jueves, 29 de enero de 2009

Yuria 38



Utopías de un editor

Geney Beltrán Félix

Primero, definamos al «editor».
Editor es —por lo menos en estas páginas, pues no es así siempre en la realidad—el laborioso e inquieto artesano de un catálogo: es decir, hablamos de quien decide qué publica una editorial, quien fija y defiende una línea específica y reconocible. Su función es configurar, a través de ese catálogo, un canon particular de obras en que se identifique, postule y —acaso, muy ambiciosamente— dé forma a los rasgos y las pulsiones elementales de una sociedad y una época.
El editor es un protobibliotecario: pone en manos de los distribuidores, los libreros y los lectores esos libros que, pasado un tiempo, habrán de hallar su sitio necesario en las bibliotecas —no en las librerías de viejo, esos lastimosos cementerios de papel, receptáculos de los volúmenes que nadie quiere ver ni en sus estantes—, y al decir «bibliotecas» se entiende cualquier biblioteca: la pública y la personal, la universitaria y la extranjera: se trata de los títulos que habrán de expresar y moldear las inquietudes intelectuales de la siguiente generación.
El editor es, idealmente, un héroe cultural de su sociedad y su época. Idealmente: la realidad es otra, grosera casi siempre, insultante a ratos, sólo en muy pocos casos esperanzadora.

- Una industria sin soberanía –
La industria editorial mexicana, en no pocas instancias, no es ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero. Donde es industria no es editorial, donde es editorial sólo raramente es mexicana.
Cuando es industria, produce libros como si fueran latas de conserva o pares de zapatos: en serie, obedeciendo a un patrón del best-seller, de lo que la gente (se supone) espera y compra; esta industria no tiene editores, y así no puede llamarse industria editorial: quienes deciden qué se publica son los gerentes de ventas, como bien ha señalado André Schiffrin y lo comprueba cualquiera que se acerque a las mesas de novedades de las librerías. Basados en estudios de mercadotecnia o, más corrientemente, en los prejuicios derivados de una dócil fijación a los números negros, estos gerentes apuestan (es un decir) por títulos que durarán una temporada, venderán acaso bien y dejarán su lugar muy pronto a otros libros igual de olvidables.
Cuando es editorial, es decir, cuando una editorial vende en México obras de calidad, sólo en pocos casos nos hallamos ante sellos mexicanos: Valdemar, Anagrama, El Acantilado, Siruela, Gredos, Salamandra, Castalia, Trotta, Cátedra, Pre-Textos, Hiperión son sellos editoriales españoles que han, en mayor o menor medida, penetrado el mercado mexicano presentando un catálogo —usualmente— muy sólido. Pero estas editoriales contratan, traducen e imprimen sus títulos en Barcelona, Valencia o Madrid; el mercado hispanoamericano significa un universo de compradores receptivos a un canon definido en la metrópoli. Es decir, importamos y leemos un canon fijado allende el Atlántico. No creo que las consecuencias de esta realidad sean insignificantes. Otros sellos, como Tusquets, Mondadori, Alfaguara o Planeta, que publican varios de sus títulos en México, forman parte de empresas españolas muy fuertes que han tenido la capacidad para colocar en nuestro país filiales o subsidiarias: éstas funcionan como oficinas de intereses, que reimprimen aquí los best-sellers (Saramago, Mankell, Marías, Muñoz Molina) cuya publicación se decidió en España —lo que abarata los costos pero no necesariamente los precios—, y cuando publican un autor mexicano lo distribuyen y promueven sólo en suelo mexicano. Así, no es infrecuente observar cómo a la ciudad de México llegan autores españoles con una trayectoria muy corta, a cacarear sus títulos publicados por una editorial de la península, mientras que lo contrario —que un joven autor mexicano vaya a España a promover sus primeros libros— es más que una rareza. Cuando es mexicana, la industria editorial enfrenta graves problemas. La dificultad para exportar los títulos es uno de ellos: el amplio mercado hispanohablante no está a disposición de las editoriales mexicanas, salvo en el caso del Fondo de Cultura Económica y, en menor grado, Siglo XXI y Sexto Piso. La distribución nacional tampoco está exenta de obstáculos: la reducción en el número de librerías atenta contra la misma supervivencia de estas casas, que cuentan con una menor fuerza financiera que los sellos españoles como para cruzar una larga, muy larga temporada de vacas flacas. Como resultado, ante la falta de compradores de libros las editoriales mexicanas tienden a vivir del erario: a través de coediciones, subsidios para la traducción, compra de libros de texto o de títulos infantiles y juveniles para las bibliotecas de aula, el cliente principal de las editoriales mexicanas es el caprichoso estado mexicano. ¿De qué independencia editorial podemos hablar entonces? Es la nuestra una industria sin soberanía.
Pero pienso que este escenario puede cambiar si se comprende de una vez por todas que el fortalecimiento del mercado editorial y librero es una prioridad no sólo de un sector sino de todo el cuerpo social. Digo esto porque el que me ocupa —estoy convencido— no es un asunto estrictamente comercial cuya regulación debe dejarse en manos del mercado. Es cierto: el editor es un empresario. Pero sus productos son bienes culturales cuya resonancia en la sociedad no es inocente, mínima ni tampoco perecedera. Por esto, crear una industria editorial mexicana es una cuestión básica de soberanía cultural: hablamos de la posibilidad de crear, en cuanto comunidad, un registro y una interpretación plurales de nuestra realidad —a través de las ideas, materia medular de todo libro—, así como una relación directa y fértil con la cultura universal. El canal es el conglomerado de editoriales, cuyos catálogos, de clásicos y contemporáneos, de autores nacionales y extranjeros, condensaría este abanico múltiple de interpretaciones y relaciones intelectuales con la tradición propia y la universal. Y esos libros, al llegar a su destino ulterior en las bibliotecas, serían centrales en la formación de una cultura humanística sólida de las siguientes generaciones de lectores. Hacia ese punto se dirige la producción de los sellos editoriales. No es poca cosa. Hoy nada de esto es posible.

- La utopía del catálogo –
Ahora, hablemos de las utopías.
Para un editor, el catálogo es o debe ser un dogma. ¿Qué significa crear un catálogo? Editorial Sexto Piso lo ha definido con una metáfora libresca, sin duda muy clara: «La política editorial pretende ser rigurosa, lo que nos aleja de objetivos puramente comerciales, intentando, en cambio, ir tejiendo los distintos títulos que la conforman a la manera de una novela, es decir, que cada libro publicado sea un capítulo». ¿De qué manera puede un editor mexicano tener toda la libertad para dar forma a un catálogo innegociable, para escribir título a título esa novela total que sería su catálogo? ¿Cómo evitar que las coyunturas —políticas o comerciales— lo obliguen a traicionar su postulado inicial de un catálogo definido, uno que se vuelva reconocible para un cierto tipo de lectores, casi una marca registrada para una secta fiel?
La única respuesta es: con dinero. Puede tenerse un gran conocimiento, intuición, criterio y muchas lecturas, dominio de varios idiomas, una sacrificada vocación de trabajo editorial, pero sin dinero no hay independencia posible. Una editorial exige varios años para volverse autosustentable; algunos hablan de siete, otros de diez años. Durante ese periodo inicial, se precisa de una inversión permanente para crear un catálogo, que consiste en una nómina de long-sellers, libros que cinco, diez, quince años después de su primera edición sigan siendo vigentes, sigan siendo buscados por los lectores y exijan reimpresiones: pues son éstas las que darán al editor la solvencia económica para mantener su editorial luego de ese tiempo de comienzo.
Visto así, se comprenderá por qué el editor debe definirse como un héroe cultural: se trata de un empresario con perfil de filántropo, más atento al libro como arma intelectual que como sola mercancía.

