticas formas de la idea o el concepto y si ellas no están ordenadas por ese soplo limpio, interior-exterior de la palabra poética no encontramos poesía, sino vanas frases. Es rito es lo determinante.
Recientemente hemos conocido textos de dos poetas que por su edad pertenecen a la generación de los años cincuenta. No es el momento de explicar por qué su escritura permanece fiel a las formas tradicionales, o mejor dicho, propias de los años treinta y cuarenta en Chiapas. Lo cierto es que Jorge A. Gómez Arguello y Julio Serrano Castillejos instalados en una visión nostálgica, desde la cual recrean su la visión del mundo, cada uno en un tono muy personal, cantan. Aunque pertenecen a la generación de Jaime Sabines y Rosario Castellanos se quedaron instalados en un romanticismo que aunque tardío en los años que empezaron a escribir tenia, entre sus coetáneos, cierta aceptación.
Lo real y efectivo en el espacio de la literatura es que Castellanos y Sabines decidieron romper con ese tono, con esa visión conservadora y lograron otra manera de contar y cantar que de inmediato los ubicó en la modernidad, partiendo y asumiendo las vanguardias que irrigaron todo Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XX en Hispanoamérica. Ellos, Gómez y Castillejos decidieron quedarse instalados en las formas e ideas ya puestas en cuestión. Cada cual es responsable de la manera de concebir la vida y la literatura. Respetable es la decisión de cada escritor cómo y desde qué forma elabora su discurso. Más allá de una discusión lo que nos intereza destacar es que son poetas los dos invitados en estas páginas de Yuria. Leámoslos:




Cuatro poemas de Jorge A. Gómez Arguello

VACÍO

Se van quedando atrás
los años,
se pierde en la distancia
la memoria,
se marchita la piel
y se nubla la vista,
la razón
es confusa, muy profunda,
muy onda.

Y ese peregrinar
tan mío,
se va haciendo cada vez
más lento,
se acabaron aquellos desafíos,
y mi alma sola, muy sola
se pierde en el vacio.

AL MORIR LA TARDE

Y te vas de mi lado
ausente de ti misma,
como se va la brisa,
como se van las sombras,
sin entender si quiera
como apagan la nieve
la calidez del fuego,
poco a poco,
sin prisas,
sin ruegos,
sin amor,
y sin sonrisas…

Así acaban los sueños,
y se muere la tarde.

TRISTEZA
Tristeza, tristeza mía
que caminas muy cerca de mi vera,
presagiando el pasar de los días
como bálsamo tibio en la espera.

Cuantas veces fuiste compañera
en mis noches amargas,
cuantas veces, altiva, altanera,
a mi lado aliviabas mis cargas.

Tristeza, tristeza mía,
cada vez que me aprietas el alma
siento paz, y a fe mía,
en el fondo me mandas la calma.

Es por eso que te amo…
Eres fiel y sincera conmigo,
no hay en ti ni el mas débil asomo,
de dejarme en mi largo camino.

Tristeza, tristeza mía.

LA VENTANA ABIERTA

Deja despreocupado
la ventana abierta
para que puedas
acuñar tus sueños,
tus ilusiones, tus amores,
y al conjuro
de gratas remembranzas,
reviva el corazón
sus esperanzas.

Deja de para en par
la ventana
de los caros anhelos,
para que florezcan
en esta primavera
las azucenas,
los lirios y las rosas,
y al abrevar
lo tibio de su alimento,
llegue a consolar
la espera del invierno.

Deja que las promesas
se realicen
y arrópalas muy fuerte
para que nunca
se marchiten,
y, sopesado ya,
deja por siempre
la ventana abierta.





Dos poemas de Julio Serrano Castillejos


EL CANTO DEL CORAZÓN

Yo soy de pocas palabras
cuando traigo el alma herida
y dedico mis cantares
a aquella mujer endina.

Si voy de vuelta o de ida
no soy menguado ni tibio
y le doy siempre a la vida
el canto que tiene alivio.

Mi valor es la templanza
mi moneda es el cariño
y exploro siempre el venero
de mi cantar infinito.

Yo viví entre los pobres,
entre el lodo y el carrizo
con agua fresca y salobre
bajo el sol tan encendido.

Conocí a las galanas
mujeres de mil caminos
y en sus casas yo comí
los manjares del destino.

Es mi tierra pan de trigo
de bonanza y señorío,
con calles de piedra laja
y un calor enardecido.

Tiene un parque muy hermoso
de sabores pueblerinos,
una iglesia de alto techo
con su altar de limpio piso.

