lunes, 19 de enero de 2009





Descanse en paz querido maestro: Oscar Vázquez Gómez

El maestro Óscar Vásquez Gómez vio la primera luz de Chiapas en Villaflores, el 6 de enero de 1930. Cursó además de los estudios de primaria y secundaria algunos semestres de la licenciatura de contabilidad, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. De pronto tomó conciencia que su formación debía encausarla por el estudio de la pintura. Fue así como decidió inscribirse en la Escuela de Artes Plásticas de Chiapas. En esos días de organización de dicha escuela contó como maestro al destacado artista y teórico del arte Jorge Olvera.
Habiendo concluido sus estudios profesionales se dedicó a la cátedra y fue así como llegó a impartir clases en la Escuela de Artes Plásticas de la UNICACH, en la Escuela de Gestalt de Arte y Diseño de Chiapas, en el Centro Cultural Tziqueté, así como en diversos talleres infantiles de creación artística.
Participó en calidad de jurado calificador en diversos concursos de dibujo, pintura y diseño. Fundó el Departamento de Artes Gráficas de la SSA. En 1992 contribuyó a la formación del Consejo de Artistas Plásticos de Chiapas.
En 1990 su obra participó en la exposición Grandes Pintores Chiapanecos en la Casa de la Cultura de Tapachula. En 1991 hizo parte de la exposición de la Cumbre México-Centroamérica, realizada en Tuxtla Gutiérrez. En 1992 fue invitado a participar en el Primer Festival de Artes Plásticas de Chiapas, organizado en San Cristóbal de las Casas. En 1993 asistió al Encuentro de Intelectuales México-Centroamérica, efectuado en la ciudad de Tapachula.
Expuso en diversas Galerías tales como las del otrora Instituto Chiapaneco de Cultura, en Tuxtla Gutiérrez (1993); en el Exconvento de Chiapa de Corzo (1995) y en el Encuentro Nacional de la Asociación Mexicana de Miembros de Facultades y Escuelas de Nutrición (1999).
En 1994, junto con Ramiro Jiménez Pozo recibió de parte del gobierno del estado el Premio Chiapas en Arte, suceso que solamente ha ocurrido una vez.
Falleció el 30 de noviembre de 2008.

Patricia Mota Bravo



Editorial

El 30 de noviembre pasado a las 9:00 de la mañana falleció en su casa de Tuxtla Gutiérrez, el pintor Oscar Vázquez Gómez. El Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, bajo la dirección de la Secretaría Operativa y Técnica del Coneculta, Marvín Arriaga Córdova, se decidió organizar un merecido homenaje al artista plástico, con el siguiente programa. La conducción estuvo a cargo del escritor Enrique Hidalgo Mellanes. La pintora Patricia Mota Bravo, quien fuera su alumna a los doce años, leyó una breve semblanza de lo que fuera la vida artística del Maestro Vázquez Gómez, con una emocionada entonación que terminó en lágrimas. Tomó luego la palabra el contemporáneo, amigo, pintor y grabador Ramiro Jiménez Pozo, quien resaltó una de las virtudes que definieron la condición humana del homenajeado creador: la humildad. Con profunda emoción surgieron dolidas palabras con las que se despidió del amigo. A su turno el escritor y amigo del maestro, Ricardo Cuéllar Valencia pronunció un discurso fundamentalmente centrado en indicar que Oscar Vázquez Gómez, fue un pintor del ser y las voces del silencio. Texto que reproducimos en este número de Yuria.
A continuación el director de la Escuela de Artes Plásticas de la UNICACH, Ramiro Jiménez Chacón, expresó su reconocimiento a la labor docente del maestro Vázquez Gómez. Destacó una cualidad infrecuente en el medio académico, su responsabilidad y su permanente presencia ante los alumnos, incluso en momentos en los que se encontraba enfermo, como ocurrió el año pasado. “Pero hoy ya no regresará a clases”, concluyó.
De improviso, fuera del programa, tomó la palabra una vecina del maestro Oscar Vázquez, así se autorreconoció, y con la más clara convicción declaró: “Yo no lo conocí como pintor sino como hombre. Su sencillez y calidez humana brillaban en sus ojos. Hoy he aprendido a conocerlo como artista”.
Después el hijo y también pintor Oscar Vázquez Montero, quien con palabras quebradas por el dolor, inicio su breve alocución con la siguiente afirmación: “Este homenaje debió hacérsele en vida a mi padre y no en estas condiciones”. Acentuó su siempre serena y cálida amistad para con los otros, su inmensa capacidad para ser tolerante, paciente, complaciente, además de haber sido padre adoptivo de varios de sus “hermanos”, sin esperar más recompensa que la alegría de su corazón. Aludió a la intensa amistad y recíproco afecto que cotidianamente se profesaron. Finalmente agradeció la presencia de los asistentes al homenaje póstumo de su padre.
La Secretaria Operativa y Técnica del Consejo Estatal para las Culturas y las Artes, Marvin Arriaga Córdoba, expresó en breves palabras el reconocimiento a la creación y aporte artístico del acuarelista Oscar Vázquez Gómez. En este número de Yuria aparece el discurso de la licenciada.
Para finalizar el sincero y merecido homenaje al artista fallecido, la entrañable amiga y soprano, Rosario Maza, empezó la interpretación de la canción Soleado. De pronto el llanto ahogó su canto, debiendo suspender su homenaje a ese hombre que tanto le enseñó. A Rosario se le olvidó decir públicamente que la letra de la canción que deseaba interpretar completa, fue escrita por la esposa del maestro, Violeta Montero, y el arreglo musical realizado por ella.
Durante el desarrollo del homenaje póstumo en el Centro Cultural Jaime Sabines al que asistieron familiares (su esposa Violeta Montero, sus hijos Óscar, Violeta y Karla), amigos de la infancia, exalumnos y alumnos de Óscar Vázquez Gómez, estuvieron presentes destacadas personalidades de la cultura: el músico Federico Álvarez del Toro, Linda Esquinca, Violeta Pinto, Yolanda Quiñones, Yolanda Gómez Fuentes; los pintores: Manuel Cunjamá, Gabriel Pinto, Norberto García, Rafael Araujo, entre otros; Carlos Cruz Sánchez, director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Chiapas, varios de sus profesores, entre ellos Francisco Chanona, Susana Mota Bravo. Presentes estuvieron algunos funcionarios de CONECULTA, entre ellos Marco Antonio Orozco Zuart y Gustavo Ruíz Pascacio. También allí estuvo Gloria Martín, directora de la Escuela de Diseño Gráfico de la Universidad Salazar. Así como el rector de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Roberto Domínguez Castellanos. Muchos otros amigos artistas y escritores llegaron a dar su despedida al querido amigo y maestro.
A nombre del diario el Expreso, Yuria y sus colaboradores expresan sus condolencias a la familia Vázquez Montero por el fallecimiento del maestro Oscar Vázquez Gómez. Nos unimos de corazón a su dolor. Dedicamos este número de Yuria para difundir su incansable labor cultural y artística.