- El lector visto como posibilidad –
El primer lector del catálogo de una editorial es el editor mismo. Me explico. Un editor, para decidir la publicación de un título, debe responder al siguiente razonamiento: si encuentro este libro, publicado por otra editorial, en la mesa de novedades de una librería, ¿decido o no comprarlo en ese mismo instante? Si la respuesta es sí, hay que publicar ese libro. Si la respuesta es no, ese título no es entonces el adecuado para el catálogo. Lo que significa crear al lector a imagen y semejanza del editor. Éste debe publicar aquellos libros que el posible comprador no espera encontrar en una librería: pero que los comprará si los encuentra. Las editoriales comerciales publican lo predecible: no arriesgan. Sin embargo, esta tendencia lleva a la uniformidad de la oferta editorial. Fuera de esas expectativas dóciles, existen otras, en ciertos lectores, que no son satisfechas por los sellos predominantes. El editor es un aventurero. Su riesgo mayor consiste en lo siguiente: el lector de una editorial de catálogo no existe hasta que no exista ese catálogo. Lo que una editorial de este tipo vende es, antes que nada, una idea de catálogo; su prestigio es su valor principal. Difícil de construir, título a título, el prestigio se puede muy fácilmente derrumbar: una mala elección puede hacer que el lector pierda su confianza. Un caso extremo: Alfaguara publica buenos y muy malos libros. ¿Cómo estar seguros, ante una nueva publicación, en qué categoría se encuentra? Considerado una posibilidad, el lector de una editorial de catálogo es, además, integrante de una minoría dedicada a la resistencia intelectual. Podemos quejarnos todo lo que queramos de la industria del best-seller, pero ésta existe desde siempre y existirá acaso ídemmente. Una editorial de catálogo apuesta por pocos pero fieles lectores: una secta que crecerá con el tiempo. Una elite buscadora de ideas y belleza, exigente y leal.
- Medio millón de dólares para la Editorial Utopía –

Llegado a este punto, paso a la verdadera finalidad: pedir medio millón de dólares para fundar una editorial. Si entre los lectores de Literal existe uno a quien le sobre ese dinero, y sin el menor compromiso acepte financiar el proyecto de una editorial de catálogo, debe creer que estaría contribuyendo a la creación de un sello canónico. Todos los detalles los tengo resueltos: publicar entre 15 y 20 títulos al año (no más), una selección de obras clásicas y de grandes autores del siglo XX —europeos, iberoamericanos, mexicanos, norteamericanos— poco conocidas, ediciones baratas en rústica, nuevas traducciones realizadas por duchos escritores mexicanos, una distribución eficiente en España y Sudamérica, y al paso de diez años: una editorial prestigiada, con un catálogo selecto y, sobre todo, autosustentable. No será una empresa boyante, no convocará a premios internacionales de novela con montos altísimos de premiación, no será utilizada como un trampolín para el poder o los reconocimientos en el medio cultural. Tengo todo resuelto en la cabeza: pero no tengo el dinero. Así, esa editorial es, como todo lo que he planteado en estas páginas, sólo una posibilidad. Con medio millón de dólares esa Editorial Utopía tendría otro nombre, y sería uno muy real.

En Revista Literal, de Sinaloa (número 22, enero-marzo 2007)



El ensayo mexicano contemporáneo: Geney Beltrán
- Entrevista a Geney Beltrán Félix -
Adriana Tovilla Solís


Geney Beltrán Félix, joven editor, escritor y ensayista nacido en Culiacán, Sinaloa, 1976. Fue editor de proyectos históricos en CONACULTA (2002-2005) y editor de literatura del Fondo de Cultura Económica (2005-2006). Es director literario de Páramo Ediciones, sello de próxima aparición. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos por el libro El biógrafo de su lector (2003), sobre el autor argentino Macedonio Fernández. Ha publicado en revistas y suplementos como Luvina, Crítica, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Letras Libres, Nexos, Cuaderno Salmón, Fractal, Textos, Literal, Replicante, La Palabra y el Hombre, BlancoMóvil, LunaZeta, Biblioteca de México, La Jornada Semanal y Laberinto (Milenio), entre otros.



Adriana Tovilla Solís: ¿Cuál ha sido el desarrollo del ensayo en México, qué cambios ha sufrido?

Geney Beltrán Félix: Tuvo mucha fuerza durante el siglo XX, en México hubieron ensayistas importantes desde Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Octavio Paz, y, más recientemente aparecen otras figuras como Sergio Pitó y Carlos Monsiváis. Actualmente lo que sucede, sobre todo en la escritura de los más jóvenes, es que se ha visto influida por los estudios académicos, muchos de los escritores, si antes estudiaban derecho, hoy estudian letras y culminan en estudios de doctorado. Debido a esto, usualmente asumen una escritura ensayística muy académica que impide la libertad y la espontaneidad propia de la reflexión, no es general pero es algo que se está dando. Los ensayistas jóvenes en México escriben sobre literatura, antes se escribían sobre historia, política, asuntos internacionales y, pareciera que el tema principal, no de todos pero de la gran mayoría, es la literatura, lo cual puede limitar en mucho la posibilidad de llegar a un público diferente interesado en otras cuestiones, éstas que pueden ser tratadas desde el punto de vista en un escritor con la intención de despertar una reflexión del lector.

A.T.S: En Latinoamérica, ¿cómo ha sido la evolución de este género?

G.B.F: Es un proceso parecido, hace cincuenta años el gran tema del ensayo en América Latina era ella misma, aparecen ensayos sobre la identidad latinoamericana, en algunos casos se parcelaba centrándose la atención en un país en especifico, como El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz en México o el libro de Radiografia de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada que, sobre todo, estudiaba México y Argentina en términos particulares. Algunos otros estudiosos trataban de abarcar de manera más amplia el destino latinoamericano, su historia, su presente y su futuro, eso se ha perdido, parece más bien que los escritores latinoamericanos estamos viendo hacia Estados Unidos, términos de cosmopolitismo y globalización. No existe una reflexión sobre los propios asuntos, nadie está obligado por supuesto a tratar un tema u otro, pero a mí esta situación me deja un poco perplejo porque pareciera que al escritor le interesa poco su realidad, lo cual considero desfavorable. En muchas ocasiones responde al interés de despertar en los lectores de Europa o de Estados Unidos una mirada en nuestra obra, por eso recurrimos a escribir sobre autores o literatura Europea.

A.T.S: ¿Cuál sería su recomendación general para los ensayistas novatos?

G.B.F: No olvidar que el ensayo se compone de la idea y del estilo, en algunas ocasiones podemos encontrar algunos ensayistas con únicamente estilo, sus textos son sólo un despliegue de belleza retorica pero está hueco, no dice nada, uno lo puede apreciar en términos formales pero no en términos de contenido. En otras ocasiones, la idea no tiene una reflexión matizada o sugerente sino es una suerte de apuntalamiento tajante de determinadas provocaciones. Se necesita, creo, mantener estas dos vertientes, plantear una reflexión y esbozarla en términos retóricos tan fuertes y discursivos que inquieten al lector, obligándolo a la reflexión, y eso exige al ensayista una reflexión profunda y un conocimiento bastante amplio de su tema, sobre todo un compromiso por despertar una reflexión en el lector. No creo en una literatura autista, en la que se encierra en sí misma, usualmente ésta se tiene que enfrentar al afuera porque la literatura se nutre de un lenguaje que es una producción social, un hecho social, producto de la realidad. La labor del escritor es, a partir de su realidad interna, sacar determinados mundos no presentes en la realidad colectiva porque es necesario que el lector los aprecie: reflexión en el ensayo, emoción si es poesía, psicología del personaje en narrativa.

A.T.S: ¿Cómo debe leerse el mundo para generar la reflexión en el ensayo, porque hablamos de un género que aprehende la realidad, una opinión y no recrea como en la poesía o narrativa?

G.B.F: Es importante considerar que la realidad se puede aprehender desde varias perspectivas, no basta un sólo elemento para acercarse a los temas de ella, si uno se acerca a la realidad desde una postura tomada, probablemente sólo se verá aquello que uno quiere ver, y lo necesario es siempre estar dudando de lo que uno mismo está planteando para adelantarse a cualquier refutación pero al mismo tiempo, para que no se escapen determinadas aristas, que lo sabemos, conforman la realidad de una manera múltiple, se compone de varios planos no sólo lo que vemos sino lo que viene a través de la memoria, lo heredado en forma de la cultura, de la sociedad y, puede estar bajo la superficie, no exactamente en los hechos sino éstos permiten ver otra. Eso exige una cultura que desconfié en la cual el escritor dude, no puede acercarse a la realidad sabiendo lo que ésta lo obliga a decir, la realidad lo tiene que confrontar.

A.T.S: ¿Cuál es la definición de ensayo de Geney Beltrán?

G.B.F: No creo tener una, el ensayo es el lugar de las preguntas, de las dudas, más que de las respuestas o de acepciones definitivas. En ese sentido es una operación del espíritu, intelectiva o reflexiva, antes que conclusión. Más que un lugar al que se llega, es el camino que nos permite llegar a un determinado lugar, no sabemos cuál es. Más que una forma determinada, es una suerte de pasos, un contenedor que permite presentar el espíritu del escritor, es un ejercicio de aprensión de la realidad, es una operación intelectiva del espíritu, más que un hecho determinado finito.