En la fuente principal
de pretil de cal y canto
besé a mi primera novia
en los lindes del encanto.

En los portales bailé
con marimbas y matracas,
nunca las reglas violé
ni me salí de la trancas.

En mi pueblo hermoso tuve
una amiga casta y santa
y con ella me entretuve
de los pies a la garganta.

Las mujeres junto al río
eran flores del vergel
y en el albo caserío
un panal de rica miel.

Mi terruño fue el reflejo
de las noches cristalinas,
donde busca el zorro viejo
a las mujeres divinas.

Si me voy de este mi pueblo
a una zona muy lejana,
me llevo yo los afectos
que me brinda la esperanza

Una cosa sí les digo,
y lo digo con confianza:
quedó enterrado mi ombligo
en los surcos de labranza.


DISTANTE AMANECER


Radiante batallar conmigo mismo,
relámpago de azul, punzante nota,
de injusta sinrazón y el alma rota
resurge mi pasión y el estoicismo.

Simiente de dolor, ese es mi abismo,
bebiendo con placer la amarga gota.
De Dios la imagen a su palabra ignota
disfruto del amor el cataclismo.

Distante amanecer, ribera incierta,
plegarias de papel y llantos vanos,
estar unido a ti, esa es mi suerte,

la entrada a la razón por amplia puerta,
el manto del placer, las blancas manos
de dardos inductores a la muerte.


Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 10 de mayo de 2006.


Del carácter gozoso de la escritura

Guadalupe Ángeles

No se conforma con respuestas a medias, es alguien que busca siempre las últimas consecuencias de aquello que despierta su interés, por eso le atrae la filosofía, la psicología y practica la literatura. La cercanía cotidiana con la frontera norte le ha facilitado el encuentro con otras maneras de leer el mundo. Aprendió de joven que toda obra humana es igual a una obra de albañilería: hay que ir acomodando los elementos en orden: ladrillo, mezcla, ladrillo. Así escribe. Lanza una definición y la argumenta. Usa del lenguaje todas las formas posibles, no teme echar mano de palabras de la vida cotidiana ni de términos elevados, así, conviven en su escritura giros del lenguaje que corre por las calles libremente y concepciones filosóficas. Todo cabe en su prosa efectiva que comunica directamente lo que piensa.
En sus ensayos desmenuza la obra ajena y demuestra las múltiples maneras de entender las páginas que le seducen, por ejemplo: Luis Cardoza y Aragón, a través de su novela, nos es descubierto como magnífico manantial de imágenes esplendorosas, en la segunda estación de su libro Sobre la impura esencia de la crítica, en el que consigna: esta es la base del experimentalismo: aceptar la pérdida y promover el extravió.
Con él aprendí a leer a Borges como un gran humorista, y no como al creador solemne que paraliza.
Afirma que el subconsciente permea la novela.
Fiero crítico no se detiene ante los nombres que gozan de prestigio en el mundo de las letras, si es que tiene que decir algo que tal vez no les guste.
Sus poemas son máquinas perfectas hechas como con huesos humanos, en El órgano de la risa cunde un repertorio de imágenes entrañables.
Al leerlo, uno siente cómo disfruta del lenguaje, su fonética, su significado. No ama la perfección, por eso da rienda suelta a ese amor por los vocablos que nos hace adictos a los juegos de palabras, a los giros del lenguaje donde se encuentran palabras no siempre de la misma familia, para él, la teoría de conjuntos que nos enseñaron en la primaria, no tiene demasiado sentido.
Si lees algunas de sus novelas, forzosamente tendrás algo que discutirle, parece que le encanta la polémica, sacudir conciencias, expresar lo que piensa sin ambages. (Ha publicado en este género: El matasellos, A.b.u.r.t.o, 41 clósets, Al otro lado).
Sabe que la verdadera literatura viene de la vida, por eso quienes van a sus talleres se ven obligados a calibrar su propia experiencia.
Cree en la sanación, en el carácter volátil del Yo y en la felicidad del lenguaje.
No conoce la angustia del escritor estreñido, porque sabe de la fugacidad de toda literatura. Aquello que nos enseñaron de la inmortal obra de arte en la escritura, sabe que es un trabajo de generaciones de intérpretes o traductores y afirma, al mismo tiempo, que la diferencia entre periodismo y literatura es una mera ilusión a la que, de todos modos, quien quiera tenerla, tiene derecho.
Sus ensayos dan cuenta de su erudición, de su curiosidad inagotable, de su amor por las palabras, a las que considera, lúcidamente, como cosas físicas, por ello, cree que el trabajo con la escritura es, antes que nada, un trabajo físico con las cuartillas. Sabe que hay un momento de la creación en que debe dársele libre paso al flujo de los signos en la hoja de papel, ya vendrá luego el momento de la corrección. Afirma, con total conocimiento de causa, que la salud mental es esencial para el surgimiento de ese libre flujo, por tanto, asume la escritura corporalmente sin dejar de lado la psicología.
Cita a Sartre: La literatura es una generosidad innecesaria
Ama las ideas, por eso es capaz de apreciar la obra de autores no avalados por el canon, e informarnos de ella con minuciosidad de relojero.
Abre el camino de la honestidad frente a los talleristas, ya ellos habrán de elegir transitarlo o no.
Muestra el carácter ostensiblemente feliz del Acto de Escribir. Eso se nota en su entusiasmo manifiesto por autores como Ibargüengoitia o Monsiváis. También es notable en la manera en que se conduce al hablar del hecho escritural en sí mismo.
Refiere que intervenir un texto es mejorarlo.
Asume cabalmente el papel del profesor que de entusiasmo a los alumnos, a los que informa, sobre todo con su lenguaje corporal, que escribir puede ser gozoso, que de hecho lo es.
Basta ojear alguno de sus libros de ensayos para abastecerse de opiniones inéditas hasta ahora en la República de las Letras Mexicanas, inéditas por atrevidas y exactas.
Sabe que la vida es más importante que la literatura, por eso le importa más la salud psíquica de los escritores que la forma correcta de su escritura, pues también está convencido de que esto último es responsabilidad única y concreta del autor.
La experimentación y lucidez permean su obra narrativa, la devoción más iconoclasta su poesía.
Y si alguien ha hecho algo --propagar la adicción a la inteligencia-- luego de tomar conciencia de la necesidad de que haya pensamiento y no sólo verborrea en la obra de los autores mexicanos, ese es Heriberto Yépez.