OSCAR VÁZQUEZ GÓMEZ: PINTOR DEL SER Y LAS VOCES DEL SILENCIO

Ricardo Cuéllar Valencia

La muerte es un viaje a la eternidad

Allí está la muerte
Acostada en el cuerpo de mi amigo.
Dicen que él descansa. Lo creo.
A veces no. Sospecho
Que le hicieron falta pinceles,
Cartones, acuarelas y un poco más de tiempo
Para engañar la muerte.
Él quería descansar y se murió dormido
Soñando los silencios que pintó.


Desde el día que conocí a Oscar Vásquez Gómez me admiró su profunda sencillez. La sencillez no es una máscara, ni se inventa o adquiere, se nace con ella. Brota en los ojos y la sonrisa, los gestos y las palabras y, obvio, en los silencios. El origen campesino jamás lo abandonó. Nació pintor, vivió como pintor y nos deja una obra plena de la más clara luminosidad que habitó.
Su sencillez y arraigada humildad le fueron consustanciales. Y es que la humildad es una virtud que brota por todos los poros como el aroma de un camino amado o una flor visitada. Hombre sin poses ni atavismos, sin la menor envidia por sus colegas. Era de una absoluta complacencia con los otros. Ser complaciente es saber escuchar más allá de los juicios vanos o halagadores. Este tipo de complaciente, desde el arte, indica un absoluto respeto por el otro, sin más, más allá de la valoración y por ello admirable. Siempre envidié su placidez y viva alegría, visibles en su vida y obra. Poseía la serenidad del río que nace, el pálpito de la fruta madura, del aire que refresca. Lo movía a pintar el amor por la vida y la seguridad de ser fiel a sí mismo, a su tierra chiapaneca y, claro, a sus templadas convicciones de un nostálgico que mira el pasado para cifrar con tierna sabiduría lo que dije hace algunos años: Oscar Vázquez Gómez pintor del ser y las voces del silencio. Leo, ahora, el texto como un homejane personal a mi amigo y querido maestro que hoy despedimos con dolor; su legado nos llena de vida.
Pintor de iglesias, casas, sitios, escenas de la vida cotidiana, caminos, piedras, cercos, cielos, rincones, sesgos de algo, espacios donde ha ocurrido algo, donde pasa la gente. Lugares habitados por el silencio, no por la soledad. La visión del artista, la cifra el silencio, en estos espacios habita la secreta intimidad de los lugares a pesar de los pasos de salida o regreso. El paso y su sombra. Vázquez Gómez sabe nombrar la magia que revela un lugar, el seductor atractivo a habitarlo, a caminar, a llegar a una casa o pasar una puerta de un potrero. El viajero y su sombra.
Maestro del color, Vázquez Gómez, en cada composición mantiene siempre en sus cuadros una clara relación de profundidades. Hay un trazo calculado de espacios. Traza una mirada abierta a la intimidad de ciertos espacios habitados por seres humanos. Percibimos una geometría en movimiento donde todo está vivo: las plantas, las nubes, el polvo y el agua; las casas –casi todas cerradas- observadas de lejos poseen el aire de ser habitadas; más allá de las construcciones pobres, se percibe el aliento fresco y silencioso de los pueblos del campo. Hay, en cierto sentido, una idealización del indio gracias a los trazos maculados de su pincel sobre la ropa y rostros, caminos y patios. Hay, en otro sentido, una búsqueda de pureza estética del propio artista. Diría que, además, es una apuesta a desentrañar la belleza de una casa humilde, su entorno natural, los patios, corrales y caminos, amaneceres, mediodías, y ocasos. Desentrañar, o redescubrir, re-conocer, o volver a ver. Obvio es destacar que el artista es de origen campesino.
Casas luminosas, espacios amplios y luminosos, lento caminar, sombras, matices y tonos; luz desde el fondo bajo la sombra luminosa como puente entre verde y café. El cielo blanco. El cielo y mi casa es el diálogo con la fuerza de la tierra y el cielo que el artista siempre ha visto. La luz nace del fondo e ilumina las paredes, el corral viejo. Se ven las luces de la sombra y las sombras de la luz, la luz de las nubes blancas y las luces azules; allí la piedra luminosa en su lugar exacto; allí la luz que brota de los árboles y plantas, de las flores y caminos, allí la luz blanca del cielo azul.