Reinvención: se escribe sobre la realidad
- Entrevista con el escritor chiapaneco Eraclio Zepeda –
Claudia Martínez


Cuando tenemos contacto con la literatura, los primeros libros son decisivos. Recuerdo la preparatoria, las clases de lectura con mi profesora Lute y su ímpetu por acercarnos al arte escrito. Por ella leí a Horacio Quiroga, Carlos Fuentes, Rosario Castellanos y Eraclio Zepeda.
Fue éste último a quién tuve la fortuna de conocer hace más de un año, en el homenaje realizado para Ernesto Cardenal. Como buena estudiante de literatura y fan, perdonen ustedes el término, me fotografíe al lado de don Laco. Para mí era un sueño hecho realidad ver y tocar a uno de los máximos letrados de Chiapas; jamás pensé que tendría la oportunidad de mantener un contacto más íntimo con el gran escritor.
Hasta hace unos meses me encomendé la misión de entrevistarlo. Para lo cual adquirí el libro de Benzulul, nunca hay que desaprovechar la oportunidad de un autógrafo.
En la inauguración del segundo Festival Jaime Sabines, me acerqué al señor Eraclio para solicitar la entrevista, él accedió sin ningún problema. El día acordado arribé al Auditorio de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Chiapas, encontrándome con la grata sorpresa de observar a don Laco interactuando con un grupo de estudiantes.
Esperé, mas por placer que por educación, porque Eraclio Zepeda es ante todo un gran conversador. Después de unos minutos, comencé la entrevista.
Claudia Martínez- Señor Zepeda, buenos días, ¿recuerda la entrevista que prometió para el diario Expreso en el suplemento Yuria?
Eraclio Zepeda- Claro que sí.
C. M. - Dígame, ¿por qué Eraclio Zepeda decide escribir? –comienzo después de encender la grabadora.
E. Z. - Bueno en mi casa, en mi familia los Zepeda hay una tradición grande de literatura: mi abuelo, el primer Eraclio, era un buen poeta; mi padre, Eraclio Zepeda Lara, era un excelente cuentista, su libro acaba de ser reeditado por tercera vez; y yo desde pequeño, casi un niño, cuando asistía a la escuela Tipo, donde teníamos un periódico de niños que se llamaba… se llama, Alma infantil, comencé a publicar algunas cosas. Siempre creí que iba a ser escritor.
C. M. - Sabemos que en sus libros, como Benzulul, existe la presencia de la tradición oral esa cuestión de contarnos lo que han dicho los otros; en su caso, ¿quiénes han sido punto de partida en la oralidad?, ¿quién le contaba de niño…?
E. Z. - Hay que recalcar un punto muy importante, en la literatura oral lo que interesa es la invención, no la repetición. El que repite no es un creador. Se necesita inventar. Yo creo que bajo esta circunstancia, mi maestro principal fue mi propio padre, era un excelente lector, un excelente improvisador de literatura oral. En mi casa había dos tipos de biblioteca: la biblioteca de libros, y la biblioteca de palabras, las dos me formaron igual.
C. M. - En el plano literario, estrictamente hablando, ¿quiénes son los escritores que usted dice, “ellos son mi base, mi influencia”?
E. Z. - Voy a obviar lo que leí de adolescente, todos leemos las mismas lecturas –después de una breve pausa, continúa-, pero ya decidido a escribir me impresionó enormemente Rulfo (Juan Rulfo), un cubano Emilio José y por supuesto, Tolstoi.
C. M. - No sé, pero tanto Benzulul como Asalto nocturno, encierran el truco de contarnos una historia pero con la voz fuerte, firme. En Benzulul no vemos al indio sumiso, sólo una realidad. Sin embargo, me pregunto, ¿cómo puede alguien transitar del plano rural chiapaneco a la gran ciudad de México?, ¿qué ocurrió para lograr eso?
E. Z. - Mi infancia la viví en Chiapas, en regiones indígenas. Escribí sobre indios porque era lo que mejor conocía en ese momento, si hubiera conocido cosmonautas a lo mejor escribo un libro sobre cosmonautas.
C. M. - Finalmente, ¿cuál es su opinión de la literatura joven chiapaneca?
E. Z. - La literatura actual, tanto chiapaneca como mexicana en general, está pasando por una época de oro, se está generando una potencia extraordinaria. Por primera vez tenemos escritores jóvenes altamente capacitados en la universidad, son escritores cultos. Esta literatura se nutre de ambos sexos, es decir, encontramos muchachos y muchachas; en la historia han existido grandes escritoras, por ejemplo, sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos, pero lo que sucede hoy es que son legiones de muchachas, casi en el mismo número que los hombres. Por otra parte, también los indios y las indias están escribiendo, y en sus lenguas maternas, eso le ha dotado de un gran auge a la literatura chiapaneca. Porque cada vez que una lengua muere, somos más pobres; cuando una lengua chiapaneca está en peligro, estamos todos en peligro.
C. M. - Yo tengo que hacerle una pregunta obligatoria, la cual espera desde mi etapa preparatoriana. ¿A usted también, una urraca le llevó su ombligo o si se lo enterraron?
E. Z. - No, no, es a mí a quién le pasó… Se descuidó mi abuelita –dice con la sonrisa del recuerdo.
C. M. - Por eso ha andado de aquí para allá. Usted ha sido escritor, político, profesor, periodista…
E. Z. – Viajero –agrega felizmente.
C. M. - Viajero más que todo y sobre todo. ¿Cuál es la ocupación que desempeña con mayor placer?
E. Z. - Ser un ser humano –sentencia audazmente.
Y con la acertada respuesta del señor Zepeda, tengo a bien concluir la entrevista. Sin olvidar felicitar a nuestro escritor chiapaneco por los 30 años de de Benzulul.


ÁGUILA Y SOL
J.R. VUELO DE TIERRA (primera parte)
Roberto López Moreno
I
Justicia hizo Sancho
lanzando moneda al viento.
En savia del mundo ínsula
dio águila en Revueltas,
sol en Rulfo, moneda
a nuevos cielos puesta en vuelo.
La moneda en el aire:
Revueltas.Rulfo.
En una cara vuela el mundo,
en la otra su sueño,
iguana horizontal,
colibrí columna,
tierra y espíritu en perfecto nudo.
Tiempo.
La moneda de Sancho está en el aire.
Revueltas. Rulfo.Verbo. Imagen.
La vida y su poema
en la justicia de Sancho
que lanza la moneda.
El manco lo observa
desde un rincón del día.

En este poema que publiqué como parte del libro Manco y loco ¡Arde! (Miguel Angel Porrúa-Gobierno del Estado de Chiapas, 1991) subrayo la idea que me ha llevado a definir las existencias de Rulfo y Revueltas en nuestro medio como integrantes de las dos caras de una misma moneda que al triunfar en el aire con su revolotear de destinos, integra la unidad del binomio, jugando a la sorpresa desde lo eterno, a lo imprevisible-previsible en uno, a lo impredecible-predecible en el otro.