HOMENAJE A EDGAR ALAN POE

Luis Fernando Cuartas


Poe era el Poeta. Una rara y compulsiva relación con la literatura lo unía a la realidad. Él mismo creyó que en los Estados Unidos del siglo XIX, era posible creer en la literatura como una señal de vida, como una profesión de fe y como una garantía de existencia en medio de un industrialismo en ascenso. Más en el caso de Poe, podríamos aplicar esta bella frase de Rilke: lo bello no es más que el comienzo de lo terrible; este hombre huérfano buscó esa condición estética por excelencia, la aspiración a la poesía, la formulación de un código racional de entender el descenso a los infiernos, las claves del nunca más de un cuervo.

A ese hombre que confió en su arte, su medio nunca le permitió poder desarrollarlo en condiciones óptimas. Fue un desventurado como sentenció Baudelaire. Poe desheredado de su padrastro, a penas pasó una breve temporada en la Universidad, dedicado a escribir para pequeños periódicos, a deambular por garitos y descubrir las soledades en los licores del alma más que en las botellas. Buscó indagar en la oscuridad mientras bebía sorbos de luz en una extraña relación entre la ciencia y el misticismo, entre la matemática y los ciclos melancólicos.

En un texto donde manifiesta ese profundo respeto por la ciencia, en EUREKA, habla de Kepler y las conjeturas de las leyes y sus movimientos, entonces él se abroga el derecho de hacer postulados para su propia creación, como si fuera un demiurgo inventando su magia personal. La convicción que surge de esas inducciones o deducciones cuyos procesos son tan oscuros que escapan a nuestra ciencia, eluden nuestra razón o desafían nuestra capacidad de expresión, no es más que un preludio hechizante de otra realidad, un surrealismo en ciernes o de una búsqueda de imantada condición de lo deslumbrante en medio del fatigoso material de lo cotidiano, para hacer aparecer otros mundos, que siempre estarán en este, como lo diría Pauwels en sus búsquedas con el retorno de los brujos. Esto no es más que un llamado a la imaginación a la exaltada capacidad creativa que busca hacer del pozo oscuro, del gato negro y de la casa desvencijada, un laboratorio de sensaciones, una conversación con la alteridad del mundo.
La realidad que transita Poe no es la ciencia en el sentido exacto, es una fuerza intuitiva, una mirada penetrante sobre el submundo del mundo. Poe es esencialmente un Poeta. Una capacidad de viajar en las pesadillas, como lo haría el pintor Henry Fuseli (1757-1827) donde yeguas, gnomos o pequeños diablos se posan sobre una bella mujer que languidece sobre la atmósfera enrarecida del sopor del sueño.