Cristalina el agua desliza, reposa y sigue; voces silenciosas al paso del agua. El pintor mira el espejo del agua y ve luz en grácil movimiento. Hay una actitud de sacralidad –la distancia es respeto- ante el agua y también frente a la naturaleza. No se trata de exaltar nada, menos pintar para turistas, esa es la obra de un iniciado en secretos y ritos de la naturaleza. Sólo un embriagado por la naturaleza puede escuchar las voces del silencio.
Su mirada privilegia las casas a distancia para recrear su entorno (de corrales y plantas, cielos y luces). A hombres mujeres de trabajo se les observa también con debida distancia para atraparlos en el entorno natural y su abrigo de luz. Las manchas y sombras del tiempo. El hombre que camina y su sombra. La calle clara, sola y limpia. La tuna y la palma. La casa de paja y adobe. La frontera entre el tiempo y el espacio está a un paso, basta pasar la puerta. La luminosidad posa sus rayos sobre el verde y las pequeñas sombras. Luz del polvo y la piedra. Luz del silencio luminoso del agua, de la hoja, la nube y la flor.
Oscar Vázquez Gómez es un verdadero y auténtico romántico como pintor de acuarelas. Privilegia la vitalidad de la naturaleza, sus espacios de luz y sombra en medio de colores tropicales. Posa su mirada sobre caminos y casas que albergan un aire silencioso con tal impronta que se convierte para el espectador en un lugar de la memoria desde el instante de conocer el cuadro. Logra descubrir el encanto de espacios, de hombres y mujeres campesinos. En estos lugares, la soledad y el trabajo hablan secretamente. Romántico que por medio de un formal realismo cuenta de lo que ven los ojos de la memoria, incluso de lo que él ha elegido para recrear y nos ofrece plásticamente. La exaltación de los autóctonos es propio de los románticos. Vázquez Gómez lo expresa con la fuerza que descubre en los matices de la tierra y el cielo. Los románticos como Vázquez Gómez viven en una permanente simbiosis con la naturaleza y el ser silencioso. En estos paisajes habita sobre todo el silencio, su placidez y fulgor. Se observa, se escucha, en casi todos los paisajes, la voz del silencio, de las luces y sombras del silencio; de la luz de árboles y flores de luz. Se ve la carnatura de la tierra y las piedras, la madera y la paja, los flujos y reflujos de las luces de los cielos. El paisaje como una huella del alma.
Vemos y escuchamos voces del silencio en la intimidad de los patios, pasillos, entre árboles, de casa a casa, caminos y cercos; el horizonte o el alto cielo; las marcas del tiempo en las paredes y ruinas, los vahos de la lluvia y el sol cardinal del mediodía. El silencio es habitual y habitante. Todo depende de los juegos de los matices de luces y sombras. Si compartimos con Aristóteles que el pintor es un poeta, como el músico y el escultor, Vázquez es un poeta del ser y de las voces del silencio. Es el lenguaje del silencio en su luminosidad de ocres, verdes, azules y blancos. La naturaleza y sus estados son pretextos del silencio. En esto radica el secreto del lenguaje pictórico de Oscar Vázquez Gómez. Los paisajes dan cuenta de ello con profunda avidez plástica. A Vázquez Gómez, con la seguridad que da el oficio de los años de pintar, lo observamos en su mejor y más pleno momento creativo: nombrando el ser y las voces del silencio.
Finalmente digo: inaceptable, innecesaria es la muerte cuando un ser humano, un artista es obligado a suspender los pasos por el mundo. Inaceptable por los límites que impone, innecesaria por el vacío que crea.
Amigo: aunque la eternidad nos lo haya arrebatado, usted sigue aquí, en la mísera realidad de los días, más vivo que nunca.

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