Hablo, sin duda para mí, de los dos escritores más importantes del México contemporáneo, de los dos ingenios -realidad de luz- que surgen de la entraña más nuestra y retornan a ella, penetrando como ninguno desde la verdad adolorida y desde su poesía, abarcadora también de una cultura formada en el desgarramiento. Los dos autores se corresponden, se complementan, los dos nos dan la visión más fidedigna de este barro amargo con el que estamos conformados desde hace más de 500 años. Los dos autores nos corresponden, nos complementan, configuran nuestro ser individual y colectivo; tanta es la fuerza del dinámico binomio, águila y sol con nuestras verdades en vilo.
Si en el caso de Revueltas, el de la preocupación política, el militante engarzando horas de prisión con la eterna juventud de su optimismo (una de las condiciones principales del marxista es esa, la del optimismo), si en el caso de Revueltas, México se convierte en materia tangible, en prisión y calle desbordada de pancartas y consignas, en reflexión filosófica sobre el devenir del hombre, en incursión por las obscuras venas de la degradación humana; en el caso de Rulfo esa misma realidad tremante adquiere el vuelo del sueño, de un sueño amargo también, porque parte de la misma llaga, pero que se eleva por sobre nuestras cabezas como otra forma de hacernos poner los pies en el suelo.
Aquí, estamos ante la realidad y su idea jugando en una misma moneda al aire; aquí el río de Heráclito se alimenta con dos brazos poderosos (cauce de tierra y agua, y cauce de fuego y viento), aquí se forma el tal río con una corriente aérea y otra terrestre; aquí, el agua de los tiempos que lermamos sabe a lodo y a ave, otra vez el persistente pensamiento mexicano uniendo en un mismo nudo, barro y viento, la sabiduría de la tierra y la del espacio.
Rulfo y Revueltas, Revueltas y Rulfo, tan mexicanos como son, ellos son los dos escritores realmente cosmopolitas de nuestra literatura; no lo son porque pudieran haber andado alguna vez tras la persecución del Premio Nobel o en trance de frivolidades en tonos de "jet set" transnacional. Lo son, el uno, Revueltas, porque en su obra tiene la capacidad de viajar, con su cohorte de mancillados, agredidos, de México a los infiernos raciales de Estados Unidos; a Moscú, frontera de leyenda entre dos mundos: el occidental y el oriental; a Corea, para describirnos en su novela "Los motivos de Caín", escenas de aquella disputa sangrienta por el paralelo 38; el uno, porque es un pensador marxista y como tal, trabaja con las expresiones del pensamiento universal contemporáneo; el otro, Rulfo, por las fuentes de su obra; el jalisciense concentra su cosmopolitismo en un vasto conocimiento de la narrativa del mundo y de su tiempo.
En este renglón se puede decir que, nada le es ajeno a Juan Rulfo de lo que sus contemporáneos han escrito en otros países, en cualquier parte del planeta, así lo dijo de propia voz alguna vez y así se intuye, o se sabe, en el momento en el que el lector penetra el universo rulfiano. Hijo es Rulfo de las literaturas del mundo y ahí está su verdadero, real, indiscutible cosmopolitismo.
¿Cuál es la mejor manera de ser hombre del planeta, es decir, de abatir ciertamente las fronteras que de manera tan terca y agresiva nos imponen los intereses de Estado, los gobiernos, creándonos divisiones políticas ficticias, ilógicas, atentatorias de las unidades culturales, descuartizadoras en la mayoría de las ocasiones de la identidad de los pueblos, divisiones que se convierten en valladar para los encuentros humanos? Una de las mejores maneras es la de Rulfo, sin duda, asumir como nuestras las maneras de expresión de los ingenios de ultrafronteras dotándolas de nuestro propio matiz, es decir, volver uno-nuestro lo diverso y diversificar nuestro uno activo a quienes con la misma actitud nos asuman. Así es cosmopolita Juan Rulfo, así trabajó, aunque en sus principios haya sufrido la incomprensión de sus compañeros que conformaban la segunda promoción del Centro Mexicano de Escritores (ah, los talleres literarios). Cuando nuestro autor presentó los originales de "Pedro Páramo" en las sesiones del CME, inmediatamente la maquinaria se puso en movimimento para triturar entre sus engranajes y poleas el texto puesto a la consideración de aquel taller. Incluso, como cumpliendo con un acto de conmiseración el guatemalteco Otto Raúl González se acercó a Rulfo, quien provenía ya de un gran cúmulo de lecturas y le aconsejó que leyera más novelas a lo que el aludido respondió: "justamente eso es lo que he hecho toda mi vida".*

Y eso era lo que había hecho este hombre a quien en ese acto de lectura pluricultural reconocemos como un escritor cosmopolita sustanciado en su más profunda mexicanidad.
Resultaba que Rulfo era demasiado novedoso para los críticos y lectores de los años cincuenta, década en la que se publicó la primera edición de Pedro Páramo. "Deshilvanado" se le dijo, autor de un discurso sin desarrollo lógico, más bien caótico en el que la narración avanza o retrocede sin ningún control, desordenado y confuso; eso fue lo menos que le dijeron algunos compañeros de taller y se le acusaba además de que su trabajo abría las puertas de la fantasía cuando no cerraba todavía las de la realidad.
Vista la década de los cincuenta desde nuestra ventana temporal advertimos que precisamente lo que ha subyugado a los miles de lectores rulfianos es ese entramado de fantasías y realidades que hace de su obra fuerza de imán al enfrentar a un mismo tiempo al hombre con su realidad y con su ensueño; es entonces cuando la conciencia se convierte en un eje deslumbrado entre la evidencia y el misterio.
Dentro de la evidencia se puede decir que Rulfo es, sin aspiraciones a los grandes premios internacionales y desprovisto del glamour socialero intra y extrafronteras, nuestro escritor más célebre en el extranjero; suman cientos los estudios y ensayos que de su obra y sus significados se han hecho en el planeta (universidades, instituciones especializadas, centros culturales, investigadores independientes, etc.).
Y dentro del misterio habría que preguntarse: ¿cómo pudo Rulfo trascender como lo hizo, alejado de los grupos literarios de poder, si bien sabemos que en México lograr una hazaña así es casi imposible?, una suerte más dura, más difícil, más terrible le tocó a Revueltas quien tuvo que pagar a muy alto precio su posición ideológica y política afrontando la marginación, el ninguneo, el menosprecio y hasta la cárcel.
Aquí tenemos a un Juan Rulfo, dominando sobre la insidia, aquí está, levantando al espacio el rostro descarnado de un pueblo que ha venido siendo -incluso desde antes de los 500 años- entre la vida y la muerte. Ahí está Rulfo, mostrando ese rostro al mundo, el rostro de nuestro amargor, de nuestro desencanto. Aquí-ahí su semilla de tinta. Rulfo, Juan, diles que no nos maten.
Hablo de una literatura que por nosotros habla. No caeré en Faulkner nada más porque Comala y Yoknapatawpha o porque los muertos hablan en Comala y "Mientras agonizo"... en Faulkner... sería absurdo tal; es obvio que Rulfo viene de muchas riquezas y mejor se diría de él si abriéramos más nuestra óptica. También se habló de Faulkner en Revueltas y en Revueltas estaban más Dostoievski , Malraux, Camus y otros, como el propio Revueltas lo reconoció en algún momento. En el caso de algunas coincidencias entre grandes autores ¿por qué tomarlas forzosamente como influencias y no como coincidencias? ¿Desde qué remotos lares de las mitologías nos vienen, por ejemplo, las viscisitudes de los muertos-vivos? Los autores, dentro de cualquiera de las artes, son beneficiarios sensibles de una cultura universal, de una cultura enriquecida con las diferentes visiones que tiene el hombre de su propio devenir, con las acciones (acertadas o fallidas) que pone en práctica en la intención de modificarlo; surgen ideas y formas de expresarlas -de acuerdo con las diferentes épocas y las distintas geografías-, pero finalmente se trabaja sobre los mismos grandes temas universales, por mucho que las formas de expresión varíen, los temas mismos determinan ciertos giros que llevan a las coincidencias y que incluso llevan a intevenir, aunque sea con ciertas lejanías en las formas de expresarlos.
De esta realidad, y de una insoslayable pedantería, surgen los “cazadores de influencias”. Se buscan las influencias ya en algunas instancias del tema, ya en ciertas concomitancias verbales o de estructura. Se llega incluso -en pretensiones de inteligencia mayor- a la actitud de desdeñar las simples casualidades porque se manejan asuntos más profundos, las oscuras claves de la estructura a las que no tienen acceso los simples mortales. Así nos encontramos, incluso, a un Juan Rulfo como deudor de Lord Dunsany por ejemplo. Esto no tendría mayor importancia, al margen de la real aportación cultural, si no fuera porque muchas veces estos “detectives de influencias” proceden más bien bajo los marcos de la mala fe y la descalificación. Pero la digresión no nos distraiga de nuestro central absorto, los mecanismos de la estructura por medio de los que nuestro escritor alcanza el sueño. "Flash back" dice el lenguaje cinematográfico que se ha adoptado en gran parte del planeta; recurso que retrotrae la acción, procedimiento por lo que lo real se ve convertido en eco del recuerdo; entonces conviven en interacción vital, en yuxtaposición de tiempos, el pasado y el presente, la realidad y su añoranza, pero en vía inversa, de modo tal, que el presente se convierte en memoria del pasado; así los pretéritos son (han sido) los futuros perennes y surge sobre el hoy receptor la realidad de la vida-muerte. Entonces entramos en cuerpo y alma al sueño.
Me refiero específicamente a este procedimiento del “flash back”-uno entre varios- para ver por adentro y por afuera, trazo lúdico y lúcido de espiral hacia atrás, porque fue el más criticado por la incomprensión en aquellas sesiones del Centro Mexicano de Escritores, pero finalmente, más debo referirme al resultado del conjunto de recursos. En el sueño estamos.
Otro procedimiento que nos obliga a la novedosa hermenéutica se basa en la palabra, en el dominio manifiesto del lenguaje popular; es un lenguaje de nuestras cosas más nuestras el rulfiano, un lenguaje casi mudo, como para no herir el aire en el que es pronunciado, lenguaje es de los arrojados al páramo, a la desolación, de los que han sido despojados de la voz, lenguaje contenido, pero por eso mismo, cargado de humor amargo cuando el caso, potencializado de alegrías tristes, creciendo no hacia afuera, hacia adentro, con las sustancias de la tierra, para crear de la tradición una nueva mitología.
La poda del lenguaje hace crecer su árbol de lodo a nube. Podríamos preguntarle a Rulfo: ¿Qués es ese ruido que se oye? y él nos respondería: "es el silencio". Dentro de tal código de creación el lenguaje se diluye, desdibuja sus filos, los externos, se contrae al máximo y le va dejando espacio a la imaginación para que esta aflore su fantasía con las semillas dadas. De esa otra manera también es como Rulfo hizo crecer los cauces de esta nuestra sangre poblada de fantasmas. Los mexicanos actuales no sabemos a "ciencia cierta" si del Mictlán venimos, si a él nos dirigimos o en él estamos, pero a "sueño cierto", podríamos aseguar que nos encontramos en las tres dimensiones espaciales a la vez, somos muertos vivos y vivos muertos al mismo tiempo, al fin y al cabo, y habiendo mencionado la palabra tiempo, la cultura no es más que lo acumulado vivo de millones de estos y de aquellos muertos, cantidad hechizada.
Pero estamos en la muerte-vida universal y mexicana, de una mexicanía no pregonada con folklorismos estentoreos y por ello más real, de adentro, se podría decir que se logra aquí lo "mexicano humanista", con su fuerte carga de objetividades y fantasías.
¿Cómo ver lo que la inmediata realidad no puede ver de sí misma?, poniendo como testigos los ojos de la poesía; cuando hablo del sueño es de la poesía de lo que estoy hablando, de una segunda realidad que nos permite reconocer bajo la nueva iluminación las caras oscuras de la primera. Entonces es el alma la puesta a tocar y a sentir las dimensiones de las cosas, Sancho ingresa a la alucinación frente a la reciente cordura de Quijano, permuta que permite el nuevo destello revelador. Mientras filósofos y sociólogos se aventuran en la teoría de lo mexicano, Juan Rulfo con su prosa crea la poesía de lo mexicano, y ahí está la fuerza del deslumbramiento que provoca cuando "nos dice", para nosotros y para el mundo, con la certeza que su poema alienta desde el sueño que lo forjó. El otro, Revueltas, sueña a su modo en la otra cara de la moneda, Aguila y Sol enlazándose en el giro del troquelado aéreo. Ambos nos nombran y confirman en nuestro tiempo y espacio, para que una vez definidos en espacio y tiempo, dibujemos con su tinta y con la nuestra -sumadas del mismo zumo- los nuevos parajes por los que habrá de transcurrir nuestro ser histórico.
Mientras tanto, los dos libros que escribió Rulfo son espejos, pero espejos que penetran hasta la entraña de nuestra tristeza y de nuestra soledad; ahí nos reconocemos forzosamente, con una desolación en volumen; la otra realidad que a la realidad le falta, la del sueño, complementa lo que primeramente vieron los ojos normales y entonces, vemos el cuerpo y el alma de ese rencor vivo con las espaldas dobladas sobre un llano que se quema y que nos quema, un llano en llamas puesto a helarnos la sangre, a corroborarnos hijos de la desventura pero también de esa infinita curva, cuna y tumba, a la que en el páramo desde el que observamos, asumimos y llamamos universo.