Poe, restablece en la narrativa un encuentro con el mundo de los excesos, algo no buscado originalmente, la relación de los deseos de lo truculento, de la avidez por lo prohibido, una pulsión que atrae y repulsa entre el sexo y la muerte, entre los licores perfumados de la noche y la búsqueda de racionalizar lo desconocido. El encuentro con la narrativa, su mejor peso literario, se da por una urgente necesidad de establecerse como escritor, por ganar unos dólares, por encontrar un lugar donde escribir sus enormes dimensiones imaginarias.
Con Poe el mundo cotidiano, la prosaica y brutal existencia de oficios diarios, la higienizada materia de nuestras tareas, entra en una corrupción revolucionaria de los sentidos, se altera el orden, se mueve el piso. Es una manera de crear, de proponer nuevas formas de comprender nuestro entorno: una estética de una rara belleza, una sensación pendular, la oscilación de lo que va y lo que viene, la huida y el regreso, pero un péndulo que en la narrativa de Poe, siempre esta pendiendo de un hilo que se desgasta y se tensa, haciendo que todo parezca tan frágil y a la vez tan eternamente débil.
Poe se hermana y se hace cercano a esa literatura que establece un diálogo entre fuerzas contrarias, ciencia y magia, la religiosidad con los ojos abiertos y la duda con la angustia oscura. Desde William Blake, casi antecesor de su noche vigilante, pasando por el Frankenstein de Mary Shelley (1818), y las novelas de Matthew Lewis (El monje), William Beckford y Ann Radcliffe. Los novelistas góticos modernos, como Angela Carter, Patrick McGrath y Toni Morrison son muy apreciados, y el gótico continúa influenciando el cine y la televisión -desde obras clásicas como Nosferatu (1922) hasta Buffy Cazavampiros (1997-2002)- y a artistas visuales como Glenn Brown y los hermanos Chapman.
En literatura su huella también está en su gran mentor y traductor Baudelaire, quién lo dio a conocer en Francia y que lo propuso como un código estético de donde bebieron de sus alcoholes posteriormente muchos grandes escritores. Mallarmé escribe un poema sobre la Tumba de Poe, Valéry hace su Señor Teste, como una geometría donde todos los elementos son postulados de una serie de axiomas resultados de una imaginación ordenadora y fascinante, un señor cerebro que obtura todas las operaciones del espíritu. Pues bien Poe, en su ensayo sobre cómo escribió el poema del Cuervo, habla de esa estructura que une lo espiritual con una matemática de la composición, una idea que integra el yo creador en el componente de su propia creación, algo que llevado al extremo, es la punta de un nihilismo aterrador. Pues bien, Valery hace suya esa estética que Poe insinuaba y trataba de balbucear.
Más que decir de la herencia otorgada desde Los crímenes de la calle Morgue, con la trasformación de la novela negra y la novela policial. Nuestro detective Sherlock Holmes y su elemental Watson, de Arthur Conan Doyle, el padre Brown de Chesterton, para luego pasar al folletín de Ágata Christie y las novelas de Graham Greene, todos ellos heredaros de Dupin, de la noches de lluvia y de las conjeturas sobre el más mínimo detalle.
Julio Verne toca la única novela de Poe, una demencial historia de canibalismos, de sueños y de trampas, donde un aventurero sale a la mar en un buque donde pululan ratas, historias de náufragos, pesadillas y silencios. Estamos hablando de la novela Las aventuras de Gordon Pym y de la continuación que hace Verne con La esfinge de los Hielos, ambos escritores de un autodidactismo científico bastante sorprendente. Más esta rara novela se convierte en tema para los surrealistas, para los viajeros de lo onírico, para los capacitados para fantasear, recordando raros relatos como los de Jeremías N. Reynolds en el Pacífico y en el Polo Sur, o el tema de Coleridge, El canto del viejo marinero. Robert Louis Stevenson retoma estos enigmáticos viajes, H.P. Lovecraft admira este extraño relato que es como un disparo en el ritmo sanguíneo del relato, un torrente que no para, que deja sin aliento y que no deja al lector abandonar fácilmente el texto.
Julio Cortázar hace de Poe una traducción muy bella, y lo pone ante nuestros ojos con su indiscutible talento. Poe deja sus uñas de gato en la piel y en la memoria, Borges tiene bellas páginas sobre este autor, Rubén Darío no deja de llamarlo a su casa mental y lo realza como el láudano perfumado de la literatura, más crítica la forma cruenta como fue vejado y apabullado por la crítica de su propio país, por periodistas envidiosos y por la mala saña que se tira cuando se trata de vilipendiar a un genio. Honrar su memoria es hacer un encuentro con sus libros, no sólo sobre su literatura y sus obras, es a la vez hacer una invitación para reconocer en otros autores sus influencias y sus marcas. En buena hora saludar a este gato del libro, a este péndulo del tiempo de lo imaginario y tomar del dulce alcohol de sus hechizantes letras. Poe no deja de ser de nuestra estirpe sedienta, un ser que estuvo bajo las señales de la dificultad, un perdedor en vida, un hálito de mala suerte condenando su sombra entre la taberna y las envidias feraces que crecen como semillas sobre sus huesos, después de ser arrojado a la cuneta del olvido.
Más él suele despertar de esas empalizadas, sale de los muros, se muestra entre el polvoriento paso de una calle oscura a una habitación de palpitantes lámparas. Saca su mano, su intensa mano de escribiente, la mano de un ser que creyó profundamente en su tarea, que no se dejó domesticar por nadie, la que se abstuvo de intervenir en politiquerías y en camorras literarias, la que le costó la muerte en una contienda electoral donde a él nunca le importo intervenir y de la cual sus opositores quisieron ridiculizarlo haciéndolo aparecer como un borrachito vulgar. Poe no dejará de maullar en nuestro oído, de saltarnos las quimeras, de azuzar las pesadillas, de hacernos sentir el peso humanamente humano de su palabra contra el tedio viciado de las rutinas diarias.

(Tomado del semanario Confabulación, No. 83, de la 1º semana de abril del 2009)



El pensamiento político en Nietzsche

Mario Nandayapa
Universidad Autónoma de Chiapas
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología



El libro Fragmentos póstumos sobre política de Friedrich Nietzsche (Editoria Trotta, Traducción de José Emilio Esteban Enguita, Madrid, España, 2009, 203 páginas), permite conocer el taller de escritura y pensamiento de Nietzsche, taller que resulta esencial para comprender la obra publicada de este pensador intempestivo que se encargó de dinamitar nuestras certezas que aún retumban en nuestro presente. Estos fragmentos, fundamentales en cantidad y temática, han sido organizados a partir de la edición crítica de las obras completas realizada por Giorgio Colli y Massimo Montinari. El criterio utilizado por ambos autores para el ordenamiento de dichos fragmentos es cronológico, en los cuales emergen una infinidad de temáticas. Hasta el momento, se han traducido muchos fragmentos parceladamente y han primado, en general, dos criterios a la hora de ordenar dichos fragmentos: un criterio estrictamente cronológico y otro temático. En el primer criterio se encuentra la mayoría de las traducciones al castellano y que sólo aleatoriamente reconocen un orden temático. Respecto al segundo criterio existe una mínima producción, salvo una selección de algunos temas y una antología sobre el pensamiento estético en Nietzsche de la misma editorial Trotta. Es en este segundo criterio que se ubica la presente traducción y edición de los fragmentos sobre política. En el texto en cuestión, intenta organizar un conjunto de fragmentos nietzscheanos (265) que hablan y reflexionan sobre un tema no menor, pero que es ignorado por la mayoría de sus estudiosos: la política. Esta omisión no es menor, pues el tema es trabajado en diversas épocas por Nietzsche, y además tiene su contraparte en la recepción de su obra. Podemos advertir, a lo menos, dos problemas que explicarían esta relación que va desde la omisión hasta considerarlo un tema tabú. La primera razón tiene que ver con la propia creación intelectual del filósofo en la medida que, al ser fragmentos, no tienen una sistematicidad y responden a asuntos que pueden ser relacionados con otras temáticas como moral, estética. Siempre el ordenamiento escolar disciplinario esconde la multiplicidad y variabilidad de los fragmentos. La segunda razón tiene relación con la recepción de la obra nietzscheana. En este asunto, comparece una cuestión muy compleja, y a veces poco discutida, que es la relación entre su pensamiento y el nacionalsocialismo. Aquí, al contrario de lo que sucedió con Heidegger, no tenemos una participación activa o posterior abandono de la doctrina nazi, sino una cuestión muy difícil de evaluar y que es la influencia de las ideas de Nietzsche en un sistema político de esa envergadura y consecuencias en la historia del hombre. El asunto no es de fácil resolución, pero podemos decir que existió una manipulación de los jerarcas nacionalsocialistas que intentaron buscar un “fundamento” filosófico de su acción política que creyeron encontrar en Nietzsche. Para ello, recibieron la “ayuda” de su hermana, Elizabeth, quien manipuló intencionadamente sus textos para darle un cariz, un giro antisemita y racista que no estaban presentes en la obra, como lo demostró el trabajo crítico de los escritos del autor. Estas dos cuestiones han terminado por establecer un prejuicio, que puede sintetizarse en la expresión “en la filosofía de Nietzsche no hay pensamiento político”. Y es precisamente este prejuicio el que la obra en cuestión logra desmitificar. Así, la importancia de esta traducción del profesor de la Universidad Autónoma de Madrid es mostrar, a través de los fragmentos no publicados, que efectivamente hay