REVUELTAS Y RULFO: DOS ENERGÍAS DISTINTAS Y UN SOLO VERBO VERDADERO
Julissa Roblero

Entrevista a Roberto López Moreno

Hablo, sin duda, de los dos escritores más importantes del México contemporáneo, de los dos ingenios -realidad de luz- que surgen de la entraña más nuestra y retornan a ella, penetrando como ninguno desde la verdad adolorida y desde su poesía, abarcadora también de una cultura formada en el desgarramiento.
Con motivo del segundo Festival Internacional de Letras Jaime Sabines, el pasado sábado primero de noviembre se presentó la obra más reciente, Vuelo de tierra, del escritor Roberto López Moreno: una conjunción de textos del género ensayístico que, indudablemente, ofertan la no temida calidad literaria del autor chiapaneco. En la cita, el escritor se propuso un debate con la crítica literaria, preocupado por la historia de la recepción frente a la obra de dos escritores mexicanos “profundamente nuestros, hechos de nuestra sustancia con conciencia de su origen, con amor a su procedencia…. Dos de los escritores más cosmopolitas de nuestra literatura” (Roberto López Moreno. 2008), José Revueltas y Juan Rulfo. Roberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942) ha escrito más de 30 títulos entre poesía, narrativa y ensayo, y fue distinguido con el Premio Chiapas en 2001.
En su texto se produce un efecto, el efecto de conciliación, la unidad del binomio: lirismo y opinión, contagio idílico y propuesta crítica a partir de Rulfo y Revueltas. Las obras de ambos son la moción de la palabra de aquél, preocupado por el acercamiento al infinito poético en que estos autores revelan el rostro herido del mexicano.
Julissa Roblero: Mencionaba que Rulfo y Revueltas son narradores que penetran en las entrañas del mexicano desprotegido:
Roberto López Moreno: Hablé de los dos, adjudicándoles que son los grandes creadores de atmósferas, que poseen una habilidad y, sobre todo, una sabiduría para que en su narración aparezcan atmósferas impresionantes. Ahora, qué atmósferas podrían crear Revueltas y Rulfo, siendo escritores de un pueblo con tantas heridas como el nuestro, ¿qué otra atmósfera, sino esa en que continuamente discuten con la herida más profunda de un pueblo? Ocurre como en la tragedia griega, en que terminan siendo los más fidedignos sin otros rebuscamientos como intentar el jet set internacional. Qué más verídicas pueden ser esas dos voces que son nacidas del fondo mismo de la herida social.
J.R.: En el ensayo que leyó hace un momento, emitía una pregunta, ¿cómo pudo Rulfo trascender como lo hizo, alejado de los grupos literarios del poder? Mi pregunta es, entonces, hasta qué punto la situación política influye en la crítica literaria?

R.L.M.: Tenemos una crítica muy inmoral, muy domeñada, muy atada a los grupos de poder, y como ejemplo de eso señalé el hecho de que en cinco años se publican dos grandes novelas, una, de alguien que estaba ya involucrado en las esferas políticas y, otra, la de un perseguido político; entonces la crítica escoge al perseguido político para sojuzgarlo, y escoge al otro, al del poder, para decir que su obra es la más grande novela moderna que se ha escrito en México. Y todavía continúas leyendo aquella crítica, escrita en su momento, debería darle vergüenza a quienes lo escribieron, porque todas las cosas cambian. Te doy un dato, saliendo un poco de la literatura, el de la música, Silvestre Revueltas, quien fue sometido al detrimento frente a Carlos Chaves, el reconocido como el gran músico de México, mientras que a Revueltas se le tapó con la punta del pie. Pero ahora, no sólo en México, sino en América y en el mundo saben que el gran compositor de concierto es Silvestre Revueltas y todo el mundo queda deslumbrado. Qué hacer, por tanto, con esas hojas que quedaron ya escritas, no solo de críticos mexicanos, sino críticos de Estados Unidos y de América Latina que en ese momento pertenecían a los círculos del poder. En los libros publicados en México por la UNESCO, libros ciertamente muy serios, se vive ese ninguneo de Revueltas; y es que todas las cosas tienen un precio, en ese momento se podían servir con la cuchara grande, con el desprecio a alguien que no tenía manera de defenderse. Ahora, cuando el mundo voltea hacia la realidad, y ve que Silvestre Revueltas ha sido el más grande compositor que ha dado México hasta el momento, cómo se van a borrar esas hojas que ya fueron impresas y que rodaron infamemente alrededor del mundo todos esos años. En el pecado mismo se lleva la penitencia. Llega un momento en que tú estás en situaciones de poder, y como ya decía, te sirves de la cuchara grande, y entre más grande sea esta, tarde o temprano, mayor será el precio que tengas que pagar. Qué vergüenza de los grandes críticos de aquel entonces que pasaban por sabios y que ofuscaron la figura del gran genio de la música mexicana. Esto, aplicable a Silvestre Revueltas, es aplicable a la literatura, a la pintura, etc. Porque sucede todos los días, nos está sucediendo, todos los días el poder nos enamora, si te unes a él te da renombre, te da viajes, te da una posición en el jet set internacional, pero después, el tiempo que camina, va poniendo las cosas en su lugar y allí se ve que todo aquello no era más que humo y carrizo.
J.R.: La libertad del artista, comentaba, radica entre las relaciones de éste y el contenido estético de la sociedad en que reside. ¿Cómo ha abordado Roberto López Moreno este asunto?
R.L.M.: Trato de ser lo más honesto posible con mi trabajo artístico. Yo no niego ser un autor preocupado por los asuntos políticos, y no niego que los incluya en muchos de mis asuntos; pero eso no me exige que tenga que hacer o decir lo que no quiero hacer ni decir; yo lo hago porque así lo siento, pero no es una obligación del artista, la obligación del artista es hacer arte, y hacer arte no sólo por ejercicio, sino un arte que se considere de alto nivel, y entre mayor nivel alcance tu creación artística más revolucionaria será. Aunque seas gente de derecha, si realmente tu talento y tu ingenio te hace transformar la realidad en la que estás viviendo, estás haciendo un arte revolucionario; el gran arte revolucionario lo hizo Borges, sin necesidad de estar hablando de política.
J.R.: ¿Se identifica Roberto López Moreno con esta visión humana al estilo de Rulfo y Revueltas, es decir, también gusta contar “esa lepra expansiva de la actual sociedad”?
R.L.M.: Lo hice en un libro. Aunque yo no me quedaría nada más en eso. Lo intenté hacer en un libro que se publicó en el Fondo de Cultura Económica hace muchos años y que se llama Yo se lo dije al presidente; este libro es toda una visión de lumpen, muy fuerte, donde existe una especie de mundo sin esperanza, y qué es el lumpen finalmente sino un mundo sin esperanza. Ese libro, por cierto, es uno de los que más éxito han tenido de lo que he hecho en prosa. Ya lo hice, y quizá tenga ahora otros temas, otras variantes, a la mejor en algún momento regreso para explorar otro fragmento u otro segmento de ese mundo terrible, o a lo mejor voy a tardar mucho para regresar a eso.
J.R.: Me parece sugestivo cuando aborda el tema del Estridentismo y su proyección sobre la figura del proletariado. Por ejemplo, una de las fotógrafas extranjeras que se ubican durante este periodo es la italiana Tina Modotti, interesada en captar los momentos más cruentos de la condición humana del mexicano en aquel plano de la situación social post-guerra. ¿Cómo, entonces, consigue esta apreciación? Porque al leer textos de Arqueles Vela, por ejemplo, o de Germán List Arzubide o Manuel Maples Arce, no había hallado, hasta ahora, una apreciación tan interesante como aquella en la que Roberto López Moreno focaliza al proletariado bajo la tensión de la vanguardia estridentista.
R.L.M.: El proletariado es visualizado a través de la industrialización de la sociedad, en específico, la que se vivió en la ciudad de México, porque si bien sabes, aunque los estridentistas trabajaron primero en Puebla y luego fueron acogidos en Xalapa, su visualización fue siempre la de la industrialización. Ellos crean una especie de corriente óptica, de corriente plástica al lanzar su teoría, y encuentran eco, justamente, en los grabadores y en pintores que estaban en ese momento forjando el muralismo. Entonces, el estridentismo da el golpe que inspira la imaginación de aquellos, dando lugar a la creación de una estética del estridentismo, y es así, muy cómodo identificar a los autores de esa época, y dices ‘es el estridentismo, son ellos’: la expresión que ilustra al obrero de la industria.