un pensamiento político en Nietzsche. Desde esta perspectiva, este libro viene a llenar un vacío respecto a que organiza temática y cronológicamente dichos fragmentos que hablan sobre el estado, la democracia, el socialismo, el marxismo, las clases sociales, Grecia, la ilustración, etcétera. Estos fragmentos abarcan desde el otoño del año 1869 hasta la primavera del año 1888. El libro comprende un espléndido texto introductorio y un certero aparato crítico, con notas, tabla de concordancia e índice temático. Prevalecen en ella los fragmentos de la etapa juvenil (1869-1876), aspecto que el traductor explica porque en ellos se encuentra la mayor cantidad de referencias a la política, mientras que ellas decaen hacia el final porque comparecen en mayor medida en la obra pública, cuestión que no sucede en los textos juveniles, más cercano a temáticas de arte, lenguaje, metafísica, moral y religión.
En definitiva, celebro dicha traducción por ser un aporte a los estudio de Nietzsche en español, estudio cada vez más especialista. Esta edición muy cuidada y con mínimos errores, se transforma, así, en una literatura importante para adentrarse en esta temática que, como veíamos, es bastante poco tratada. Sólo una cuestión provoca preocupación y extrañeza. Resulta poco comprensible que la traducción se detenga en los primeros meses del año 1888, faltando alrededor de 09 meses (enero de 1889). Si bien se puede explicar porque gran parte de ese material es publicado en la obra autobiográfica “Ecce Homo”, se extrañan algunos fragmentos, principalmente el que le da nombre y designa el proyecto de Nietzsche, que en sus propias palabras sintetiza su mirada sobre la política, pero también sobre occidente y su cultura, “La Gran Política”, fragmento que se encuentra entre diciembre de 1888 y enero de 1889, es decir a días de su debacle. Tal omisión, suponemos que consciente, no anula el trabajo realizado, pero sí lo deja algo incompleto, pues nos parece que en dicho fragmento se encuentra una cuestión muy radical y central que tiene relación con la “unión modal” o “matriz crítica” del pensamiento de Nietzsche. Con ello, queremos decir que en él se une, se manifiesta una misma crítica en su diversidad: crítica a la cultura, a la política y a occidente en su conjunto como una estructura, un cuerpo en decadencia que debe ser reemplazado. Este fragmento presenta más nítidamente tal proyecto, y su ausencia puede ser interpretada como una omisión grave, pues seguiría pensando a Nietzsche como parte de una misma tradición, que daría cuenta de una misma interpretación de lo político, ocultando el auténtico sentido que, creo, tiene que ver con un proyecto a gran escala, que no sólo da cuenta de la estructura de lo social, sino que comprende lo valórico, lo estético, lo filosófico. A pesar de ello, recomiendo la lectura y análisis de este texto, pues es aclarador de muchas temáticas de Nietzsche que, descontextualizadas, pueden parecer hasta escandalosas.




Jaime Sabines 83 aniversario poetas
Biblioteca HECHOS EN PALABRAS

En el ejercicio poético la palabra cobra una nueva significación que va más alla de un sentido exacto. Es en ella donde se una la tradición, el lenguaje y el pensamiento. Este acto creador permite al poeta descubrirle al otro, en la intimidad de la lectura, un mundo en el que todo es permisible y que como tal es liberador. En el presente volumen se encuentran reunidos ochenta y tres poetas, de las más diversas edades y latitudes, en busca de una voz propia. El decimo aniversario luctuoso de Jaime Sabines –uno de los mas grandes poetas que ha dado Chiapas a las letras mexicanas, cuya obras ha sido traducida y estudiada en México y el extranjero—es una exelente oportunidad para dar a conocer la obra de muchos otros poetas chiapanecos de las mas recu}ientes generaciones.


No lo conozcas
Cecilia Romana

Esta es una edición muy especial; marca el inicio de un extraordinario proyecto editorial dominado Colección Hechos en Palabras. Cecilia Romana a través del poemario No lo conozcas, recrea a partir de la originalidad de las sensaciones y del lenguaje, un intricado paisaje que va de lo sublime a lo caótico de una estrofa a otra. Con un manejo de los registros del habla que enriquecen lo poetico de modo que trascienda la retórica común. No lo conozcas ha sido galardonado con el Premio Internacional de Poesia Jaime Sabines 2006, y ahora al ser publicado dentro de la colección Hechos en Palabras, comienza su andar por el mundo. La corriente poética en Chiapas, ha conseguido un lugar preponderante en el trabajo literario de Hispanoamerica teniendo como figuras a algunos de los escritores más representativos del siglo veinte. Sin duda, Jaime Sabines es uno de los más grandes poetas que ha dado esta tierra generosa, a través del Premio Internacional que lleva su nombre, imprime universalidad a su obra y da un renovado impulso al quehacer literario de Chipas, que bajo el auspicio de la nueva administración estatal, se construye a partir de una inquebrantable sensibilidad humanista y de una nueva cultura, donde la palabra y la letra son fuente inagotable de inspiración llevada a los hechos.


Ensayos Literarios (2005-2007)
Mario Nandayapa


Mario Nandayapa, es un poeta, ensayista, investigador y académico, dedicado a cada uno de esos oficios con disciplina, una clara y absoluta convicción de lo que hace. No pretendo elogiarlo, más si reconocer sus múltiples actividades en el campo de la cultura (…) lo cierto es que hoy en día anda sumido en la investigación de los saberes milenarios que hacen la tradición de Chiapa de Corzo, su tierra natal. Para forjarse mas y mejores instrumentos teóricos y técnicos ha estudiado lingüística, antropología, hermenéutica… con el fin de enfrascarse en la lectura minuciosa de documentos con la aguda mirada del poeta y la lupa del historiador, recorriendo, indudablemente teorías poéticas, y obvio, la historia del arte y la literatura (…) Yo no dudo en señalar que en los últimos 25 años en Chiapas, Mario Aguilar Nandayapa, es uno de los que mejor representa su generación (…) Por su dedicación plena a la literatura y su esfuerzo constante a la investigación ha elaborado trabajos que definen y trazan, en su conjunto, un claro proyecto de vida.
Ricardo Cuéllar Valencia


Don Cenizo y… doce más
Ulises Mandujano Nájera


Lo cotidiano puede ser fuente viva de creación artística. El talento imaginativo de Ulises Mandujano Nájera para contraer la realidad inmediata y plasmarla en papel, ya convertida en ejercicio literario, hace de él un creador de historias y un narrador de eficaz soltura, como bien señala Arcadio Acevedo: “Autodidacta, intuitivo, el ritmo y los tiempos de la narración se le dan también por naturaleza a el autor de El Dandy Pérez, la joya de su corona literaria, en opinión de muchos.” Son muchos los ojos y muchas las manos que han pasado por estas páginas, y en cada una de estas Ulises Mandujano ha puesto imágenes, sentimientos olores y sabores que hacen recordar cada historia, dejando imborrable en la memoria del lector a cada uno de sus personajes. Nos congratula poner en circulación, de nueva cuenta, a Don Cenizo y… doce más, abonando así a la tradición chiapaneca de saber relatar las cosas.



Nuestros poetas
Antología


Con el devenir del tiempo se van moldeando las conciencias, fraguando la grandeza, cimentando el espíritu hacia las cosas del alma que en torrente se convierte en voces que cantan al amor, a la patria, a tantas cosas bellas que son como al adorno de nuestra propia vida.

Gracias a la pluma de poetas masones, fue posible reunir esta antología que con intima satisfacción, la Muy Respetable Gran Logia Regular del Estado de Chiapas, pone en vuestras manos con el titulo de
NUESTROS POETAS­
Esperamos que sirva como un sencillo pero fraternal homenaje a su esfuerzo y a vosotros amigos lectores como solaz donde se pueda sublimar el alma.


Jocoso Anecdotario
Jorge Armín Gómez Argüello



Jorge Armín Gómez Argüello es un individuo con características de hombre alegre, ajeno a la penumbra de la antifraternidad, lleno de humor festivo que lacera la tristeza; es dado a escribir poemas y hoy, apartándose de este hobby, nos presenta una serie de sucesos cotidianos en cuya narrativa nos transporta a los luminosos estados de animo de la gracia y el ingenio.