Piedra de Toque
ENTREVISTA CON JOSÉ LUIS DE LA FUENTE,
ESPAÑOL, ESPECIALISTA EN LITERATURA
HISPANOAMERICANA


“Cervantes: un paradigma de la libertad estilística”

“El siglo XX: borgesiano”

“En busca de Klingsor” de Jorge Volpi, la novela que Borges no escribió”

Ricardo Cuéllar Valencia

Valladolid, Capital de la comunidad Autónoma de Castilla y León, España, es una ciudad con una milenaria historia. Se sabe que allí hubo asentamientos pre-romanos, es decir, habitantes paleolíticos. Fueron los romanos los que signaron la huella más profunda en las riberas del río Duero, el Esgueva y el Pisurga. Allí se constituyeron las monarquías visigóticas cuya activa presencia duró hasta la invasión musulmana; las luchas sucesivas llevaron a la edificación de numerosos castillos, lo cual explica que esta tierra cuente y conserve el mayor número de fortalezas en toda España.
La ciudad de Valladolid nace en el momento que el conde Anzúres inicia la repoblación a fines del siglo Xl. Así se inicia un proceso de asentamiento de nobles castellanos que termina con el establecimiento de la Corte de Castilla. Son tiempos de esplendor e hitos históricos. En 1452 se instala la Real Chancillería y en 1469 Fernando de Aragón y la princesa Isabel de Castilla, futuros reyes católicos, contraen matrimonio en el palacio de los Vivero, hoy espacio ocupado por el gobierno local.
En 1561 Felipe ll traslada la corte a Madrid; a partir de ese momento Valladolid vive una constante decadencia hasta la segunda mitad del siglo XX. Ahora conoce el desarrollo moderno y es pionera en varios asuntos de la vida urbana. Es una ciudad relativamente grande, bien construida la parte nueva, con ladrillo y teja, madera y herrería, con un toque europeo, de construcciones casi simétricas, lo que habla de la racionalidad y el orden capitalista por estas tierras. Se conserva buena parte de la arquitectura antigua.
En Valladolid murió Cristóbal Colón, el 20 de mayo de 1506. En Valladolid vivía Miguel de Cervantes Saavedra, exactamente el 1605 cuando se edita la Primera parte de El Quijote y aquella casa que lo hospedó es hoy un museo y una biblioteca. Vallisoletano es el poeta romántico del siglo XlX José Zorrilla, quién gozó de la protección del emperador Maximiliano en Ciudad de México y es autor del inolvidable Don Juan Tenorio. De Valladolid son hijos Miguel Delibes y Francisco Umbral, maestros de la novela moderna en lengua española.
La Universidad tiene varios campus, desde el antiguo edificio, hasta los muy modernos, como el de Filosofía y Letras. Aquí vienen a estudiar personas de Europa, Asia, Africa e Hispanoamérica, obviamente que la mayoría son españoles y españolas.

Viví en Valladolid. Allí estudié el doctorado sobre El Quijote y la novela moderna.
José Luis de la Fuente fue un hombre que murió relativamente joven, cercano a los cuarenta.
El día que me inscribí en la Secretaría del doctorado del Departamento de Literatura, la secretaria –una pintora abstracta- me lo presentó gracias a que a pocos segundos de haber llegado yo, él arribó a preguntar por unos libros remitidos. Inmediatamente empezamos de hablar de muchas cosas de literatura hispanoamericana a la vez. Desde ese momento nos hicimos amigos. Una o dos veces al día nos encontrábamos y hablábamos de este o aquel autor de narrativa o poesía, de historia o política, del amor, la vida.
José Luis de la Fuente se doctoró en literatura Hispanoamericana y era profesor en la carrera y los doctorados que año tras año ofrece la Facultad. Fue autor de varios libros y numerosos trabajos sobre Usugli, Carpentier, Rulfo, Borges, Garcías Márquez, Severo Sarduy, Angelina Muñiz-Huberman, Jorge Volpi y su coco Bryce Echenique. Hablamos con él frente a la computadora.

P: ¿Cuáles son los rostros que miras de Hernán Cortés hoy, a comienzos del siglo XX,I desde España?
R: ¿La de un hombre seducido por la idea de un imperio y una religión que creía que debía expandir al mundo; por el otro lado, la de un humanista que estaba fascinado por el mundo que encontró en México, pero que la idea imperial y católica le impulsaban a atacar y destruir.

P: Cuáles fueron los aspectos más destacables de su formación?
R: Hernán Cortés nació en Medellín, Extremadura, en 1485. Aunque se habla de su paso por Salamanca, bastante dudoso es que fuera a la Universidad. Donde sabemos que estudió y trabajó fue en Valladolid en torno a lo que hoy conocemos como el Colegio de San Gregorio y la Chancillería Real; aquí fungió como escribano hasta la muerte de la reina Isabel, y se va de la ciudad sin poder cumplir su deseo de entrar a la Universidad. Ya en su madurez sostuvo una academia de humanistas españoles e italianos que se reunían para debatir sobre los temas más diversos.

P. En qué época de su vida estuvo en Valladolid…
R: Vivió en sus años de formación antes de embarcarse hacia las Antillas y regresó a Valladolid hacia 1543 cuando retornó a España a pedir al emperador el reconocimiento que el creía merecer por haber conquistado tantas tierras y gente. Aquí estuvo por lo menos dos años; entre otras actividades mantuvo varios encuentros con Juan Ginés de Sepúlveda, y también, aunque no es seguro que fuera en Valladolid, con Cervantes de Salazar.

P. La polémica entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas ocurrió en Valladolid exactamente…
R: Si, eso sucedió en 1550. Por esa razón Ginés de Sepúlveda quiso entrevistarse con Hernán Cortés para que le informara sobre los indígenas y de su experiencia en México para ayudarse en su idea conservadora. Se dice que Cortés le entregó una copia de las Cartas de Relación, pero no olvidemos que en las Cartas hay un cierto respeto y admiración hacia lo indígena, aunque para él sean también enemigos y practicantes de una religión que abomina.