Este anecdotario humorístico o “Jocoso Anecdotario” manifiesta sus vivencvias en cada relato, sus momentos de singular motivo de vivir, su placer por la comparación de la amistad. Lo dice con tal gracia que surge, de inmediato, la sonrisa y hasta la carcajada, pletórica de iniciante humorismo que hace olvidar los malos ratos de la vida.

Desde los rincones de su amistad fraterna muy estrecha de sus “tres alegres compadres”; hasta los distantes encuentros que da la vida en lo cotidiano devenir del tiempo, jorge expresa su acontecer en estas faenas anecdoticas que reclaman ojos del alma para llegar al sentido del humor que manifiesta la explosión de su entusiasmo y lo personaliza con su forma de ser y de expresarse.

Estos “chistosos” relatos nos permiten conocer al autor y saber que ha compartido sus muchos gratos momentos con su gente: fraternos, amigos, compadres…

La Editorial “Gran Logia de Chipas” le da la bienllegada, a Jorge, al grupo de incipientes escritores y acoge este “Jocoso Anecdotario” como elemento del humor que requiere la existencia para hacerla más amena y llena de deseos de vivirla para vivirla bien.

Manuel Arturo Zambrano Mundo

Selección hecha por Gilda Rubí Meza Javier




Método Fácil Y Rápido Para Ser Poeta

Jaime Jaramillo Escobar


Secretos Para Escribir

El principal secreto para escribir no es ningún secreto: consiste en tener muchos secretos y la capacidad de revelarlos. Para ello hay que empezar por dominar el tema. Eso es todo.

Quien se sienta a escribir es porque tiene algo que decir. Mientras no se tenga algo para decir no hay por qué empezar. El famoso cuento de la hoja en blanco todas las mañanas a primera hora sólo ha producido literatura babosa y polucionante. El que necesita una hoja blanca frente a los ojos para empezar a pensar, no es pensador. Primero piense, y después de que haya pensado, vuelva a pensar sobre lo escrito. Reflexionar. Ése es el secreto.

Hay que detenerse un momento a considerar lo que guardan las bibliotecas antes de decidir si pondremos en ellas una hoja más. Porque cada página que se escribe es una página que se agrega a los mejores. No es fácil. ¿Ah?

La teoría dice que escribir debe ser fácil. Escribir sí, relativamente. ¿Pero publicar? Ahí es donde se patentiza nuestra irresponsabilidad y, por su puesto la de los editores.

Cuando era difícil publicar, los poetas tenían tiempo para corregir. Hoy en día, cuando a los escritores se les arrancan de la mano las cuartillas frescas, la literatura, y la poesía especialmente, se convirtieron en un basurero. Consulté sobre eso a varios editores. Me dijeron que no importaba, por que la literatura universal ya se escribió, y todo lo de hoy es reciclable puesto que se trata de repetición. Pero no es de eso de lo que se trata cuando hablamos de poesía. La poesía es otra cosa. Que un joven lleve tu poema junto con dos billetes arrugados, no hay mayor gloria. Si logras eso estás salvado. Por que los jóvenes llevan a sus maestros en el bolsillo.

NOTAS

1. agradecer al lector es conducirle a un lugar muy especial adonde no lo llevó antes nadie, y no a un parque publico. RAMON GÓMEZ DE LA SERNA
2. Bastantes cosas feas hay en la vida. ¿Por qué no olvidarlas, por lo menos mientras leemos? MARCEL PROUST
3. Todo esta dicho, pero como nadie escucha, es necesario volver a empezar continuamente. ANDRE GIDE
4. La forma dramática es esencial para intentar describir las enormes pasiones que devastan hoy nuestras vidas. ARCHIBALD Mac LEISH
5. No hay nada tan difícil en la literatura que la facilidad, que es casi siempre fruto del esfuerzo. MERCEDES LLORET
6. Hacer comprender una cuestión con tan sólo acudir a ella. (Principio griego)
7. La palabra es lo que sobra del silencio. ORLANDO SIERRA H.
8. Si uno no conoce a Homero esta condenado a escribir como él. MARY RENAULT
9. Las muchas páginas, en general, son promesa de tedio y obra de la mera rutina. JORGE LUIS BORGES
10. Cualquier cosa que uno sepa y la omita, queda en lo escrito y se verá su calidad. cuando un escritor omite cosas por que las ignora, parece como si su obra estuviera llana de agujeros. ERNEST HEMINGWAY


[1] Texto tomado de la Agenda 2005. Gobierno de Chapas