P. ¿Qué aspecto le pudo servir a Ginés la lectura de las Cartas?
R. Tal vez la segunda carta, por ejemplo, que es en la que más se muestra la admiración de Cortés; en ella él trata de los ritos, de los sacrificios humanos y de otras prácticas que podía abominar un ciudadano europeo del siglo XVI. No obstante en esa Carta muestra una gran admiración por el mundo mexica. Obviamente Sepúlveda si extrajo algo de las Cartas fue lo que más le convenía para sustentar sus tesis.

P Tuvo alguna relación Cortés con fray Bartolomé de las Casas...
R: Que yo sepa ninguna. Si se hubiesen encontrado habrían saltado chispas. De las Casas odiaba profundamente a Cortés como lo muestra en su Historia de las Indias. Quien sabe, se puede decir, si en esta animadversión influyó la disputa entre Bartolomé de las Casas con los franciscanos de México. Los franciscanos, como Motolinia o Mendieta, convirtieron a Hernán Cortés en el Moisés del Nuevo Mundo; eso no debió gustarle a Bartolomé de las Casas, quien además lucho denodadamente contra los franciscanos por sus métodos de evangelización, por ejemplo, los franciscanos bautizaban grandes masas de indígenas mientras que los dominicos decían que sólo era correcto el bautismo individual; así lo denunciaron.

P.¿Eran personalidades muy diferentes las de Cortés y de las Casas?
R: Creo que no eran tan diferentes. Tal vez los dos tenían un carácter semejante, fuerte, algo narcisista y ambos eran hijos de su época, es decir, en los dos se anteponía las doctrinas al hombre; por otra parte los dos fueron muy queridos y respetados por los indígenas; de hecho cada vez que Hernán Cortés tenia que salir de la capital de la Nueva España, los indígenas temblaban porque se sentían desprotegidos y quedaban a merced de otros españoles, verdaderamente crueles y caprichosos. Cuando Cortés regresaba era espléndidamente recibido por la gente. Creo que los problemas de Cortés fueron más con los españoles, con la Primera Audiencia de México; cuando comenzaron a surgir pleitos contra Cortés y de este contra algunos miembros de la alta sociedad colonial, de lo cual hay muchos documentos como puede leerse en Documentos cortesianos, editados por José Luis Martínez en el F.C.E.

P ¿Cuál es tu relación con la literatura hispanoamericana?
R: Soy profesor de literatura hispanoamericana, curioso y amante de estas letras y del mundo en el que están inscritas.

P. Cuál es la época que más le interesa?
R: el siglo XX y las primeras manifestaciones de principios del siglo XVl.

P: Hablemos del siglo XVl...
R: El siglo XVl me interesa porque es un momento de cambio y en el se está formando un mundo nuevo con el aporte indígena y la llegada pugante, a veces violenta, de la cultura española, a su vez recién salida de otro mestizaje con el mundo musulmàm y judío. Eso hace que sea un momento muy rico en lo social, lo cultural y lo literario. El mismo Cortés, Bernal Díaz de Castillo y los franciscanos con obras fundamentales como las de Motolinía y Sahagún.

P: ¿Qué destacas de esas obras?
R : El intento de explicar un mundo diferente, extraño para ellos, pero fascinante, la sorpresa con que relatan todo ese mundo, es sin duda muy poético. También me interesa su manera de interpretar la realidad americana sobre moldes del Viejo Mundo, con mitos, estructuras y personajes de aquí.

P: La lengua adquiere un desarrollo inesperado…
R: Si, porque tiene que irse adaptando a realidades, objetos, sabores inimaginables en España, de tal manera que tanto la mente como la lengua debe de expandirse para dar cabida a esas novedades.

P: Pero también fue conflictiva en varios sentidos: social y cultural, incluso en la sintaxis.
R: Si. Tuvo que haber conflicto en esos aspectos y no es de extrañar dado el conservadurismo lingüístico de ciertos hablantes de nuestra lengua. Después de cada conflicto surge el encuentro y viene el resultado de una lengua rica, variada y fuerte como la que tenemos hoy en día.

P. Dice Carlos Fuentes que la Verdadera historia de Bernal Díaz del Catillo es el inicio de la novela en Hispanoamérica…
R: Sin duda. Y las Cartas de Relación de Hernán Cortés el inicio del cuento. Estos hombres explicaban la realidad a través de una visión maravillosa dado el carácter del mundo que relataban y además estaban muy influidos por las lecturas del momento como los libros de caballerías y otros por textos que aportaban una estructura mítica a sus crónicas, como la Biblia.

P. Pasemos al siglo XX. ¿Cómo observas la literatura de nuestra lengua escrita por hispanoamericanos frente a la escrita por los españoles?
R. No me interesa mucho España. Pero desde luego que se está viviendo un período de revitalización de la literatura de España como antes se produjo la de Hispanoamérica. Me parece que en mucho los españoles han comenzado a leer y a incorporar a su obra las estructuras, las formas y la libertad lingüística que empezaron a cultivar los hispanoamericanos. La tradición literaria española quedó rota tras la guerra; ésta se reprodujo en América y a su vez ésa se ha vuelto a engendrar en España. Tal vez sean dos caras de una misma moneda.

P. ¿Cómo ve la literatura hispanoamericana del siglo XX?
R. Sin duda es sobresaliente. El siglo XX se inicia con Martí, Darío y Rodó con la convicción definitiva de dar una originalidad al espacio literario hispanoamericano que se concreta en los tiempos de las vanguardias. Después, la obra de Asturias, Carpentier, Borges y tantos otros han servido para que el mundo se fije definitivamente en América como cuna de grandes relatos, lo que se ha confirmado con Rulfo, García Márquez, Fuentes o Cortázar. Esta mirada del mundo sobre América es el certificado de la salud excelente que cobró su literatura durante el siglo pasado. Los premios de Neruda, Paz y a algunos narradores mostraron que a pesar de no poseer Hispanoamérica de los medios masivos de información, de la publicidad y de la distribución que sí tenían otras zonas del planeta, la misma calidad de sus textos, su originalidad y la forma de abrir al mundo unos universos de ficción centrados en el espacio americano, sedujo a muchos lectores de habla española y después a lectores de otras lenguas.

P. Sé que has escrito sobre la obra de Borges. Algo he leído. Cuál es tu lectura.
R. Borges es sin duda el autor del siglo y por fortuna habla nuestra lengua. Es el momento en que un autor que escribe en español influye en muchos escritores del mundo, como Burguess, Eco, Auster... A su vez, Borges se había apropiado y trabajado con una tradición universal que atraviesa por la visión de un hispano. Si el siglo XX –o el medio siglo último- puede denominarse con un adjetivo literario ese es borgesiano. Y el siglo XXI se ha iniciado con esa influencia, como se puede apreciar en Jorge Volpi, Sergio Gómez, Pablo de Santis, Rodrigo Fresán y tantos otros jóvenes.

P. Vienen siendo reconocidas por la crítica hispanoamericana las recientes novelas de Volpi. Qué opinión te merece su narrativa?
R. Muy elevada. Me sorprendió enormemente En busca de Klingsor. Me pareció un soplo de aire fresco a la tropicalización de la narrativa hispanoamericana de las últimas décadas con una novela donde la estructura se convertía en protagonista de una historia excepcional, con intriga, unos personajes muy marcados y una trama novedosa en nuestra lengua. Además, el tan tratado asunto de la universalización durante el llamado “boom” cobraba aquí una verdadera presencia, al mostrar el verdadero desencadenate de la crisis del siglo XX: Hitler, la bomba atómica, el estalinismo... Entroncaba con Borges para mostrar el siglo XX todo. Era como la novela que Borges no escribió. En un sentido semejante vi El fin de la locura. Otros personajes fascinantes trataban de explicar la locura del siglo, la sinrazón de unas décadas de guerras, hambre y genocidios al amparo de las ideas. El problema, y así se deja la novela, es qué hay después de la desideologización. No obstante, con toda esta gravedad de los temas hay una fina ironía y un humor, en lo que él tiene también de común con Borges y otros grandes autores que han convertido al humor en un arma de caracteres cervantinos en vez de la aspereza gongorina.

P. Eres especialista en Bryce Echenique y preparas una intervención en Casa de América de Madrid en la mesa redonda “El humor de la cultura y la cultura del humor en Bryce”. Además, has escrito varios libros sobre su obra. ¿Cuál es tu concepto específicamente sobre el humor en la obra de este escritor peruano?
R. Creo que una vez que pasó la época de las críticas feroces en las novelas, hubo gente como Bryce que sin olvidar su papel de cronistas de su sociedad, pensaron que el humor era una vía muy adecuada para mostrar las realidades de su tierra, como en Un mundo par Julius. Bryce hizo del humor un instrumento para mostrar la crisis del individuo de hoy, de manera que la visión fuera menos áspera, pero no menos útil a través de la ironía, la parodia y la sátira, que eran formas muy válidas y eficaces, como mostraron Cervantes, Rabelais y Sterne, que son algunos de los escritores que más admira Bryce. El humor se convierte en una forma de solapar los dramas personales y una forma de ver la vida con un mayor optimismo. Porque sus obras, a pesar del humor, contienen no poco drama y algunas críticas que se dirigen hacia todos los lados, como en los Cuadernos de navegación en un sillón Voltaire. El humor es un instrumento del escritor.

P. Has dictado cursos de postgrado en México. ¿Cómo ha sido allí la recepción de tus planteamientos?
R. Excelente. Sin duda han sido mis mejores experiencias profesionales. El curso sobre Bryce resultó de una participación tal entre los alumnos que es imposible de encontrar en Europa y menos en España. La gente se interesaba, hablaba, preguntaba, ofrecía opiniones muy lúcidas sobre la obra. De ese grupo guardo uno de mis mejores recuerdos como profesor. El curso siguiente, sobre Cortés, fue ya muy mayoritario dado el éxito del anterior. No fue menos interesante y los alumnos se sentían fascinados al descubrir unas facetas de Hernán Cortés que hasta hace tiempo habían quedado ocultas por la Historia oficial. La curiosidad y sorpresa de estos excelentes alumnos la pude también experimentar en una conferencia que dicté en Veracruz, donde la gente de la ciudad preguntaba una y otra vez por detalles acerca de Cortés. Las dos experiencias fueron maravillosas, y espero repetir este año con un curso sobre el Quijote y su influencia en Hispanoamérica

P: Según tu criterio, qué es lo que ha permitido que la obra de Cervantes, continúe ejerciendo un poder de comunicación, de emoción y de excitación en los escritores de hoy?
R. Ello de debe a la modernidad literaria de Cervantes. Los escritores han necesitado en el siglo XX de estructuras nuevas y amplias donde poder acoger la compleja realidad del siglo XX y eso se lo ofrece el Quijote. Además Cervantes es un paradigma de libertad estilística que creo que ha interesado en general a los escritores del siglo XX. El Quijote es la primera gran novela total, pero a la vez tiene relatos insertos que se comportan como cuentos.

P: Después de los avatares y encrucijadas de la crítica literaria en el siglo XX, ¿cuáles son para ti los aspectos rescatables de ese aspecto decisivo de la crítica literaria?
R: Hubo un desarrollo del pensamiento crítico en distintos espacios del saber a lo largo del siglo XX en la lingüística, la semántica, la filosofía, el psicoanálisis, la antropología... Es precisamente el estructuralismo y el posestructuralismo el que mejor asimiló los aportes. Desentrañar las estructuras de una obra, de un pensamiento, de un edificio, de un cuadro ha sido decisivo con tales aportes y no sólo para la literatura si no para el espectro de las ciencias y las ciencias humanas en su conjunto.
Allí dejamos la entrevista. Él debía trabajar en sus asuntos y yo en los míos, ya habíamos acordado el tiempo de la entrevista. Hablamos un poco más de asuntos comunes. Intercambiamos libros e información.
Coda:
Fue la última vez que lo vi. Lo reemplace en el curso de Literatura Hispanoamericana I (los primeros treinta años del siglo XX) en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid; me lo pidió estando yo en Barcelona, para él poder viajar a Puerto Rico y dictar un Seminario sobre Borges. No me negué. Regresé a Valladolid. La experiencia con estudiantes de España, Polonia, Francia, Italia, Rusia, China, Grecia, e Hispanoamérica fue muy grata y llena de preguntas inteligentes y un interés real por la literatura hispanoamericana. Dos meses después me informó la secretaria de la Facultad que José Luis de la Fuente había muerto de un paro cardiaco mientras dormía. Tenía 38 años. Era un hombre de estudio y reflexión permanente, siempre algo tenía que escribir. En el corredor, el ascensor, en su cubículo nos veíamos. Nos invitábamos a comer. Hablamos de muchas cosas que ahora no deseo escribir.
Esta entrevista es de las pocas que dio y la última.



Método Fácil y rápido para ser poeta
Jaime Jaramillo Escobar


UTILIDAD DE LA POESÍA


No se sabe cómo quieren los poetas que los publiquen y que los lean, si a todos les ha dado por ponerse a repetir que la poesía no sirve para nada. Malos vendedores de su producto, los poetas.
Tenemos que rectificar el error de haber dicho: –“Aquí tiene usted una cosa que no le sirve para nada”.
¿Qué argumento de ventas es ése? Por el contrario, se necesita demostrar la utilidad de la poesía en la vida.
Naturalmente, hay que estar convencidos. Vamos a decir por qué y para qué es útil la poesía, y para quiénes, y cómo pueden sacar mejor provecho de ella (volviéndola del revés cada cierto tiempo) y, por supuesto, ello implica escribir poesía y publicarla.
¿Qué sería de los ciegos sin Homero, sin Milton, sin Borges, que les han dado prestigio y misterio? ¿Y de los mancos sin Cervantes, sin el Aleijadinho con su poesía de piedra, etc.? Nunca se ha visto a un editor quejarse de La Ilíada o La Odisea, ni de Dante. ¿Qué tal un Virgilio, un Horacio, Píndaro o Anacreonte creyendo y explicando que la poesía no sirve para nada?
Si todo termina en desastre, que sea en un bello desastre. La poesía sirve para todo. Recrear el interés alrededor de la poesía no es difícil, pues todavía flota en el ambiente algo de su antiguo prestigio, y el respeto por los grandes poetas es tanto que la gente ni se atreve a leerlos.
Cuántos poemas, tal vez no muy buenos, han conquistado para sus autores la atención de bellas amadas, antes imposibles. Cuántos poemas han logrado para el poeta el favor de un mecenas, la recompensa de un premio, las ilustraciones de Durero, o cualquier otro bien tangible y lucrativo. Muchos compositores han percibido dinero por agregarle música al poema. Cuánto papel (el más caro) se ha vendido para imprimir libros de poemas, así sean pagados por sus propios autores, cuánto han ganado los encuadernadores por ponerle piel a colecciones poéticas, cuántos discos de poemas se han vendido en el mundo desde la invención del fonógrafo, cuántas botellas de whisky se consumieron en el último encuentro de poetas.
Y todas esas son utilidades prácticas de la poesía, sin mencionar las medallas, que tanto han contribuido al desarrollo de esa industria, y sin mencionar la utilidad intelectual. Hay que escribir el poema para la jaqueca, para el dolor de pies, poemas para los artríticos, para la picadura de culebra. Como antes.
Fueron unos poemas los que le hicieron soportable la vida en el calabozo a Pedro Blas Romero. Fue la poesía la que sostuvo la voluntad de Álvaro Mutis en Lecumberri. Hay que escribir también poemas para los presos.
De la poesía de la Biblia han vivido muchos pueblos durante miles de años. Por la poesía tengo un amigo en Recife y otro en un cementerio de Medellín.
(Extracto de una carta para Jotamario Arbeláez. Cali 1983 04 05)

NOTAS

1. Poesía es lo que antes no había. GERALDINO BRASIL

2. La poesía es la forma más concisa de decir las cosas. Sin embargo hay individuos que piensan que la poesía es una forma vaga de hablar. MARK Van DOREN

3. Nadie cree que la poesía pueda causar daño alguno. WILLIAM BLAKE

4. La poesía política fue arma de combate durante el siglo pasado, no sólo en esta América, sino en España y en el mundo entero. RAFAEL MAYA

5. El poeta conoce lo que los médicos ignoramos durante mucho tiempo. WILHELM STEKEL

6. Vendrán poetas de pólvora y barreno, con la mecha en la mano, y harán saltar la roca donde aún sigue Prometeo encadenado. LEÓN FELIPE

7. Con un poeta por cada millón de habitantes hay más que suficiente. FERNANDO VALLEJO

8. Yo sé que la poesía es indispensable, pero no sé para qué. / La poesía es un exhibicionismo que se ejerce entre ciegos. JEAN COCTEAU

9. Hay cosas más antiguas que la economía: la poesía. JOHN DOS PASSOS (De brillante porvenir)

10. La poesía representa el esfuerzo más grande del hombre por comunicarse. ALDO PELLEGRINI

11. La función de la poesía es refrescarnos el conocimiento del mundo. MARK Van DOREN




Artista invitado: Enrique Alfaro

En este número de Yuria reconocemos el notable trabajo artístico del caricaturista Enrique Alfaro, de puntillosa ironía, y de una visión humorística frente a las figuras del poder y del arte, proyectando en sus imágenes una realidad abierta, critica. Sin duda, uno de los mejores caricaturistas del país que ha donado Chiapas al arte del dibujo, sin descartar su labor como periodista en algunos diarios de la ciudad de México y de Chiapas.

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